Punto final a la pesadilla
La democracia ha terminado por triunfar sobre una banda de fan¨¢ticos que sembraron el terror
La democracia espa?ola ha triunfado contra los fan¨¢ticos que, arrog¨¢ndose una representaci¨®n que los ciudadanos vascos jam¨¢s les concedieron, asesinaron a m¨¢s de 800 personas. ETA ha anunciado que abandona la violencia, la pesadilla ha terminado.
Los asesinatos de la banda terrorista sumieron en el desconsuelo a miles de hijos condenados a crecer sin el amor y la protecci¨®n de sus padres, a los que nunca volver¨ªan a ver vivos despu¨¦s de un d¨ªa fat¨ªdico en que salieron de sus casas, y violaron, en fin, el elemental derecho, no ya de cualquier ciudadano, sino de cualquier ser humano, a una vida cotidiana y sin miedo. Esa y no otra es la cosecha de los 43 a?os de historia criminal de ETA; esa y no otra es la responsabilidad que, al margen de la que incumbe a las leyes, han asumido los terroristas ante quienes padecieron su azote y quienes solo el azar libr¨® de padecerlo, pero tambi¨¦n ante ellos mismos. Porque son ellos, mejor que nadie, quienes saben que necesitan exhibir un impostado orgullo de patriotas revolucionarios para no verse reflejados cada ma?ana en el espejo como lo que son, hombres y mujeres con las manos manchadas de sangre.
Aseguran en su comunicado de renuncia al crimen que un tiempo nuevo se ha abierto en Euskadi, y tienen raz¨®n. Pero se cuidan mucho de decir que se ha abierto ese tiempo nuevo porque ellos, y solo ellos, han decidido no seguir manteni¨¦ndolo cerrado recurriendo a la mayor indignidad en la que ha incurrido desde siempre la violencia que se quiere pol¨ªtica, y que consiste en elogiar el mal adem¨¢s de perpetrarlo. Si la democracia espa?ola ha triunfado es porque, gracias a su inquebrantable resistencia, ha llevado a los terroristas al punto en el que hoy se encuentran, y es que, como no se atreven a elogiar el mal, tampoco se atreven ya a perpetrarlo. Podr¨¢n decir que en estos interminables a?os de sufrimiento, tambi¨¦n la democracia perpetr¨® el mal en contadas ocasiones de furia y extrav¨ªo. Y es verdad que lo perpetr¨®, para verg¨¹enza de los dem¨®cratas. Pero tambi¨¦n para su honra, la democracia nunca lo elogi¨® y nunca lo dej¨® impune, aplicando las mismas leyes, exactamente las mismas, con las que los terroristas eran enjuiciados por sus cr¨ªmenes.
Cr¨ªmenes in¨²tiles
El tiempo nuevo que se ha abierto en Euskadi no es resultado de que la democracia se haya acercado a los terroristas, sino de que los terroristas, enfrentados a la inutilidad de sus cr¨ªmenes, han decidido acogerse a ella. Pod¨ªan haberlo decidido hace un a?o, una d¨¦cada, dos d¨¦cadas o, incluso, m¨¢s tiempo todav¨ªa. Por ejemplo, cuando la fr¨¢gil democracia que ellos quer¨ªan poner en jaque, provocando la reacci¨®n de los reductos todav¨ªa activos del franquismo, tuvo el inmenso coraje de concederles una amnist¨ªa completa y de ofrecerles la ocasi¨®n de publicar un comunicado exactamente en los mismos t¨¦rminos que el de ayer. Aquel s¨ª era un tiempo verdaderamente nuevo para todos, no como este, que solo lo es para quienes, obstin¨¢ndose en el crimen durante 30 a?os m¨¢s, han terminado por convencerse de que nunca, nunca, conseguir¨ªan sus prop¨®sitos mediante el terror, y tratan ahora de salvar sus conciencias diciendo que abandonan porque el mundo a su alrededor ha cambiado, no porque ellos han asumido finalmente su derrota ante una democracia que es la misma de entonces, solo que con inconmensurable lastre de dolor.
La conferencia internacional a la que han recurrido los terroristas para solemnizar su final no merece ser enjuiciada, puesto que no ha sido otra cosa que un cap¨ªtulo de su liturgia para anunciar lo ¨²nico que, en definitiva, importaba, que es la renuncia al terror. La presencia de personalidades internacionales no pudo ocultar, sin embargo, que en esa ceremonia no se presentaron dos partes para firmar ninguna paz. La supuesta guerra, el supuesto conflicto cuyo final anticipaba era tan solo la guerra, el conflicto de una secta fan¨¢tica que, entregada a un juego macabro, se erigi¨® en ej¨¦rcito alucinado y se invent¨® otro enemigo, compuesto de ciudadanos que desarrollaban sus oficios ateni¨¦ndose a las leyes democr¨¢ticas. Si alguna paz se ha firmado con el comunicado de ayer, es la de los terroristas consigo mismos. Y esa paz, tan unilateral como lo fue la supuesta guerra y el supuesto conflicto, no sirve para lo que, en ¨²ltimo extremo, pretend¨ªan y pretenden los terroristas: para dotar de un sentido a sus cr¨ªmenes, para convencerse ellos y convencer a quienes hasta ayer pod¨ªan ser sus v¨ªctimas de que tanta muerte y destrucci¨®n ha servido para algo.
El m¨¦rito de todos
Se acerca una campa?a electoral, la primera en la historia de la democracia espa?ola en la que los terroristas no estar¨¢n presentes. Lo estar¨¢n, en cambio, quienes durante todos estos a?os han defendido id¨¦nticas ideas a las que invocaban los terroristas y sin, adem¨¢s, rechazar sus execrables m¨¦todos. Si la democracia ha triunfado contra quienes asesinaban y extorsionaban, no hay razones para temer que sucumba a manos de quienes, sin armas, se han plegado a aceptar sus reglas. El triunfo de la democracia espa?ola sobre el terrorismo es el m¨¦rito de todos. Pero pocos responsables pol¨ªticos espa?oles han trabajado m¨¢s y mejor para arrinconar a ETA que Alfredo P¨¦rez Rubalcaba. En sus cinco a?os como ministro del Interior, obviamente, pues ha sido la peor y definitiva ¨¦poca para la banda. Pero tambi¨¦n en su participaci¨®n como representante del PSOE en la firma del Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo. A partir de ahora es tambi¨¦n la responsabilidad de todos hacer que la renuncia de los terroristas sea irreversible, que las instituciones democr¨¢ticas sigan demostrando su fortaleza y que las v¨ªctimas de esta interminable locura no sufran, ahora que la violencia no les acecha, el oprobio que no logr¨® mientras estuvo presente.
El m¨¢s tr¨¢gico problema que ha padecido la democracia espa?ola ha desaparecido, no porque haya llegado la paz, sino porque una secta de fan¨¢ticos ha desistido cuando esperaban que fuera la democracia espa?ola la que desistiera. Es la m¨¢s poderosa raz¨®n para el orgullo, pero tambi¨¦n para el recuerdo y el duelo por tantos ciudadanos que hoy no pueden contarse entre los que forman un pa¨ªs que quiere enfrentarse a sus muchas dificultades, sabiendo que la discrepancia no se volver¨¢ a pagar con la vida.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.