Ojo, no tenemos otras
Ni siquiera hice la mili, por miope, as¨ª que les ruego que disculpen mi desconocimiento de las condecoraciones. Pero recuerdo que har¨¢ unos a?os, tras un atentado en Afganist¨¢n en el que murieron varios soldados espa?oles, se decidi¨® concederles a t¨ªtulo p¨®stumo ... pongamos que fuese la Cruz del M¨¦rito Militar. Al parecer, esta Cruz (o lo que sea) la hay o hab¨ªa de dos clases: con distintivo amarillo, de menor categor¨ªa, y con distintivo rojo, de mayor. A los soldados asesinados (creo que les estall¨® una bomba al paso de su veh¨ªculo) se los quiso honrar con la primera. Hab¨ªan perdido la vida "defendiendo a su pa¨ªs" muy lejos de ¨¦l, desde luego, pero entend¨ª que, con anterioridad al triste suceso, no hab¨ªan llevado a cabo ninguna haza?a, y de ah¨ª el distintivo amarillo. Pero como hoy todo parece poco a la gente, los deudos protestaron y exigieron para sus fallecidos el rojo, la m¨¢xima condecoraci¨®n. ?Qu¨¦ m¨¢s se puede hacer que morir en el cumplimiento del deber?, debi¨® de ser el argumento. Y as¨ª, el amarillo que pretend¨ªa homenajearlos se convirti¨® de pronto en un agravio. Como todo el mundo se pliega hoy a todo y nadie se mantiene firme ni soporta un reproche, el Ej¨¦rcito rectific¨® y concedi¨® el rojo, que, si no me equivoco, ha pasado a otorgarse en cualquier ocasi¨®n luctuosa similar. Bueno. Me pregunto, sin embargo, qu¨¦ quedar¨¢ entonces para aquel soldado que, adem¨¢s de morir, haya hecho antes algo heroico. Para el que haya salvado la vida de sus compa?eros, o haya tomado ¨¦l solo una posici¨®n enemiga, o se haya sacrificado por coronar con ¨¦xito una operaci¨®n vital.
"Las palabras se gastan y pueden resultar in¨²tiles si se emplean demasiado o indebidamente"
Hay algunas publicaciones que a los libros o pel¨ªculas o discos que rese?an les ponen adem¨¢s estrellas, a modo de calificaci¨®n o nota. Si la m¨¢s alta es cinco estrellas, y cuatro supone ya gran aprecio, no es raro que los autores de las obras que reciben estas ¨²ltimas se las tomen como una ofensa, no digamos ya tres, que en principio son a¨²n algo positivo. Dentro del ¨¢mbito literario, no es infrecuente que quienes son galardonados con el llamado Premio de las Letras, del Ministerio de Cultura -que se da a toda una trayectoria, como el Cervantes, pero es de rango y dotaci¨®n econ¨®mica inferiores-, se sientan m¨¢s vejados que agradecidos porque ese Premio no es el Cervantes, sino s¨®lo una especie de "pre-Cervantes".
En fin. Si todos los distintivos son rojos y un d¨ªa (ojal¨¢ no haga falta) un soldado se destaca por algo m¨¢s que el infortunio de perecer, supongo que el Ej¨¦rcito podr¨ªa crear un distintivo azul temporalmente, hasta que todo el mundo exigiera ¨¦ste. Si las cinco estrellas se asignan con liberalidad para que nadie se mosquee, cuando haya un libro, pel¨ªcula o disco en verdad extraordinarios, los cr¨ªticos podr¨¢n darle seis excepcionalmente. Etc¨¦tera. Pero, ojo: las palabras no se inventan ni se improvisan ni puede nadie sac¨¢rselas de la manga seg¨²n la necesidad, y con ellas est¨¢ ocurriendo lo mismo que con los distintivos, las estrellas y los premios. Y a¨²n es m¨¢s: las palabras se gastan, se estropean y pueden resultar in¨²tiles si se emplean demasiado, o indebidamente, o se apropian de ellas malhechores. Recuerdo lo que me cont¨® el escritor alem¨¢n Hubert Fichte en 1978, en Hamburgo: c¨®mo su lengua, tras el maltrato, la manipulaci¨®n y el abuso a que la hab¨ªan sometido los nazis durante tres lustros o m¨¢s, les hab¨ªa parecido casi inservible a muchos autores de los a?os cincuenta y sesenta.
La situaci¨®n no es tan grave ahora, por fortuna, pero, ante cualquier injusticia o vileza, la mayor¨ªa de la gente no se conforma con calificarlas de tales, o de lo que corresponda, sino que recurre al t¨¦rmino m¨¢s exagerado que se pueda imaginar. Si a un polic¨ªa se le va la mano en una manifestaci¨®n, ser¨¢ tildado de "torturador", y uno se pregunta qu¨¦ podr¨¢ llamarse entonces a los verdaderos torturadores, por ejemplo los que obedec¨ªan a Pinochet o a los jemeres rojos de Camboya. A una adolescente que aborta y a quien la asiste se los tacha de "asesinos" (bueno, el beato Prada los considera adem¨¢s "pose¨ªdos" o "endemoniados", algo que ¨¦l mismo, en sus vehemencias, parece estar a punto de estar), y uno se pregunta qu¨¦ queda entonces para un Gadafi o un El Asad. "Racista" se aplica ya a toda circunstancia de menosprecio o discriminaci¨®n, aunque no haya la menor diferencia de raza entre quienes los practican y padecen. Es como si "clasista", "machista", "hom¨®fobo" o "antiandaluz", seg¨²n los casos, no parecieran suficientemente graves. ?Qu¨¦ queda entonces para los miembros del Ku-Klux-Klan, que a¨²n los hay? Vi la foto de una protesta de personal sanitario en Barcelona. Un manifestante enarbolaba una pancarta en catal¨¢n que rezaba: "Recortar en sanidad es genocidio". Sin duda es irresponsable, peligroso y ruin, incluso infame (y mucho m¨¢s de eso veremos seguramente tras el 20 de noviembre). Pero ?genocidio? Junto con "holocausto", es una de las palabras que hoy se utilizan m¨¢s a la ligera y para cualquier cosa, y uno se pregunta qu¨¦ queda entonces para denominar lo que los nazis hicieron con los jud¨ªos o los hutus con los tutsis en Ruanda. A diferencia de lo que ocurre con las condecoraciones y las estrellas, las palabras no se crean de la noche a la ma?ana, requieren de un lent¨ªsimo proceso hasta que el conjunto de los hablantes las acepta y las usa. Hoy est¨¢n casi todas abaratadas, manoseadas, devaluadas, y no tenemos otras de recambio. As¨ª que hagan el favor.
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