Mercados contra pol¨ªtica
El Estado socialdem¨®crata, corrector del capitalismo, ha sido incapaz de imponerse a los mercados desregulados incluso en la actual crisis financiera. Lo analiza as¨ª Jos¨¦ V¨ªctor Sevilla, ex secretario de Estado de Hacienda, en un ensayo del que anticipamos algunos extractos
Del conjunto de circunstancias que confluyeron en la Europa de la segunda posguerra mundial, dando origen a la socialdemocracia, dos resultar¨ªan del todo imprescindibles para su florecimiento. En primer lugar, el fuerte crecimiento de la productividad, mantenido durante m¨¢s de dos d¨¦cadas a tasas que incluso superaron las registradas por Estados Unidos durante esos mismos a?os, lo que resultar¨ªa posible por el retraso relativo de Europa y la disponibilidad de nuevas tecnolog¨ªas susceptibles de incorporarse a la producci¨®n de bienes. Esta circunstancia permitir¨ªa a Europa alcanzar durante todo el periodo socialdem¨®crata unas tasas elevadas de crecimiento de la renta.
En segundo lugar, la socialdemocracia progresar¨ªa y se extender¨ªa por la presencia de la URSS y el inter¨¦s de EE UU en vacunar a los pa¨ªses de la Europa occidental, con una amplia presencia sindical y de fuerzas pol¨ªticas de izquierdas, de la influencia comunista. Este hecho, el de la guerra fr¨ªa, conceder¨ªa a esa izquierda un peso en el terreno pol¨ªtico pr¨®ximo a su peso social, pero mayor del que hubiera tenido de no darse esta circunstancia. Podr¨ªamos decir, pues, que la existencia de la URSS otorgar¨ªa un plus a la presencia pol¨ªtica de la izquierda democr¨¢tica, lo cual mejorar¨ªa la calidad de las democracias occidentales permiti¨¦ndoles alcanzar, sobre todo en Europa, la masa cr¨ªtica necesaria para impulsar pol¨ªticas progresistas.
La falta de alternativas favorece el desinter¨¦s de los electores de izquierda, dado el escaso efecto de su voto
Un objetivo ser¨ªa reducir el poder de las grandes entidades financieras. Y ante todo, su influencia sobre la pol¨ªtica
Este relativo equilibrio entre los ¨¢mbitos de la econom¨ªa y la pol¨ªtica democr¨¢tica se ir¨ªa deteriorando, claramente desde los a?os ochenta y con mayor fuerza desde los noventa, con el triunfo universal del capitalismo, que desequilibrar¨ªa definitivamente la balanza a favor del ¨¢mbito de la econom¨ªa. Con ello, ir¨ªan desapareciendo las pol¨ªticas socialdem¨®cratas, y las democracias perder¨ªan calidad.
(...) Las victorias electorales de la se?ora Thatcher en 1979 y del se?or Reagan en el a?o siguiente evidenciaron la profundidad del fracaso socialdem¨®crata y apuntaron hacia un cambio radical, con nuevos planteamientos conservadores que revertir¨ªan todas las pol¨ªticas e instituciones del periodo socialdem¨®crata. Esta "revoluci¨®n conservadora" se ver¨ªa consolidada como nueva referencia universal cuando, a finales de los ochenta, se produjo el colapso de la URSS, y EE UU, vencedora de la guerra fr¨ªa, se convirti¨® en la potencia hegem¨®nica. (...)
En definitiva, pues, al comenzar la primera d¨¦cada del siglo actual, el dominio de los planteamientos y las pol¨ªticas neoliberales era absoluto; de hecho, hab¨ªan sido aceptados tambi¨¦n por los partidos socialdem¨®cratas, que en algunos casos ser¨ªan incluso int¨¦rpretes apasionados de los mismos.
