Un conflicto pol¨ªtico, no religioso
Bajo la apariencia de tensi¨®n religiosa, en Egipto se dirime el modelo de sociedad - El miedo entre la poblaci¨®n favorece a los militares en el poder
Ninguna dictadura sobrevive si la sociedad no tiene miedo. Las veteran¨ªsimas dictaduras ¨¢rabes son expertas en fomentar el miedo a enemigos exteriores o interiores, y cuentan con una importante ventaja: en Oriente Pr¨®ximo los enemigos, externos e internos, existen. La confusi¨®n entre intereses estrat¨¦gicos e intereses religiosos, end¨¦mica en la zona, contribuye a facilitar el trabajo del dictador. Detr¨¢s de cualquier conflicto aparentemente religioso se esconden intereses pol¨ªticos, y los disturbios en Egipto no deber¨ªan ser una excepci¨®n a la norma.
La gran mayor¨ªa musulmana sun¨ª y la cada vez m¨¢s minoritaria comunidad cristiana conviven en Egipto desde hace 13 siglos, sin grandes dificultades. En los barrios cristianos residen musulmanes, muchos ni?os cristianos acuden a la escuela p¨²blica con los musulmanes y la tolerancia mutua constituye uno de los rasgos hist¨®ricos de la sociedad egipcia. Pero los estallidos de violencia son relativamente frecuentes. Para explicarlos conviene tener en cuenta dos factores. Uno, el dinamismo del integrismo islamista de los llamados salafistas, que ya no se sienten representados por los Hermanos Musulmanes y para los que la simple presencia cristiana constituye una blasfemia. Dos, la ya citada manipulaci¨®n pol¨ªtica: no hay nada como un buen conflicto religioso para distraer la atenci¨®n del p¨²blico y lubricar la demagogia.
Musulmanes y cristianos conviven en Egipto desde hace 13 siglos
Durante el renacimiento egipcio, en la primera mitad del siglo XX, la comunidad cristiana (que por entonces rondaba el 25% de la poblaci¨®n) adquiri¨® un extraordinario protagonismo econ¨®mico y social. La belle ¨¦poque del liberalismo representado por el partido Wafd hizo, sin embargo, muy ricos a los ricos y muy pobres a los pobres, y coincidi¨®, no casualmente, con una monarqu¨ªa que depend¨ªa de los intereses coloniales brit¨¢nicos. El 10 de junio de 1952, cuando una multitud procedente de los barrios m¨¢s m¨ªseros incendi¨® hoteles, teatros y todo lo que en El Cairo se relacionaba con Occidente y la modernidad, marc¨® un antes y un despu¨¦s para los cristianos, identificados con el colonialismo y, debido a la cercan¨ªa de pasado y presente en el mundo ¨¢rabe, con los cruzados medievales.
El r¨¦gimen militar de Gamal Abdel Nasser socializ¨® la econom¨ªa, lo que perjudic¨® en especial a los cristianos, aunque el principal enemigo del nuevo r¨¦gimen fueran los Hermanos Musulmanes. El sucesor de Nasser, Anuar el Sadat, combin¨® una compleja alianza t¨¢ctica con los islamistas (que acabaron mat¨¢ndole por firmar la paz con Israel) para reforzar su poder. De forma inevitable, los cristianos coptos, tendentes a considerarse a s¨ª mismos como los aut¨¦nticos egipcios frente a los invasores musulmanes (copto significa egipcio), quedaron marcados por un sentimiento de discriminaci¨®n. La baja natalidad y la alta emigraci¨®n redujeron la comunidad copta al actual 8%.
Paralelamente, la cooperaci¨®n t¨¢cita de los Hermanos Musulmanes con el r¨¦gimen militar y el rechazo de amplios sectores musulmanes a la nueva modernidad egipcia, identificada con la sumisi¨®n ante Estados Unidos e Israel y con la liberalizaci¨®n patrocinada por Hosni Mubarak, dieron alas al integrismo de los salafistas (casi tan minoritarios, por otra parte, como los coptos).
Ese es el contexto de cualquier tensi¨®n religiosa en Egipto. Y resulta insuficiente para explicar la violencia de los dos ¨²ltimos d¨ªas. Otros elementos, m¨¢s puntuales, ayudan a hacerse una idea de qu¨¦ ocurre y por qu¨¦. Primero, los manifestantes coptos eran unos pocos miles. Segundo, contra ellos cargaron grupos violentos cuya vestimenta y arreglo capilar no ten¨ªa nada que ver con los salafistas. Tercero, el Ej¨¦rcito se emple¨® con una brutalidad desmesurada.
La actuaci¨®n de matones aparentemente incontrolados es una constante desde que el r¨¦gimen de Mubarak (el mismo de la actual Junta militar) empez¨® a tambalearse, y sobran evidencias de que esos matones reciben ¨®rdenes de la polic¨ªa, cuando no son polic¨ªas ellos mismos. Es f¨¢cil provocar a una minor¨ªa religiosa que, como la copta, se siente desfavorecida. Y es f¨¢cil deducir que los disturbios en pleno centro de El Cairo y el miedo que suscitan entre la poblaci¨®n favorece a unos militares cada vez m¨¢s atrincherados en el poder.
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