Hipn¨®tico choque de planetas
Asocio desde sus fulgurantes comienzos la identificable carrera de ese director tan personal, extra?o, a veces fascinante, en otras insoportable, experimentador con causa o sin ella, destroyer vocacional o sofisticado, gur¨² del publicitado y prescindible Dogma, llamado Lars von Trier, con el festival de Cannes. Esa plataforma de la trascendencia bautiz¨® El elemento del crimen y ofreci¨® distinguida y permanente morada al dan¨¦s ?genial?, zumbado e inimitable. Acostumbrado a que sus mordaces o extravagantes palabras nunca se las llevara el viento, a la provocaci¨®n vocacional o calculada, Lars von Trier fue escandalosa y multitudinaria noticia en el ¨²ltimo Cannes no ya por la ¨²ltima obra que hab¨ªa engendrado su torturada imaginaci¨®n, que es lo ¨²nico que nos debe importar a los cin¨¦filos, sino por haber expresado p¨²blicamente certidumbres tan peligrosas y b¨¢rbaras como que le ca¨ªa simp¨¢tico Hitler. Von Trier no solo fue expulsado a perpetuidad de Cannes, sino que puede tener muy cruda la financiaci¨®n, distribuci¨®n y exhibici¨®n de sus futuros proyectos. Ser¨ªa lamentable que declararan proscrita la expresividad de este artista. Y, por supuesto, que sus opiniones, obedezcan a la sinceridad abyecta o a la boutade irresponsable contra la correcci¨®n pol¨ªtica, merecen que se le administre un lapo al consentido, fatigoso y envejecido enfant terrible. Por gilipollas, por bocazas, por jugar permanentemente a la transgresi¨®n.
MELANCOL?A
Direcci¨®n: Lars von Trier.
Int¨¦rpretes: Kirsten Dunst, Charlotte Gainsbourg, Kiefer Sutherland, John Hurt, Alexander Skarsg?rd.
G¨¦nero: drama. Dinamarca, 2011.
Duraci¨®n: 130 minutos.
Me empapa la atm¨®sfera sombr¨ªa y determinista del director dan¨¦s
A diferencia de tanto incondicional feligr¨¦s de su cine, yo me asomo a sus pel¨ªculas con mosqueo. Este desaparece inmediatamente ante la potencia emocional de Rompiendo las olas y Bailar en la oscuridad. Pero casi siempre me pone de los nervios, incluyendo el sadomasoquismo complacido y la vacuidad con pretensiones tenebrosas y apocal¨ªpticas de Anticristo.
Insiste en que todo se va a acabar ya en Melancol¨ªa. C¨¢mara en mano. Describiendo la boda de una pareja rubia, sonriente, presuntamente enamorada. Pero suena la Novena sinfon¨ªa de Beethoven y el retratista de la plenitud se llama Lars von Trier. Tiene que haber gato encerrado. Lo hay. La dama es bipolar. Todo empieza a oler a podrido, a crep¨²sculo inevitable y feroz en la marcha de pompa y circunstancias que le ha montado su protectora hermana a la rubia depresiva. Se acerca el planeta Melancol¨ªa a la tierra, esa tierra en la que seg¨²n uno de los dolientes protagonistas se ha pervertido la vida, con la certeza tr¨¢gica de que es la ¨²nica que existe.
La descomposici¨®n moral de esa familia y la desolada tristeza de la bipolar son el preludio de un final que va a devorar igualmente a la inocencia y al hast¨ªo, a los que buscaban un refugio en el orden sentimental y a los que ya han renunciado. Como en los sue?os malos, todo me resulta desasosegante, pegajoso, tenso e irracional en esta pel¨ªcula. Me hipnotiza, no s¨¦ si para bien o para mal, me empapa esa atm¨®sfera determinista y sombr¨ªa, hay im¨¢genes con la fuerza, el misterio, la hermosura y el poder evocador de esas pinturas que siempre te remueven. Y puedo entender la desbandada, la incomprensi¨®n, el estupor o la irritaci¨®n de los espectadores que no conecten con esta pesadilla de final tan consecuente como est¨¦tico. Me ha ocurrido frecuentemente con este creador tan perverso como incuestionable. En Melancol¨ªa me siento fascinado y temeroso en la antesala del Apocalipsis. Y respiro al ver la luz de la calle. Pero no olvido lo que me han contado. Porque me he sentido dentro.
Babelia
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