"La democracia es la soluci¨®n"
Los m¨¢s veteranos recordar¨¦is el latiguillo con el que Tip y Coll sol¨ªan finalizar sus actuaciones, en Televisi¨®n Espa?ola o en su local nocturno. Era: "La pr¨®xima semana hablaremos del Gobierno". Repetida hoy parece un simple anuncio, o una socarroner¨ªa a cargo del cotarro pol¨ªtico. En aquellos momentos encerraba todo un mundo de temores y censuras, de ciudadan¨ªa sometida. Quienes segu¨ªamos a la inolvidable pareja humor¨ªstica sab¨ªamos que ni la semana pr¨®xima, ni nunca. Que hablar del Gobierno, tal como necesit¨¢bamos hacerlo, por la fuerza de las urnas, no iba a ser posible.
Hay otra frase que se ha repetido mucho aqu¨ª, en Egipto, en donde ahora me encuentro: "La democracia es la soluci¨®n". As¨ª acostumbraba a rematar el escritor Alaa al-Aswany, en los ¨²ltimos a?os de autarqu¨ªa del infame Mubarak, sus valientes y agudas cr¨®nicas sobre los males que aquejaban a su pa¨ªs. Rele¨ªda tras los acontecimientos de enero, tras lo que los egipcios de a pie denominan con orgullo "nuestra Revoluci¨®n", la sentencia de Al-Aswany me sugiere, igual que la de Tip y Coll, una nueva lectura.
"Quienes manejan los tiempos deben encon-trar una ciudadan¨ªa organizada y serena
Antes que nada -momento de proclama obligado-, es verdad que la democracia sigue siendo la soluci¨®n, aqu¨ª y en China (por cierto que les vendr¨ªa muy bien). Los egipcios tienen que atravesar un porr¨®n de obst¨¢culos hasta que la consigan, junto con su propia decepci¨®n y su des¨¢nimo, y la amargura de ver que su situaci¨®n econ¨®mica, ya paup¨¦rrima, no s¨®lo no mejora, sino que empeora, porque los turistas occidentales son demasiado pusil¨¢nimes como para venir aqu¨ª en estos momentos, y eso que la mayor¨ªa de ellos no abandona casi nunca el circuito tradicional, y la pu?etera calle no la pisan m¨¢s que en Jan el-Jalili. Pero dejaban perrillas. Entonces, dec¨ªa, pensar¨¢n que es culpa de la democracia, y que antes eso no pasaba. Muchos ya lo piensan. Pero tiene raz¨®n el escritor: la democracia es la soluci¨®n. S¨®lo que no es un regalo. Cuesta sangre y sudor, y mucha paciencia.
Que nos lo digan a nosotros, que tardamos lo que tardamos para conseguirla y llegar, globalizaci¨®n e ¨ªnfulas mediante, a esta basura de pa¨ªs, que tiene a cinco millones de personas en el paro mientras quienes lo llevaron a la ruina siguen cobrando millones hasta cuando les despiden con una palmadita en el hombro. Y sin esc¨¢ndalo: no se da el esc¨¢ndalo en el p¨²blico; tampoco se producen suicidios, ni mesadas de cabellos, ni crujir de dientes por parte de los responsables. La resignada indiferencia preside nuestro comportamiento cotidiano. Y el todo vale se ha convertido en una forma de vida.
La democracia es la soluci¨®n: s¨ª, pero empezando por el hecho de que la democracia seamos -no escribo 'somos': no ahora-, encarecida y desesperadamente, porque as¨ª lo queremos, nosotros.
Cuando Tip y Coll pon¨ªan de manifiesto que el Gobierno no nos permit¨ªa hablar del Gobierno exist¨ªa una cosa que en democracia se nos fue malogrando: un tejido social con convicciones. Traducido en asociaciones vecinales y otras redes de insumisos, plus mujeres al borde de un ataque de reivindicaci¨®n, plus sindicalistas clandestinos e intachables, plus intelectuales comprometidos, plus gente que en la prensa se jugaba la c¨¢rcel por insinuar la verdad, plus curas b¨¢sicos que irradiaban sed de justicia, plus necesidad de una vida digna... Aquello era un ant¨ªdoto contra el seguidismo de la masa. Lo hemos perdido. Es para echarse a llorar y luego nadar en las l¨¢grimas. El 15-M est¨¢ muy bien, pero la indignaci¨®n tendr¨ªa que materializarse en todos nosotros. Cada cual a nuestra manera, integr¨¢ndonos en tramas incipientes o cre¨¢ndolas. Junt¨¢ndonos. Todo lo que se derrumb¨® a golpe de subvenciones o de absorciones o de carguitis aguda cuando ganaron los socialistas, aquel relajo en la participaci¨®n p¨²blica que nos entr¨®... Todo eso hay que reconstruirlo, porque los tiempos son muy malos y quienes manejan los tiempos deben encontrarse enfrente a una ciudadan¨ªa que planta cara, pero no un solo d¨ªa ni en una acci¨®n puntual, sino organizada y serenamente.
Es la moral ciudadana lo que hay que recuperar. El hecho de poder hablar del Gobierno -de ¨¦ste o del que vendr¨¢-, y vive Elvis que no paramos de hacerlo, no significa absolutamente nada si no nos damos cuenta de que para que la democracia solucione algo hemos de interiorizarla y practicarla.
www.marujatorres.com
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