Hablemos de las cosas serias
Dispuestos en c¨ªrculo, los m¨²sicos reciben a Will Oldham con un animado pasaje instrumental, pero el efecto es enga?oso. En cuanto el circunspecto jefe de filas acaba de ajustarse la guitarra y ataca las primeras notas de A beast for thee, el tempo se ralentiza a la mitad, los arpegios repiquetean cadenciosos, suenan largu¨ªsimas notas de bajo y la voz se eleva triste, esencial, verdadera. Dolorida como un aullido. M¨¢s de 800 personas (espl¨¦ndida entrada en la Joy Eslava para un artista tan poco complaciente) contienen la respiraci¨®n. Durante la siguiente hora y media le brindar¨¢n a nuestro hombre de Kentucky un silencio casi reverencial: fen¨®meno casi milagroso en la noche madrile?a.
Bonnie Prince Billy, el alias esc¨¦nico de Oldham, es tambi¨¦n actor y mima las atm¨®sferas. Luce un traje oscuro, apenas habla con el p¨²blico, se coloca las manos a la espalda las raras veces que prescinde de la guitarra (Teach me to bear you), sacude la cabeza como en permanente negaci¨®n, se encoge de hombros y mira al infinito con ojos perplejos, a veces desorbitados. Dirimimos aqu¨ª no tanto un concierto de americana (rock, blues, country y folk) como un aut¨¦ntico ritual. Y solo hay margen para hablar de las cosas serias. Como las dentelladas del desamor (You want that picture), la soledad (I don't belong to anyone) y otras congojas habituales entre la sufrida especie humana.
Billy recuerda algo al joven Tom Waits (pero sin alquitr¨¢n en la garganta) y mucho al Neil Young de los discos ac¨²sticos (pero con el llanto de dos torturadas guitarras el¨¦ctricas). A su derecha, el vibrato de la joven Angel Olsen evoca en ocasiones a Emmylou Harris. Pero los cinco terminan aportando segundas voces, lo que convierte el recital en una especie de oratorio laico. Ensimismado, tal vez, pero a ratos abiertamente conmovedor. Como cuando son¨® la espectral Cows, con crepitaci¨®n de armonio, o la sobrecogedora I see a darkness.
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