(...) Los partidos socialdem¨®cratas fueron conscientes de la fuerza intelectual y pol¨ªtica de las posiciones neoliberales y no fueron capaces de articular un discurso alternativo y reconstruir su base pol¨ªtica, lo que probablemente hubiera exigido un largo proceso de maduraci¨®n, ante lo cual optaron por ir cambiando su discurso reforzando a los sectores m¨¢s liberales del partido y relegando a los de tradici¨®n m¨¢s obrera y/o socialista, al tiempo que adecuaban sus pol¨ªticas hasta resultar escasamente distinguibles de las propuestas por los Gobiernos conservadores. (...)
La falta de alternativas diferenciadas favorecer¨ªa notablemente el desinter¨¦s de los votantes por la pol¨ªtica, sobre todo en los (...) de izquierda, dadas las escasas consecuencias de su voto sobre las pol¨ªticas desarrolladas por los partidos socialdem¨®cratas. (...)
La desafecci¨®n por la pol¨ªtica como espacio capaz de afrontar y solventar los problemas de la convivencia aumentar¨ªa al comprobar la p¨¦rdida de poder de dicho espacio. La influencia de los intereses e incluso de la l¨®gica del ¨¢mbito econ¨®mico en el espacio de la pol¨ªtica impide a esta afrontar aquellos problemas cuya soluci¨®n pudiera afectar negativamente al mundo de los negocios, lo cual deja fuera del terreno de la pol¨ªtica la soluci¨®n de casi todos los grandes problemas: desde el hambre en el mundo, pasando por las enfermedades contagiosas en pa¨ªses pobres, hasta la mayor parte de los problemas medioambientales. El Estado, en lugar de actuar con autonom¨ªa sirviendo de contrapeso equilibrador del mundo de los negocios, ha resultado capturado por este, lo cual condiciona gravemente su agenda. Y es que la extensi¨®n de la l¨®gica empresarial, de la cuenta de resultados, al ¨¢mbito de la pol¨ªtica resultar¨¢ negativa para afrontar cualquier problema que no hubiera resuelto ya el mercado. Por este camino, a la socialdemocracia, para diferenciarse de los conservadores, apenas le quedar¨ªa el reducto de intentar reformar algunas viejas costumbres sociales, en tanto dichas reformas no colisionen con los intereses del mundo de los negocios. (...)
Este hecho de diluci¨®n de la socialdemocracia hist¨®rica no niega la posibilidad y, desde luego mucho menos, la necesidad de indagar una nueva f¨®rmula de compromiso entre capitalismo y democracia, un compromiso que, de producirse, ser¨ªa probablemente con caracter¨ªsticas distintas de la socialdemocracia hist¨®rica. (...)
El primer y fundamental elemento de un nuevo compromiso entre capitalismo y democracia deber¨ªa consistir en el reconocimiento del papel esencial del espacio pol¨ªtico democr¨¢tico como moderador del sistema econ¨®mico y decisor en ¨²ltima instancia. En las circunstancias actuales, esto exigir¨ªa, por una parte, acciones dirigidas a ampliar el espacio de la pol¨ªtica, aproxim¨¢ndolo al de la econom¨ªa, y por otra, acciones para lograr la plena autonom¨ªa del espacio de la pol¨ªtica elevando la calidad de la democracia. (...) Ampliar el espacio de la pol¨ªtica democr¨¢tica aproxim¨¢ndolo al del ¨¢mbito econ¨®mico resulta, como vemos, necesario, pero lo es igualmente reforzar su autonom¨ªa decisional evitando la desproporcionada influencia del mundo econ¨®mico. En este terreno habr¨ªa que abordar con seriedad el papel de las instituciones financieras en particular. Las dificultades para hacerlo con la amplitud requerida y de una manera coordinada ya se est¨¢n viendo en las reuniones del G-20.
Con ocasi¨®n de la actual crisis, las instituciones financieras han sido objeto, al menos, de tres cr¨ªticas importantes que deber¨ªan considerarse con detenimiento. En primer lugar, como hemos mostrado, el conjunto de los mercados financieros ha crecido desde finales de los ochenta a un ritmo desorbitado que no aparece justificado por la evoluci¨®n y necesidades de la econom¨ªa real.
