Qu¨¦ hacer ante secuestros terroristas
Afirmar que, cuando hay conciudadanos secuestrados por alguna organizaci¨®n terrorista, es siempre inmoral que las autoridades de pa¨ªses democr¨¢ticos se impliquen en la negociaci¨®n de un rescate por su liberaci¨®n, supone cuando menos no haber le¨ªdo a Max Weber. Hablar de moralidad es hacerlo de cuestiones ¨¦ticas y de lo que se deber¨ªa o no se deber¨ªa hacer. Tambi¨¦n en situaciones tan extraordinariamente complicadas como la que en estos momentos tienen ante s¨ª nuestros gobernantes, al verse obligados a afrontar el probable hecho de que cuatro espa?oles hayan sido tomados como rehenes por terroristas de orientaci¨®n yihadista que operan en el Norte y Este de ?frica. Situaciones ante las que, sin embargo, no parece que haya una ¨²nica manera de tomar decisiones basadas en principios morales, ni tampoco es razonable atribuir una superioridad moral absoluta a un curso de acci¨®n sobre el contrario.
Hay que congratularse de la reacci¨®n del Gobierno y de la oposici¨®n ante los recientes secuestros
Max Weber, el cl¨¢sico soci¨®logo alem¨¢n de la pol¨ªtica, distingu¨ªa entre la ¨¦tica de la convicci¨®n y la ¨¦tica de la responsabilidad. Mientras que con la primera alud¨ªa a una relaci¨®n de car¨¢cter deontol¨®gico entre valores y acci¨®n pol¨ªtica, con la segunda subrayaba una correspondencia de ¨ªndole finalista entre la acci¨®n pol¨ªtica y sus efectos. Aplicando una ¨¦tica de la convicci¨®n, no cabe utilizar la misma racionalidad mediante la cual se eligen determinados medios para seleccionar un fin concreto. Recurriendo a una ¨¦tica de la responsabilidad, la acci¨®n pol¨ªtica adquiere su sentido en atenci¨®n al entendimiento objetivo de sus posibles consecuencias reales. Es inviable pretender que, en todo momento y lugar, una de esas ¨¦ticas est¨¦ por encima de la otra. Menos a¨²n cuando se trata de decidir qu¨¦ hacer ante secuestros terroristas, pues ni los valores ni los efectos de la acci¨®n pol¨ªtica que eventualmente se emprenda son ¨²nicos e incuestionables.
?Cu¨¢l ser¨ªa, en este sentido, el valor subyacente a una actuaci¨®n gubernamental que aborde el secuestro de compatriotas por parte de grupos y organizaciones terroristas en base a una ¨¦tica de la convicci¨®n? Muchos dir¨¢n que la respuesta est¨¢ clara. Dir¨¢n que los terroristas se conducen ilegalmente y que, por consiguiente, las leg¨ªtimas autoridades de un Estado democr¨¢tico de derecho nunca deben negociar directa o indirectamente con ellos. Incluso si no existen medios alternativos eficaces para liberar a los rehenes. Pese a que ello dif¨ªcilmente evitar¨¢ que estos sean asesinados, dir¨¢n adem¨¢s que ceder a sus pretensiones supondr¨ªa fomentar que repitan similares atentados y contra blancos de la misma nacionalidad. Elegir no negociar es, desde luego, una opci¨®n de principios coherente. Pero su robustez no puede predicarse con igual contundencia de los resultados anticipados. Negarse a negociar no garantiza evitar que los secuestradores reincidan. Tampoco es inevitable ni inexorable que lo acaso obtenido por los secuestradores a cambio de liberar a sus rehenes llegue a ser utilizado en el futuro para el mismo tipo de cr¨ªmenes.
Si el uso espec¨ªfico que los terroristas hagan de la contrapartida que reciban por liberar a sus rehenes es lo suficientemente indeterminado, ?no habr¨ªa entonces que actuar pol¨ªticamente de acuerdo con una ¨¦tica de la responsabilidad? A este respecto, muchos otros dir¨¢n que preservar la integridad f¨ªsica y el derecho a la vida de los secuestrados debe ser el fin de la acci¨®n gubernamental, justificando que se introduzcan los medios adecuados para la consecuci¨®n de dicho objetivo, incluyendo la provisi¨®n de fondos que permitan el rescate. En este supuesto, el fin no podr¨ªa justificar decisiones cuya implementaci¨®n menoscabe el orden social, erosione la estabilidad institucional o fuerce a modificar la pol¨ªtica nacional o exterior de un Gobierno democr¨¢tico. Aquellos medios pueden coincidir con los de las agencias estatales de seguridad, si los secuestros ocurren en el territorio nacional. Pero en ausencia de tales medios para intentar la liberaci¨®n de los rehenes y limitadas o impracticables otras iniciativas unilaterales o multilaterales en el caso de que se encuentren fuera de nuestras fronteras, la opci¨®n de negociar un rescate ser¨ªa moralmente aceptable.
Aunque entre la ¨¦tica de la convicci¨®n y la ¨¦tica de la responsabilidad existe una tensi¨®n inevitable, no son opuestos irreconciliables. Max Weber insist¨ªa en combinar ambas y apelaba para hacerlo a los pol¨ªticos de vocaci¨®n que tienen ideales y al mismo tiempo son realistas. En este sentido, hay que congratularse de las reacciones del Gobierno y de la oposici¨®n ante los recientes secuestros de cooperantes espa?oles en Kenia y el S¨¢hara occidental, previsiblemente por individuos relacionados con organizaciones terroristas de orientaci¨®n yihadista. La ministra de Asuntos Exteriores y Cooperaci¨®n, Trinidad Jim¨¦nez, ha definido los t¨¦rminos de la prioridad gubernamental: "Lo que nos importa es que cuanto antes los cooperantes puedan ser liberados". Por su parte, el l¨ªder del Partido Popular, Mariano Rajoy, ha afirmado: "Apoyamos todas las gestiones que pueda hacer el Gobierno de Espa?a para su liberaci¨®n". Llegados a este punto, es menester confiar en ellos sin necesidad de haber le¨ªdo a Max Weber.
Fernando Reinares es catedr¨¢tico en la Facultad de Ciencias Jur¨ªdicas y Sociales de la Universidad Rey Juan Carlos.
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