Guerreras de la libertad y 'misses' ?o?as
Pocas cosas me parecen tan irritantes como los concursos de misses. Tan bobamente machistas, tan antiguos, tan cursis, tan cutres por debajo del recargado oropel y la purpurina. Son la apoteosis de la falsedad, empezando por los diamantes de culo de vaso que adornan las coronas y terminando por los supuestos valores que encarnan las muchachas: ya saben, esa tontuna de hacerles repetir en el escenario "lo que yo m¨¢s deseo es la paz en el mundo", mientras sacan caderita y pesta?ean muy l¨¢nguidas. Por no mencionar que estas supuestas bellezas naturales est¨¢n cada d¨ªa m¨¢s recauchutadas, con las narices remodeladas, los pechos inflados con pr¨®tesis de silicona, los gl¨²teos apuntalados quir¨²rgicamente y las carnecillas pespunteadas por todas partes.
"Katya fue una m¨¢rtir del progreso y del feminismo por el mero hecho de querer ser 'miss"
Pero la realidad, claro, es relativa, y basta con cambiar de perspectiva para verlo todo muy diferente. Hace un par de semanas se celebr¨® en Brasil la final de Miss Universo. Gan¨® una angole?a y en segundo lugar qued¨® una ucraniana; y, mientras contemplaba la foto de ambas en el momento del premio, con los pelos tiesos de laca y las sonrisas exageradas y teatrales, me acord¨¦ de otra chica de Ucrania que tambi¨¦n fue miss o quiso serlo. Se llamaba Katya Koren, ten¨ªa 19 a?os, era musulmana y particip¨® en un concurso de belleza en la regi¨®n de Crimea. Qued¨® la s¨¦ptima. Poco despu¨¦s su cad¨¢ver apareci¨® chamuscado en un bosque: un grupo de chicos musulmanes la hab¨ªan lapidado y quemado por entrar en un certamen de este tipo. Detuvieron a tres j¨®venes; uno de ellos, de 16 a?os, se mostr¨® orgulloso de haber aplicado la shar¨ªa a una pecadora semejante. Hay una foto de Katya dando vueltas por Internet, una instant¨¢nea de mala calidad; era una chica preciosa, de rostro redondo y muy simp¨¢tico. Todo esto sucedi¨® a finales de mayo, hace apenas cuatro meses.
De modo que Katya fue una m¨¢rtir del progreso, del feminismo y de la libertad por el mero hecho de querer ser miss. Y no es s¨®lo su caso: en la ¨²ltima d¨¦cada, los concursos de belleza se han convertido en una punta de lanza de la lucha por la modernizaci¨®n en las sociedades m¨¢s fanatizadas del islam. Recordar¨¢n que en el a?o 2002 se iba a celebrar la final de Miss Mundo en Nigeria, pero los disturbios de protesta organizados por los integristas musulmanes fueron tales (hubo un centenar de muertos) que tuvieron que trasladar la gala a Londres. M¨¢s a¨²n: la pobre Isioma Daniel, una periodista especializada en moda del peri¨®dico nigeriano This Day, que hab¨ªa escrito sobre el certamen de Miss Mundo, fue condenada a muerte por una fatwa y tuvo que abandonar a toda prisa su pa¨ªs (ignoro si a¨²n continua en el exilio). En fin, hoy vemos a esas misses de sonrisas blanqueadas y trajes horribles y nos parece todo un montaje banal y rid¨ªculo, pero lo cierto es que hasta conseguir llegar a esa ridiculez ha habido siglos de luchas sociales. Que esas chicas est¨¦n hoy en un escenario en ba?ador ha costado mucho sufrimiento y mucha sangre. Es extraordinario lo despacio que avanza el mundo y lo f¨¢cil que es perder en un momento los peque?os avances conseguidos por generaciones de h¨¦roes.
Todo es relativo, en efecto, y los paladines del progreso pueden ser personas que realicen actividades en apariencia idiotas. Por ejemplo, hay j¨®venes turcos que se re¨²nen para hacer botell¨®n en las calles, y al parecer son los m¨¢s activos socialmente, los m¨¢s concienciados, unos militantes de la modernidad que quiz¨¢ incluso sean abstemios, pero que utilizan el botell¨®n como arma pol¨ªtica. Y hace unas semanas vi en El Mundo un perfil de la actriz y directora afgana Saba Sahar, que desde el a?o 2002 produce y protagoniza en su pa¨ªs unas probablemente espantosas pel¨ªculas de kung-fu en las que la hero¨ªna, ella, se dedica a repartir golpes de karate a todo quisque. Basta con ver la foto de Saba vestida de guerrera en uno de sus filmes, con unos 120 kilos de maquillaje sobre el rostro, para imaginar el tono de la cosa; pero en sus pel¨ªculas, ambientadas todas ellas en Afganist¨¢n y muy populares en su pa¨ªs, las mujeres conducen motos, son polic¨ªas y se remangan el burka para dar patadas a los violadores. Ser¨¢n cinematogr¨¢ficamente horribles, seguro, pero tambi¨¦n son efectivas, liberadoras, did¨¢cticas y subversivas. La vida es as¨ª de rara y se va escribiendo con renglones torcidos.
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