(...) Dicha posici¨®n estrat¨¦gica, unida al aumento de tama?o y su internacionalizaci¨®n, ha proporcionado a las grandes instituciones financieras una gran influencia sobre los Gobiernos, que ha resultado determinante de las pol¨ªticas aplicadas para afrontar la crisis financiera tanto en las soluciones adoptadas para la repesca de las instituciones en quiebra como, despu¨¦s, al configurar las pol¨ªticas de ajuste. Y ha sido tambi¨¦n esa gran influencia de las instituciones financieras, como claramente se aprecia en el caso de EE UU, la que ha facilitado su desregularizaci¨®n y con ello su inestabilidad tan perturbadora; si se repasa la historia econ¨®mica reciente, veremos que la mayor parte de las crisis econ¨®micas han tenido su origen en una crisis financiera, y desde luego, todas las grandes. Y lo mismo ha sucedido con la crisis econ¨®mica actual. (...) A la vista de los importantes problemas se?alados, muchos estar¨ªan de acuerdo en que las reformas a introducir en el sistema financiero deber¨ªan ser proporcionadas y, por tanto, de gran magnitud. As¨ª, (...) ser¨ªa conveniente tratar de reducir el poder de las grandes instituciones financieras, en particular en lo que respecta a su influencia sobre el ¨¢mbito de la pol¨ªtica. (...)
Adem¨¢s, habr¨ªa que eliminar el potencial de inestabilidad que han mostrado los mercados financieros globales y desregulados. Esto podr¨ªa pasar, primero, por introducir l¨ªmites a la circulaci¨®n de capitales a corto plazo. Y en segundo lugar, por reforzar la solvencia de las entidades financieras, la transparencia de sus operaciones y los mecanismos de supervisi¨®n. Y finalmente, tanto por razones de inestabilidad como por constituir fundamentalmente mecanismos apropiativos, habr¨ªa que limitar aquellas operaciones que se sit¨²an m¨¢s cerca de las apuestas que de la intermediaci¨®n financiera.
Un segundo elemento de ese nuevo compromiso entre capitalismo y democracia deber¨ªa consistir en favorecer las actividades productivas frente a las de car¨¢cter puramente apropiativo; eso significa apoyar aquellas actividades que contribuyen a la creaci¨®n de riqueza y en las que, por tanto, el enriquecimiento individual es consecuencia de esa creaci¨®n de riqueza, frente a aquellas otras actividades en las cuales el enriquecimiento individual se produce a expensas de la riqueza de otros, sin que se vea afectada la producci¨®n agregada. Por tanto, el dise?o de la estructura de incentivos en general y con especial atenci¨®n el sistema fiscal, deber¨ªa hacerse atendiendo a dicha exigencia.
(...) El tercer elemento que deber¨ªa formar parte del nuevo compromiso es la posici¨®n de los trabajadores en el proceso productivo. La centralidad de la evoluci¨®n de la productividad -como requisito para mantener posiciones competitivas- otorga a la gesti¨®n de esta variable un lugar clave en el funcionamiento del aparato productivo. (...) Lo adecuado ser¨ªa tratar de aumentar la productividad desplaz¨¢ndose hacia tecnolog¨ªas m¨¢s complejas, lo cual no siempre resultar¨¢ posible. El desplazamiento hacia nuevas tecnolog¨ªas no est¨¢ siempre garantizado, ni tampoco se puede impedir que se produzca a mayor ritmo en pa¨ªses competidores.
