Noventa y nueve patadas y media
Hace siete a?os y medio publiqu¨¦ aqu¨ª una columna titulada "Noventa y ocho patadas". Estaba escrita dos semanas antes de su aparici¨®n, como todas, pero sali¨® exactamente el 14 de marzo de 2004, es decir, el d¨ªa de las elecciones y tres despu¨¦s del mayor atentado terrorista de la historia europea, que nadie hab¨ªa podido prever. En aquel art¨ªculo mostraba mi incomprensi¨®n hacia quienes se abstienen o votan en blanco, sobre todo hacia estos ¨²ltimos, ya que, si se toman la molestia de llegarse hasta las urnas, eso indica que la pol¨ªtica no les es indiferente. El problema del voto en blanco es que, por mucho que se intente presentar como un rechazo a cuantos partidos concurren o incluso al sistema mismo, se trata por fuerza de una protesta muda y que no computa. Computan s¨®lo los votos "positivos", y ser¨¢n ¨¦stos los que determinen qui¨¦nes van a gobernarnos, por escasa que sea la participaci¨®n. Es as¨ª y no hay vuelta de hoja, no al menos mientras no se enmiende la delirante Ley Electoral que sufrimos y que ninguno de los grandes partidos ha tenido el menor inter¨¦s en modificar y por tanto no lleva trazas de ir a cambiarse jam¨¢s. Es lo que hay.
"Si el principal argumento contra Rubalcaba es que es 'el pasado', Rajoy es 'el pasado remoto"
En aquella vieja columna -no era ni imaginable que Zapatero fuera a ganar, qu¨¦ lejos queda aquello-, alud¨ªa al dicho de nuestra lengua "Me da cien patadas", con el que expresamos nuestra profunda aversi¨®n o antipat¨ªa hacia algo o alguien, y reconoc¨ªa que no hab¨ªa ninguna formaci¨®n pol¨ªtica que no me diera noventa y ocho como m¨ªnimo, lo cual era muy grave para quien siempre se ha interesado por la cosa p¨²blica y adem¨¢s vivi¨® el suficiente franquismo para anhelar la existencia de la democracia, del derecho a voto y de las elecciones. Supongo que es por esa raz¨®n por la que nunca me he abstenido ni he votado en blanco, pese a haber estado tentado de hacerlo ya varias veces. Siempre se me impuso, al final, un particular sentido del deber, as¨ª como el reconocimiento ¨ªntimo de que, por mucho que me reventaran todos los partidos y candidatos, hab¨ªa alguno que me daba ciento veinte patadas y alg¨²n otro que me daba "s¨®lo" noventa y ocho. Muchas son, en todo caso. Admito, as¨ª pues, que llevo unas cuantas elecciones -qu¨¦ remedio- votando m¨¢s contra quienes me horripilan que a favor de quienes "solamente" me resultan desagradables, incompetentes e imb¨¦ciles. Me temo que estoy lejos de ser el ¨²nico en semejante situaci¨®n.
Pero estos pol¨ªticos nos lo ponen cada vez m¨¢s dif¨ªcil, y ya tiene m¨¦rito. Los ¨²ltimos a?os de gobierno del PSOE (deber¨ªan impedirse las segundas legislaturas en nuestro pa¨ªs, porque todos nuestros Presidentes enloquecen en ellas sin falta) han sido tan torpes y desastrosos, y tan antip¨¢ticos, y tan rid¨ªculos, que ese partido me alcanz¨® las cien patadas y aun me las sobrepas¨®. Los que se dicen a su izquierda s¨®lo han crecido en simpleza y en ceguera. Los nacionalistas jam¨¢s crecen ni decrecen: son iguales a s¨ª mismos, monol¨ªticos, reiterativos, llevan toda una vida encerrados con un solo juguete. En cuanto a los de la derecha, en nada se distinguen de aquel gobernante llamado Aznar que a una gran parte de la poblaci¨®n acab¨® d¨¢ndole no cien, sino mil patadas. As¨ª que preve¨ªa yo que en esta ocasi¨®n -estamos a mes y medio de las elecciones- pod¨ªa ser de los que se quedaran en casa o depositaran una papeleta impoluta en la urna, en contra de mis convicciones. Nada bueno espero del PSOE ni del PP, menos a¨²n tras su indecente acuerdo para reformar la Constituci¨®n, del que habl¨¦ hace dos domingos.
Ha aparecido, sin embargo, un candidato que me parece inteligente, oh milagro. Su partido lo considero completamente idiotizado desde hace tiempo, pero a ¨¦l lo veo inteligente, a a?os luz de todos los dem¨¢s. Y tampoco creo estar solo en esa apreciaci¨®n, dado que es siempre el pol¨ªtico mejor valorado en los sondeos -o el menos denostado, si se prefiere-. Sin duda es artero y ocasionalmente demag¨®gico, pero nadie que se dedique a su profesi¨®n est¨¢ a salvo de eso, y quiz¨¢ no deba estarlo, m¨¢s le vale. Lo cierto es que Rubalcaba argumenta y razona y explica, lo cual se dir¨ªa lo m¨ªnimo que ha de exig¨ªrsele a un candidato y sin embargo es casi ins¨®lito en Espa?a. No chilla, no se desga?ita, no suelta una tras otra frases hueras y altisonantes. No da la impresi¨®n de tener la cabeza vac¨ªa, como les sucede a Rajoy y a Cayo Lara, o llena s¨®lo por una idea fija hipertrofiada, como les ocurre a Urkullu, Mas, Rosa D¨ªez y otros cuantos. Da la sensaci¨®n de ser un hombre flexible y h¨¢bil, con capacidad de maniobra y de di¨¢logo y poco proclive a las ocurrencias "ornamentales" que han jalonado los dos mandatos de Zapatero (y es de agradecer que se abstenga de la cantinela pedestre del "todos y todas" a la que est¨¢n abonados casi todos -y todas- los de su partido). Tampoco parece alguien falto de escr¨²pulos, y eso es fundamental. Su gran inconveniente es que ha formado parte de los ¨²ltimos Gobiernos. Es mala cosa, no lo voy a negar. Pero, qu¨¦ quieren, visto el panorama: Rajoy form¨® parte de todos los Gobiernos de Aznar, lo cual no es ya mala, sino p¨¦sima cosa. Si el principal argumento contra Rubalcaba es que es "el pasado", habr¨ªa que decir que, por desgracia, Rajoy es "el pasado remoto", aquel que nos llev¨® a la Guerra de Irak con falacias y nos minti¨® -sin escr¨²pulos, precisamente- sobre la autor¨ªa de los atentados del 11-M, sucedidos tres d¨ªas antes de que yo publicara aqu¨ª aquel art¨ªculo desesperado. Este de hoy lo es todav¨ªa m¨¢s, no se crean, y de ah¨ª su t¨ªtulo.
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