?Cabe un oc¨¦ano en el cerebro?
Padres desesperados de todo el mundo lo han probado: cuando su beb¨¦ llora sin parar y nada le consuela, pinchan un disco con el sonido de las olas del mar. A los pocos minutos, el peque?o est¨¢ m¨¢s tranquilo. Empirismo puro sin una s¨®lida evidencia cient¨ªfica que lo avale de momento. "Los sonidos tienen el potencial de modificar el cuerpo y el ¨¢nimo, y el del mar es uno de los m¨¢s evocadores para nosotros". Lo dice la doctora Shelley Batts, neur¨®loga de la Universidad de Stanford, en una singular reuni¨®n de cient¨ªficos que buscan explicar qu¨¦ nos sucede a los humanos cuando estamos cerca del mar.
?Por qu¨¦ nos relaja su sonido? ?Por qu¨¦ lo que comemos en la playa nos parece fresco y sano, aunque no siempre lo sea? ?Por qu¨¦ pagamos m¨¢s por un restaurante con vistas a la playa? ?Por qu¨¦ el oc¨¦ano sigue ejerciendo una fuerte atracci¨®n sobre nosotros? ?Por qu¨¦ mirar al horizonte azul nos hace sentir seguros?
"Si conseguimos probar que el mar cura, tendremos argumentos poderosos para animar a cuidar de ¨¦l"
No hay respuestas. Pero existe, al menos, la voluntad de buscarlas. La Academia de Ciencias de San Francisco ha juntado por primera vez la experiencia de neurocient¨ªficos con la de bi¨®logos marinos, cocineros expertos en mariscos, nutricionistas y hasta surferos y fabricantes de videojuegos. Todos juntos intentan averiguar por qu¨¦ el mar a veces calma y otras enloquece, pero nunca nos deja indiferentes. La reuni¨®n, llamada BlueMind (mente azul), ha abierto la puerta a varios proyectos de investigaci¨®n in¨¦ditos que unen el conocimiento acumulado sobre el mar y el cerebro por profesionales de campos tan dispares como la neurolog¨ªa, la gastronom¨ªa y el mercado inmobiliario.
El o¨ªdo no es el ¨²nico sentido que se rinde ante el mar. La prueba est¨¢ en que el azul es un color que nos fascina. De acuerdo con las indagaciones del doctor Amir Vokshoor, del Institute of Neurosurgical Innovation, "el color azul es la clave del despliegue de varias sensaciones de bienestar relacionadas con la calma, la expansi¨®n, la liberaci¨®n y la protecci¨®n". Algunos estudios exploran los cambios que tienen lugar en los neurotransmisores del cerebro cuando contemplamos la l¨ªnea del horizonte y si este hecho merece ser considerado en s¨ª mismo una terapia antiestr¨¦s.
"El problema es que la neurociencia no ha pensado demasiado seriamente en el mar. Considerando que el oc¨¦ano compone las tres cuartas partes del planeta, esto constituye una gran p¨¦rdida". Habla el Doctor J., nombre por el que se conoce a J. Wallace Nicholson, bi¨®logo convertido en el ¨¢ngel de la guarda de las tortugas marinas alrededor del mundo y casi una celebrity tras su participaci¨®n en el documental ambiental La hora 11, dirigido por Leonardo Di Caprio. Es el l¨ªder del movimiento que finalmente ha puesto a neurocient¨ªficos y marinos a trabajar juntos.
A trav¨¦s de Skype, el Doctor J. entona el mea culpa de la lucha medioambiental. "Llevamos 30 a?os inundando la cabeza de la gente con cifras y miedo, empleando t¨¢cticas intimidatorias para forzar cambios de comportamiento. Hemos promovido un peligro a?adido, la idea del otro. Los problemas que encontramos son siempre culpa de corporaciones, Gobiernos o individuos, y a veces no es tan simple. La abundancia de datos sin contexto emocional mantiene a la gente desconectada de la verdad, y el miedo solo refuerza la par¨¢lisis".
Para cambiar este estado de cosas, el Doctor J. y sus colaboradores proponen "deconstruir nuestra relaci¨®n con el mar para empezar a entenderla mejor, porque creemos que protegemos lo que conocemos y amamos y no tanto lo que tememos. La gente est¨¢ harta de malas noticias". El objetivo final es preservar a los oc¨¦anos de nosotros mismos. Casi todos los implicados en BlueMind reconocen abiertamente que la lucha por la protecci¨®n del medio ambiente, incluida la cruzada contra el calentamiento global, ha sido un fracaso. Ahora quieren construir mensajes desde otro sitio, lejos del miedo. "Pero para ello necesitamos probar cient¨ªficamente el impacto del mar sobre nuestra salud, nos faltan muchas horas de laboratorio para probar lo que sabemos y lo que sentimos", explica el Doctor J.
