Los custodios de las reglas
Los drogadictos suelen tomar conciencia de su adicci¨®n a las drogas cuando intentan abandonar su uso. En ese dif¨ªcil momento, cuando les falta el est¨ªmulo artificial de que hasta entonces gozaban, es cuando su subordinaci¨®n a la droga se les hace m¨¢s urgente. Pero nadie, ni siquiera ellos mismos, se enga?a al respecto: aunque su dependencia de la droga se manifieste agudamente solo en ese momento, han sido tambi¨¦n esclavos de ella cuando viv¨ªan los d¨ªas alegres de su abuso. El drogodependiente lo es desde el principio.
Viene a cuento esta introducci¨®n para poner de relieve la equivocaci¨®n pat¨¦tica en que caen de continuo nuestros pol¨ªticos cuando se quejan ahora, en los a?os de crisis econ¨®mica, de que la pol¨ªtica se ha vuelto esclava de la econom¨ªa, de que la falta de presupuesto la limita, de que ya no hay espacio para la pol¨ªtica, solo para la administraci¨®n. ?Ingenuos pol¨ªticos estos, que creen (o fingen creer) que antes de la crisis no estaban tan supeditados al dinero como lo est¨¢n ahora! Que piensan que antes, cuando sobraban fondos para gastar, no eran tan dinero-dependientes como lo son ahora que escasea. Con su lamentable error, esta nueva raza de pol¨ªticos pone de manifiesto que para ellos la pol¨ªtica era repartir fondos sin constricciones, crear nuevos derechos econ¨®micos, construir infraestructuras fara¨®nicas, duplicar ¨®rganos y funciones, y as¨ª sucesivamente. Hacer pol¨ªtica era gastar. Y cuando no hay ya para seguir gastando, entonces es la hora de la jeremiada: "la pol¨ªtica se ha vuelto esclava de los mercados". ?Y antes?, ?qu¨¦ era antes su pol¨ªtica, cuando los mercados les daban la droga que quer¨ªan a manos llenas?
En Espa?a hemos conseguido llevar al Gobierno sucesivamente a dos incompetentes
Obvio que los pol¨ªticos no son inocentes cuando lanzan a la opini¨®n p¨²blica este relato de la pol¨ªtica como esclava de los mercados. Porque se cuidan muy mucho de ponerse ellos en el lado correcto, en el lado del p¨²blico al que se dirigen, de manera que se absuelven de la desastrosa marcha del mundo. Los pol¨ªticos se ponen de la parte de los ciudadanos al tiempo que atribuyen los males a la otra parte, a los jud¨ªos. Porque como sugerentemente ha puesto de relieve Ignacio Marco Gardoqui estamos ante una reedici¨®n del discurso medieval del estigma jud¨ªo. Mientras los jud¨ªos se contenten con prestar dinero a los poderosos se les admite, cuando empiezan a pedir la devoluci¨®n o a subir los intereses por el aumento del riesgo, es hora de azuzar contra ellos a la comunidad o de expulsarles de ella. El perfecto chivo expiatorio de los errores de los gobernantes.
?No ser¨¢ el problema que los pol¨ªticos modernos se piensan a s¨ª mismos como h¨¦roes esforzados de la mejora del mundo que gobiernan? ?No les valdr¨ªa m¨¢s verse, aunque solo fuera por un ratito, de una manera m¨¢s humilde y conservadora? Simplemente como los custodios de las reglas. Porque como explica Michael Oakeshott, la funci¨®n primordial del gobernante es la de cuidar de las reglas, la de mantener inc¨®lume ese entramado de arreglos e instituciones seculares sobre los cuales se asienta la convivencia en una sociedad dada. Lo otro, la de engrandecerla, es una funci¨®n a?adida, por mucho que sea la que otorga relumbr¨®n y visibilidad.
Pues bien, en Espa?a hemos conseguido llevar al Gobierno sucesivamente a dos personajes que eran unos manifiestos incompetentes b¨¢sicos en esa tarea de cuidar las reglas, que no han sido sino unos imprudentes peter pan dispuestos a toquetear, manipular y martirizar a las instituciones y a los arreglos sociales fundamentales en que se fundaba la convivencia con el solo fin de dar salida a su ego redentorista. Aunque fuera de signo ideol¨®gico opuesto. No hab¨ªa para ellos nada en las instituciones tan importante que no pudiera torcerse o colonizarse para dar rienda suelta a su visi¨®n. ?Qu¨¦ hay de malo en ello?, ese era su lema. Y el de sus respectivos partidos pol¨ªticos, que fueron detr¨¢s de ellos ciegamente.
Ahora ha llegado el tiempo de las facturas. No de las facturas econ¨®micas -con ser estas serias-, sino de las facturas pol¨ªticas: tenemos un pa¨ªs institucionalmente dislocado, en el que pocas de sus reglas b¨¢sicas funcionan aceptablemente; un pa¨ªs reconstruido a golpe de ocurrencia e improvisaci¨®n que est¨¢ reclamando un urgente remodelado de ra¨ªz; tenemos una sociedad en la que faltan los arreglos o consensos b¨¢sicos necesarios para poder encarar el futuro con garant¨ªa; una sociedad en la que predomina el desencanto y el enfrentamiento en lugar de las ganas de ponerse manos a la obra; una sociedad a la que se excita todav¨ªa m¨¢s mediante la hipermoraliza-ci¨®n de la descripci¨®n de la realidad; tenemos un problema, Houston, y la pol¨ªtica es su origen. No los jud¨ªos.
Y si alguien lo duda, que mire en su derredor y contemple el zoco del arbitrismo en que se ha convertido la campa?a electoral. Que vea c¨®mo esa pol¨ªtica que tanto se a?ora de palabra se ha convertido de hecho en el hallazgo diario de la piedra filosofal y del b¨¢lsamo de fierabr¨¢s, cada d¨ªa con su invento. Y si a pesar de eso dice que el problema son los mercados, no la pol¨ªtica, que baje Dios y lo diga.
Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Soroa es abogado.
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