Una verdadera conspiraci¨®n
Se ha puesto de moda escribirle a Duran i Lleida para darle explicaciones y pedirle que rectifique sus declaraciones. No s¨¦ por qu¨¦ este atildado representante de la derecha nacionalista m¨¢s rancia tiene el honor de recibir argumentos a la sarta de exabruptos con los que nos obsequia a los andaluces de forma regular. No s¨¦ si recordar¨¢n que es el mismo que nos critic¨® haber creado becas para que "los ni-nis se dieran la vida padre" o que "estaba muy cansado de pagar con su dinero" nuestros despilfarros. A este decadente pol¨ªtico catal¨¢n, le encanta criticar a los de abajo, sea geogr¨¢ficamente o socialmente, por eso -aunque a ¨¦l no le gusta recordarlo- es el autor de una de las declaraciones m¨¢s xen¨®fobas de la historia de Catalu?a en las que acusaba a los inmigrantes de bajar el precio de las viviendas de la gente de bien. Por eso, creo que ha llegado el momento de confesarle la aut¨¦ntica conspiraci¨®n que la gente del sur hemos fraguado contra ellos.
Es verdad, don Josep, que hay toda una confabulaci¨®n de Andaluc¨ªa contra Catalu?a. ?Para qu¨¦ vamos a seguir neg¨¢ndola? Comenz¨® con la transici¨®n democr¨¢tica, cuando el pueblo andaluz no acept¨® que solo las llamadas comunidades hist¨®ricas -Galicia, Euskadi y Catalu?a- tuvieran acceso a la autonom¨ªa plena y reclam¨® formar parte de este club de Primera Divisi¨®n. Curiosamente, mientras las fuerzas nacionalistas gallegas o vascas aceptaron con naturalidad este proceso, los nacionalistas catalanes lo llevan clavado en el alma y se niegan a asimilarlo. Recon¨®zcalo: el acceso de los andaluces a los mismos derechos que las nacionalidades hist¨®ricas les ha puesto siempre de los nervios. A fin de cuentas, un privilegio que se extiende, deja de ser un privilegio. Si todo el mundo pudiese alojarse en el Palace, se perder¨ªa el glamour de sus ma?anas madrile?as.
Pero la confabulaci¨®n andaluza, vamos a confes¨¢rselo, no finaliz¨® con este cap¨ªtulo sino que prosigui¨® con un ataque a la parte m¨¢s sensible que todo nacionalista tiene, que no es su lengua ni su cultura -a la que amamos y respetamos-, sino su bolsillo. Cuando intentaron negociar una situaci¨®n financiera especial para Catalu?a, nuevamente Andaluc¨ªa les agu¨® la fiesta y encabez¨® una respuesta para que no se rompiesen los principios de igualdad y de solidaridad. Dos palabras que usted detesta de forma especial. A fin de cuentas, la pol¨ªtica y, fundamentalmente, el Congreso de los Diputados, es para ustedes un mercadillo donde se cambian votos por billetes y los d¨ªas de suerte, se vuelven con las alforjas llenas si su voto es decisorio.
La deriva mercantilista del nacionalismo catal¨¢n es completamente desoladora y cada d¨ªa se asemeja m¨¢s a los partidos clasistas y reaccionarios de la Liga Norte italiana. De la defensa m¨¢s o menos rom¨¢ntica de una tierra o de una cultura han pasado a batallar por privilegios econ¨®micos del norte frente al sur, de los fuertes frente a los d¨¦biles, de los intereses privados frente a los p¨²blicos. Por eso su caso es digno de estudio ya que se trata del primer nacionalismo que lejos de confrontarse con Madrid, con el poder central del Estado, ha colocado todas sus bater¨ªas contra la periferia, los ca?ones apuntando contra Andaluc¨ªa.
Ahora su caballo de batalla es la impresentable ficci¨®n de "las balanzas fiscales", una teor¨ªa seg¨²n la cual el Estado se "adue?a" de los impuestos obtenidos en Catalu?a para "dilapidarlos" por toda la geograf¨ªa espa?ola, especialmente en Andaluc¨ªa. Esta teor¨ªa es tan endeble que, para justificarla, deben inventar un relato m¨ªtico contra Andaluc¨ªa: una tierra en la que nadie trabaja, en la que "ni Dios" paga sus impuestos y que se emborracha en los bares hablando un lenguaje incomprensible. Aunque tal para¨ªso pueda resultar atractivo, saben perfectamente que es mentira. Por eso, se?ores diputados, no les den explicaciones. Simplemente no pacten con ellos en los callejones perdidos del Congreso y expl¨ªquenles a los andaluces que viven en Catalu?a que, si todav¨ªa conservan un poco de amor por su tierra, no quemen su voto en ese altar de la insolidaridad.
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