Por ejemplo, las nuevas investigaciones profundizan en nuestra conexi¨®n evolutiva con los oc¨¦anos. "El mar y el cerebro tienen una composici¨®n qu¨ªmica similar. El 70% de mi cuerpo, incluido mi cerebro, est¨¢ ba?ado de agua salada", dice Philippe Goldin, neurocient¨ªfico y psic¨®logo cl¨ªnico de la Universidad de Stanford. Otros investigadores, entre ellos Michael Merzenich, un conocido profesor de la Universidad de San Francisco, describen c¨®mo el horizonte del oc¨¦ano que permite avistar peligros desde muy lejos otorga a los humanos una fuerte sensaci¨®n de seguridad, as¨ª como la ilusi¨®n del suministro ilimitado de agua. "Aun cuando sabemos que es salada y no potable, su abundancia nos tranquiliza", apunta el Doctor J.
Reunir todos los datos posibles sobre los oc¨¦anos es otra misi¨®n por hacer. "Casi absolutamente todo puede encontrarse en Internet menos la informaci¨®n actualizada sobre el mar", asegura Manuel Maqueda, de BlooSee, una compa?¨ªa catalana afincada en San Francisco que asiste a la primera puesta en com¨²n entre los especialistas del cerebro y los del mar. Su misi¨®n es crear una Wikipedia sobre el mar que recoja el acervo local de pescadores y surferos, la informaci¨®n dispersa en correos electr¨®nicos y foros y la oficial, recogida en libros y cartas de navegaci¨®n. Hasta el momento, BlooSee registra informaci¨®n de los mares de California y del Mediterr¨¢neo, pero espera estar implantada en todo el mundo el pr¨®ximo a?o.
A partir de ahora se buscar¨¢n concienzudamente pruebas cient¨ªficas e irrefutables que demuestren que la cercan¨ªa del oc¨¦ano reduce el estr¨¦s y la ansiedad. "Si conseguimos probar que el mar cura, tendremos un argumento poderoso para animar a la gente a cuidar de ¨¦l. ?Pastillas para reducir el estr¨¦s o un paseo por la orilla de la playa! ?Elija usted su terapia!". El Doctor J. ensaya un eslogan para el futuro mientras algunos lo se?alan por intentar aplicar t¨¦cnicas de neuromarketing a la causa ecol¨®gica.
Sin embargo, su t¨¦cnica tiene otro nombre y la estrategia es m¨¢s novedosa. Se llama neuroconservaci¨®n. Y no se oculta. "El neuromarketing es clandestino. En nuestro caso se trata de mostrar a la gente qui¨¦nes son, c¨®mo funcionan y qu¨¦ es bueno para su bienestar". Despu¨¦s de hacer varias pruebas entre sus amigos, el Doctor J. est¨¢ en condiciones de decir lo mismo que cualquiera de nosotros: la gente cambia cuando se acerca al mar o escucha el sonido de las olas, y casi siempre se siente mejor. Incluso aquellos que nunca han estado cerca del mar experimentan fuertes sentimientos, a veces encontrados, hacia el oc¨¦ano.
La primera investigaci¨®n impulsada por el proyecto BlueMind estudia el impacto del sonido del mar en la mente humana. "Sabemos que los humanos reaccionamos a los sonidos con alteraciones de la respiraci¨®n y del ritmo cardiaco, incluso liberamos cortisol, una hormona activadora del estr¨¦s", agrega Shelley Batts. El segundo proyecto busca explicar la obsesi¨®n por consumir ciertas especies muy caras y casi extinguidas cuya pesca es, muchas veces, ilegal. Y as¨ª, buscando opiniones sobre el mar de expertos en lo humano y lo divino, el Doctor J. lleg¨® a los agentes inmobiliarios, grandes observadores de la conducta de sus clientes, sobre todo de aquellos a los que les sobra el dinero. ?Por qu¨¦ pagan hasta un 40% por encima del precio del mercado por vivir frente al mar? Eric Johnson, agente de la inmobiliaria Sotheby, ha reflexionado al respecto: "Las vistas al oc¨¦ano crean una ilusi¨®n de posibilidades infinitas que van m¨¢s all¨¢ de lo que el ojo puede ver. Esas personas no quieren ning¨²n l¨ªmite marcado en su vida, y esto es algo que se consigue con suficiente dinero y una vista al mar".
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