Indignados en Manhattan
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, dio carta de naturaleza a los indignados norteamericanos al se?alar que su protesta refleja la frustraci¨®n causada por la mayor crisis econ¨®mica desde 1929. A lo largo de las ¨²ltimas semanas, las decenas de personas que comenzaron manifest¨¢ndose en Wall Street se han convertido en algunos millares, tras recibir el apoyo de la izquierda y de los sindicatos. Obama demostr¨® con sus declaraciones estar ante la misma encrucijada que algunos Gobiernos europeos, y tambi¨¦n el espa?ol. No pueden oponerse a las reclamaciones de los indignados pero, al mismo tiempo, ven con preocupaci¨®n que su cr¨ªtica hacia la gesti¨®n del sistema de democracia representativa realizada por los partidos derive, finalmente, hacia una cr¨ªtica del sistema mismo.
El vicepresidente, Joe Biden, parece haber asumido la tarea de alertar contra ese riesgo, subrayando las concomitancias entre el movimiento de los indignados y el Tea Party, por m¨¢s que difieran en su adscripci¨®n ideol¨®gica. Tanto un fen¨®meno como el otro surgen en respuesta a las medidas adoptadas para evitar el colapso del sistema financiero tras declararse la crisis financiera en 2007. Ambos apuntan, adem¨¢s, hacia la democracia directa como remedio para superar los graves problemas actuales, que comenzaron siendo econ¨®micos pero que han ido transform¨¢ndose en sociales.
De las palabras de Biden se deduce el temor, no solo de que se polarice a¨²n m¨¢s la opini¨®n norteamericana, sino tambi¨¦n, y sobre todo, de que empiece a hacerlo en los m¨¢rgenes opuestos del sistema democr¨¢tico. Si este pierde la capacidad para resolver los problemas y las tensiones dentro de las instituciones representativas, y las expresiones de antiparlamentarismo empiezan a desarrollarse tanto a izquierda como a derecha, las posibilidades de que, como en el pasado, la crisis econ¨®mica acabe poniendo en jaque el sistema democr¨¢tico se multiplicar¨ªan peligrosamente.
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