Las cartas, ?se acuerdan?
Lo de abrir la correspondencia ajena es indecente; claro que, si se trata de cartas que han sido publicadas y est¨¢n al alcance de cualquiera, pues bueno, la mala conciencia queda tan repartida que acaba por diluirse. Los autores de las que nos ocupan, ?pensar¨ªan siquiera en la posibilidad de que sus palabras de amor pudieran hacerse p¨²blicas? Anton Ch¨¦jov ya gozaba de prestigio como cuentista y dramaturgo cuando conoci¨® a Olga Knipper, gran actriz del Teatro de Arte de Mosc¨² bajo la direcci¨®n de Konstantin Stanislavski; fue el d¨ªa que ella cumpl¨ªa los 30, durante una funci¨®n de La gaviota, obra en la que hac¨ªa de Arkadina. Desde entonces, 1898, y hasta que Ch¨¦jov muri¨® de tuberculosis en 1904, mantuvieron una relaci¨®n amorosa a distancia a causa de la delicada salud de ¨¦l. Llegaron a casarse en secreto, pero vivieron separados; ella en Mosc¨², ¨¦l en Yalta. Parte de la correspondencia que ambos intercambiaron durante esos seis a?os es la que ha dado inicio al ciclo Cartes Lliures del Teatre Lliure, coordinado y dirigido por Pau Carri¨®, y que en ocho martes repartidos a lo largo de la temporada nos permitir¨¢ seguir hurgando en la intimidad de otros escritores.
CARTES LLIURES
Anton Tx¨¨khov i Olga Knipper. Int¨¦rpretes: Anna Lizar¨¢n, David Selvas. Pianista: Rafael Plana. Versi¨®n, dramaturgia y direcci¨®n: Pau Carri¨®.
Teatre Lliure de Gr¨¤cia.
Barcelona, 1 de noviembre.
La noche del martes, mientras David Selvas le¨ªa las cartas de Ch¨¦jov y Anna Lizar¨¢n las de Knipper, pensaba en la impudicia del acto: ?es publicable todo lo que escribe un escritor?, ?su intimidad tambi¨¦n?; y en la impunidad de llevar a escena esa intimidad. Peter Brook lo hizo en 2003 con Michel Piccoli y Natasha Parry: las mismas cartas con otra dramaturgia y desde luego otra direcci¨®n. Y pensaba tambi¨¦n en c¨®mo ha cambiado el panorama epistolar, no ya desde los correos electr¨®nicos y los SMS, sino incluso desde el montaje de Brook, con los nuevos chats de WhatsApp y la proliferaci¨®n de las redes sociales. M¨¢s all¨¢ de lo mejor o peor que est¨¦n los int¨¦rpretes -y en el caso de Selvas y Lizar¨¢n, ambos se mostraron en todo momento como ellos mismos leyendo lo que hab¨ªan escrito los rusos, con complicidad y humor, pero sin voluntad de ponerse en la piel de aquellos-, asistir a una de estas lecturas es volver a recordar esos tiempos de espera entre carta y carta en los que el resto quedaba en suspenso, es evocar el pulso tembloroso al escribirlas a mano y es revivir, no sin nostalgia, la emoci¨®n de recibirlas, con sus sobres y sus sellos.
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