'El Rey Le¨®n' tiene un problema (o dos)
El Rey Le¨®n se anuncia como "el musical que conmueve al mundo". A m¨ª me ha deslumbrado (a ratos), me ha divertido (a ratos), me han gustado las melod¨ªas m¨¢s africanas de su partitura, me ha provocado rendida admiraci¨®n el enorme empe?o del equipo (ese entregad¨ªsimo elenco multinacional de int¨¦rpretes sudafricanos y latinos que no s¨®lo cantan y bailan sino que realizan un gran trabajo gestual y f¨ªsico, con m¨¢scaras y marionetas bunraku), pero conmoverme, lo que se dice conmoverme, no me ha conmovido. El arranque, tan fastuoso como apabullante, muestra bien a las claras la estrategia de Julie Taymor, demiurga del asunto y, por lo que se ve, amiga de poner todos los huevos en la misma cesta. Se alza un sol como un melocot¨®n gigante y ante los reyes Mufasa y Sarabi (que no pueden evitar tener nombres de mutua m¨¦dica) desfila una gran parada de animales que vienen a rendir pleites¨ªa al le¨®n reci¨¦n nacido. Imposible contabilizar, delimitar, absorber ese ej¨¦rcito de gacelas, jirafas, cebras y garzas de ca?a y madera, de tela y papel, que desbordan el escenario del Lope de Vega, y cuando has comenzado a hacerlo, un elefante de tama?o natural hace su entrada por el patio de butacas para pasmo y arrebato general, pero casi no da tiempo de mirar porque ya todos en escena bailan como en trance, y el coro canta The Cycle of Life, y no sabes si tu diafragma vibra por la emoci¨®n o por el retumbe del alt¨ªsimo volumen. Predominan tres sensaciones y tampoco sabes por cu¨¢l decidirte: a) ensue?o lis¨¦rgico estilo Los tres caballeros; b) sesi¨®n de papiroflexia gigante de un universo paralelo, o c) galer¨ªa con sobredosis de cuadros del aduanero Rousseau. Pongo mi memoria a c¨¢mara lenta para tratar de hacer balance. En primer lugar, lo que salta a la vista: decir que m¨¢scaras, marionetas, vestuario, iluminaci¨®n, maquillaje y escenograf¨ªa son superlativos es quedarse corto, y no cito a todos sus responsables porque esto parecer¨ªa el list¨ªn de Tokio. La banda suena con fuerza y nitidez, pero, de nuevo, ?podr¨ªan bajar un poco ese volumen? Muy eficaces y con chispa las versiones castellanas de libreto y cantables, que firma Jordi Galcer¨¢n. (No hace falta se?alar que el libreto de Roger Allers e Irene Mecchi es muy flaquito, como los de casi todos los musicales de hoy destinados al consumo familiar: tramas sint¨¦ticas, personajes esquem¨¢ticos).
Imponente, con carisma y majestad, el Mufasa de David Comrie, y vivaces el joven Simba (David Garc¨ªa) y la joven Nala (Aroa Casi Castro)
Han sido tantos los prodigios que durante la segunda parte tienes la sensaci¨®n de que ya lo has visto todo: derroche se llama esa figura
Imponente, con carisma y majestad, el Mufasa de David Comrie, y vivaces el joven Simba (David Garc¨ªa) y la joven Nala (Aroa Casi Castro). Estupendo (l¨ªnea reinaza viperina) el Scar de Sergi Albert, que ya brillaba como Sir Galahad en Spamalot; y salad¨ªsimo el terceto de c¨®micos: el c¨¢lao Zazu (Esteban Oliver, muy a lo Gene Wilder), el jabal¨ª pet¨®mano Pumbaa (Albert Gracia) y la mangosta Tim¨®n (David ?vila, que parece pose¨ªdo por el esp¨ªritu de Pepe da Rosa). El mandril Rakifi corre a cargo de Brenda Brinzo Mholongo, que tiene una gran potencia vocal, pero acerca peligrosamente el personaje al perfil de una hechicera con sobredosis de peyote. Las canciones de Elton John y Tim Rice no me parecen la monda. Me quedo con el mambo Be Prepared de Scar y con la resultona I Just Can't Wait To Be King del principito Simba, aunque me suenan a descartes de El libro de la selva (la muy popular Hakuna Matata, que cierra la primera parte, parece otro descarte, pero cruzado con el lejano Don't worry, be happy de Bobby McFerrin). En mi oreja ganan por goleada las composiciones corales (?y menudos coros!) de Lebo M (Grasslands Chant) o el lamento de Rakifi, ba?adas por el mismo r¨ªo donde bebi¨® el Graceland de Paul Simon. Entre los highlights de la primera parte rescato tambi¨¦n la escena de padre e hijo en la sabana (que contiene toda la emoci¨®n que le falta al exang¨¹e momento de la muerte) y la visita al cementerio de elefantes, con un esqueletazo que ni el de Alien. La estampida de ?us no acaba de provocar el zurriagazo necesario, aunque reconozco que no es el material m¨¢s f¨¢cil de evocar en un escenario.
El Rey Le¨®n tiene un problema gordo y ese problema sobreviene tras el intermedio. Han sido tantos los prodigios (casi se me olvidaban, por cierto, los preciosos juegos de sombras, a la manera del teatro balin¨¦s) que durante la segunda parte tienes la sensaci¨®n de que ya lo has visto todo: derroche (o desequilibrio) se llama esa figura. ?nica y poderosa excepci¨®n: la impresionante m¨¢scara del padre flotando en el cielo nocturno al conjuro de Rakifi. Por otro lado, en el feudo musical mandan las baladas al sirope: jurar¨ªa que tanto Endless Night como Can You Feel the Love Tonight ya las hab¨ªa o¨ªdo antes unas doscientas veces en los musicales de la sociedad Webber & Sch?nberg, no s¨¦ si me explico. Hay otro problema dentro del problema, y por partida doble: Carlos Rivera y Daniela Pobega (Simba y Nala adultos), para cuyo casting parecen haber antepuesto las dotes vocales (que son muchas) a la llam¨¦mosle flexibilidad actoral. Lo dir¨¦ de otra forma: no brotan precisamente chispas entre los dos (ll¨¢menle feeling, ll¨¢menle qu¨ªmica, ll¨¢menle como quieran) porque Carlos Rivera parece la respuesta mexicana a Victor Mature, y porque alguien no le ha dicho a la brasile?a Daniela Pobega que el castellano fon¨¦tico enfr¨ªa cualquier papel en ese idioma, por muy felinos que sean sus movimientos, que lo son y desde aqu¨ª se celebran. As¨ª las cosas, la parte del le¨®n de la segunda parte (como dir¨ªa Groucho) se la llevan tan guapamente los c¨®micos (Gracia & ?vila), cosa que tambi¨¦n se celebra pero que requerir¨ªa un ajuste fino: algo pasa, pongamos por caso, en Mucho ruido para nada cuando apenas recordamos a Beatrice y Benedict y volvemos a casa celebrando las gracias de Dogberry y sus fools por muy bien que lo hayan hecho.
No se pierdan: a Concha Velasco en Concha / Yo lo que quiero es bailar (Jos¨¦ Mar¨ªa Pou, Goya); a Pere Arquillu¨¦ en ?Qui¨¦n teme a Virginia Woolf? (Daniel Veronese, Romea); a Eva Rufo en El perro del hortelano (Eduardo Vasco, Pav¨®n). Vayan reservando, que se lo cuento en breve.
El Rey Le¨®n. Teatro Lope de Vega. Madrid. Hasta el 31 de marzo. www.elreyleon.es.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.