(...) Finalmente, un ¨²ltimo aspecto que habr¨ªa necesariamente que considerar en ese nuevo compromiso ser¨ªa el redistributivo. Durante los ¨²ltimos treinta a?os, como hemos visto, la pauta de la distribuci¨®n de la renta en los pa¨ªses desarrollados se ha hecho m¨¢s desigual, en parte porque la distribuci¨®n primaria se ha hecho m¨¢s desigual, pero en parte tambi¨¦n porque la capacidad redistributiva del Estado se ha visto muy recortada. En nuestra opini¨®n ser¨ªa importante, y no solo por razones de equidad, recuperar y desarrollar seriamente verdaderas pol¨ªticas de igualdad de oportunidades. (...) La otra dimensi¨®n de las pol¨ªticas redistributivas que deber¨ªa recibir un fuerte impulso es la internacional, en sus diversos niveles, para lo cual el ¨¢mbito de la pol¨ªtica necesitar¨ªa disponer de mayores m¨¢rgenes que en la actualidad, de una colaboraci¨®n internacional m¨¢s s¨®lida y estructurada y de mayores capacidades en las Administraciones p¨²blicas. Tambi¨¦n en este caso se trata de una pol¨ªtica que, bien hecha, dispone de gran recorrido y permitir¨ªa que la pol¨ªtica pudiese recuperar parte, al menos, del nervio moral tan necesario para conseguir la adhesi¨®n de los ciudadanos.
Las pol¨ªticas redistributivas quedar¨ªan incompletas si no se abordase al mismo tiempo una profunda reforma fiscal capaz de invertir las tendencias que han dominado a los sistemas fiscales durante los ¨²ltimos treinta a?os, tratando de hacer realidad el principio de la capacidad de pago que deber¨ªa proporcionarnos patrones progresivos. Hoy existen los medios t¨¦cnicos y las v¨ªas de relaci¨®n entre pa¨ªses para acometer esta tarea. Lo que falta es contar con una ordenaci¨®n de valores adecuada, una ordenaci¨®n donde la equidad aparezca situada en un lugar preferente.
Como puede verse, todas las reformas a que nos hemos referido -ampliaci¨®n y autonom¨ªa del espacio de la pol¨ªtica, favorecer las actividades socialmente productivas, gesti¨®n de la productividad, pol¨ªticas compensatorias y asignativas y pol¨ªticas redistributivas- resultar¨ªan tan necesarias para adecuar el capitalismo a las exigencias de una sociedad m¨¢s equilibrada y democr¨¢tica como enormemente dif¨ªciles de implementar en el momento actual. Es m¨¢s, algunos dir¨ªan que en la actualidad existen riesgos que podr¨ªan favorecer movimientos justamente en la direcci¨®n contraria. La presencia de la inmigraci¨®n y/o del terrorismo internacional son hechos que podr¨ªan ser manipulados convirti¨¦ndolos en factores de "acoso exterior" para tratar de justificar por esta v¨ªa reducciones en los est¨¢ndares democr¨¢ticos, como se hizo en EE UU durante la presidencia de G. W. Bush. Todas las circunstancias que confirieron a la socialdemocracia en el pasado ese plus de poder pol¨ªtico que le permiti¨® introducir las reformas correspondientes han desaparecido y en las condiciones actuales no dispone de una base pol¨ªtica suficiente para plantearse reformas como las apuntadas. Una base que, adem¨¢s, tendr¨ªa que entender la pol¨ªtica no solo como un medio en el que se intercambia el voto por ventajas materiales, sino como un instrumento que permite tambi¨¦n configurar la sociedad en la que nos gustar¨ªa vivir, aceptando pagar lo que sea necesario para ello.
Solamente contando con una amplia base pol¨ªtica de estas caracter¨ªsticas ser¨ªa posible, en un futuro, que el Estado dispusiera de la autonom¨ªa y el poder necesarios para llevar a cabo reformas de ese calado, reformas que nos permitieran conciliar nuevamente capitalismo y democracia.
El declive de la socialdemocracia, de Jos¨¦ V¨ªctor Sevilla. Editorial RBA. Precio: 26 euros. Se publica el 13 de octubre.
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