La pedagog¨ªa urbana en Sevilla
La imagen que tenemos de Alemania o de Marruecos, de Holanda o de Hait¨ª, de Euskadi o de Andaluc¨ªa, si tenemos oportunidad, tambi¨¦n la construimos a partir del paseo por sus n¨²cleos urbanos y del trato indiscriminado con sus gentes.
Las ciudades son el escenario del modo de vida en el que se hace ostensible la forma de ser y la cultura c¨ªvica de sus vecinos. En Hispanoam¨¦rica, hasta principios del siglo XX se la impon¨ªa por Ordenanza; de similar forma se proced¨ªa en Holanda porque las ciudades ten¨ªan que estar impolutas, limpias para evitar las pestes cuando los sistemas de evacuaci¨®n de aguas eran precarios. Luego, se ha hecho costumbre; es parte de la forma de comportarse los holandeses con su pueblo e, incluso con sus casas. Las decoran con gusto exquisito para hacer agradable la vida. Es f¨¢cil comprender que se comporten de forma similar con la casa de todos: la ciudad.
La ciudad, de ser un espacio de todos, ha pasado a ser de nadie. ?Se han dado cuenta los pol¨ªticos?
Hasta hace pocos, a?os los pueblos blancos andaluces sorprend¨ªan por su limpieza y belleza. Con frecuencia, sus calles empinadas resultaban ser paseos llenos de luz, penumbra, plantas y flores. Los due?os de casa se esmeraban por mantener limpia la parte de acera y de calle que les correspond¨ªa. Eran un ejemplo rebosante de sentido com¨²n.
Hasta que llegaron los pol¨ªticos incultos. La rugosidad de los muros la cambiaron por el alisado y al azulejo que correspond¨ªa al ba?o permitieron ponerlo en las fachadas. Se inici¨® la sobrevaloraci¨®n del hormig¨®n (enferm¨® en muchos sitios, no soport¨® el terremoto en Lorca) antes que de las t¨¦cnicas tradicionales (en extinci¨®n). Al mismo tiempo, se hizo la apolog¨ªa del objeto industrial (unos altos, otros que parecen setas y otros simplemente feos) antes que la del sujeto. A este se lo convirti¨® en consumidor y, una vez despojado de toda responsabilidad colectiva y social, aprendi¨® a ejercer su m¨¢s imp¨²dico individualismo.
La falsa modernidad asumida por complejo antes que por conocimiento o vivencia, despu¨¦s de contaminar las grandes ciudades lleg¨® hasta a los peque?os pueblos. Los gobernantes, por acci¨®n (mal ejemplo) y por omisi¨®n (no aplicaci¨®n de la ley ni de la norma) hicieron todo para que se perdiera el pudor c¨ªvico, o sea, para que apareciera la indiferencia ciudadana, tan patente hoy hasta en la capital de Andaluc¨ªa. Aquella indolencia que no permite reaccionar cuando se ve a los coches de caballos ocupar y ensuciar el espacio de los peatones (Conjunto Patrimonio de la Humanidad); al vecino orinar en los espacios p¨²blicos (los servicios del parque de Mar¨ªa Luisa no est¨¢n en condiciones); a los coches en doble o triple fila (calle Amador de los R¨ªos), al carril-bici ocupado con mesas a pesar de disponer de otro espacio (calle Arroyo y Laguillo), a la valla que expulsa de su lugar al peat¨®n, (cafeter¨ªa de la Avenida de la Constituci¨®n), al ni?o y a los j¨®venes que tranquilamente tiran papeles en la acera; a los propietarios que han convertido La Cartuja en un laberinto vallado de dif¨ªcil acceso; al desaprensivo que aparca en sitios prohibidos (centro hist¨®rico); a los gorrillas que se apropian de las calles; al empresario que cubre con g¨¦nero las fachadas y pone mesas donde le apetece (barrio Santa Cruz).
La ciudad de ser un espacio de todos, ha pasado a ser de nadie. ?Se han dado cuenta los pol¨ªticos? En este contexto la funci¨®n pedag¨®gica de la ciudad ha degenerado. Es grave y perjudicial que al ciudadano se lo haya convertido en usuario (l¨ªmpiense las calles que para eso pago mis impuestos) y al administrador en ejecutivo gestor (lo prioritario es el dinero, no el buen ejemplo).
Por lo general, cuando hay nuevo alcalde se nota el cambio, pero no solamente de talante (el anterior autoritario, este contemplativo) sino tambi¨¦n en el tratamiento de los problemas. Bien lo sabe la alcaldesa de C¨¢diz. La zona azul en el centro fue la pen¨²ltima medida del criticado alcalde anterior. No est¨¢ mal pero, mejor ser¨ªa seguir el ejemplo de Florencia, Friburgo, Malmoe, Sutton o M¨²nich.
Ojal¨¢ a la simpat¨ªa del sevillano se pudiera a?adir su exigencia para mantener limpia su bella ciudad en la que, adem¨¢s sus gobernantes tomaran en cuenta la opini¨®n de los vecinos, cumplieran e hicieran cumplir las normas de convivencia; dice el 15-M.
Jorge Benavides Sol¨ªs es doctor arquitecto y profesor titular de la Escuela T¨¦cnica Superior de Arquitectura de Sevilla.
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