?Fue Albert Camus asesinado por el KGB?
Los diarios del checo Jan Zabrana recogen que el accidente automovil¨ªstico en el que muri¨® en 1960 el premio Nobel franc¨¦s fue orquestado desde Mosc¨² por su condena a la invasi¨®n de Hungr¨ªa
El pasado agosto el Corriere della Sera habl¨® del asesinato de Albert Camus a manos de la KGB. El diario italiano citaba al eslavista Giovanni Catelli, este citaba una entrada de los diarios del checo Jan Zabrana, y Zabrana, su encuentro con alguien pr¨®ximo a la inteligencia sovi¨¦tica. Seg¨²n esa versi¨®n, lo que fuera considerado en 1960 un accidente mortal de tr¨¢fico hab¨ªa sido, en el fondo, un asesinato pol¨ªtico. Camus pagaba de ese modo su condena de la invasi¨®n sovi¨¦tica a Hungr¨ªa y el apoyo ofrecido a Boris Pasternak para el Nobel.
"Escuch¨¦ algo sumamente extra?o de boca de un hombre que sab¨ªa muchas cosas y contaba con fuentes bien informadas", anot¨® Zabrana en su diario. Aquel hombre confes¨® que el accidente automovil¨ªstico hab¨ªa sido orquestado desde Mosc¨². Ofreci¨® detalles de la operaci¨®n (un artefacto seg¨® el neum¨¢tico que giraba a alta velocidad) y del procedimiento: la orden ven¨ªa del propio ministro de Exteriores, Shep¨ªlov, a quien Camus hab¨ªa acusado de las muertes ocurridas en Hungr¨ªa. (Acerca de la URSS, Camus escribi¨® en otra ocasi¨®n: "Que ese r¨¦gimen concentracionario sea adorado como el instrumento de la liberaci¨®n y como escuela de la felicidad futura..., eso es lo que combatir¨¦ hasta el fin").
Camus muri¨® en el acto, el cr¨¢neo fracturado y el cuello roto. La carretera era recta en aquel tramo
La edici¨®n en espa?ol de los diarios de Zabrana recoge solo una d¨¦cima parte del original checo
Zabrana no dej¨® pistas acerca de la identidad del confidente. Su viuda (¨¦l muri¨® en 1984) se inclina por dos candidatos: un checoestadounidense profesor de literatura rusa en la Universidad de Cornell y un profesor checo en la Universidad canadiense de Waterloo. De ellos, solamente vive el segundo, que evit¨® comentar la noticia.
Ganador del Nobel de Literatura en 1957, Albert Camus compr¨® con dinero del premio un antiguo criadero de gusanos de seda en Lourmarin, en la Provenza. Hizo obras en el edificio, recorri¨® los anticuarios locales hasta conseguir amueblarlo del todo, mand¨® traer un piano de Par¨ªs. Convirti¨® el granero en despacho, y prometi¨® al anterior propietario que cuidar¨ªa de los olivos del jard¨ªn. A los 45 a?os de edad coment¨® a unos amigos: "Por fin he encontrado el cementerio donde ser¨¦ enterrado".
En esa casa, acompa?ado de su esposa y de sus hijos gemelos, celebr¨® la Nochevieja de 1959. Camino de Par¨ªs llegaron los Gallimard (de la familia de su editor) que le eran m¨¢s cercanos: Michel, su mujer Janine, Anne, un perro. Y a la hora de marcharse ¨¦l hizo subir al tren a su esposa e hijos, y decidi¨® hacer el viaje con los Gallimard.
Michel condujo su Facel-Vega, Janine cedi¨® el puesto de copiloto a Camus. Viajaron sin prisas: visitaron a unos amigos, comieron en Orange. Cenaron en una hospeder¨ªa cerca de M?con, donde brindaron por el nuevo a?o y por los 18 a?os reci¨¦n cumplidos de Anne. Al d¨ªa siguiente, despu¨¦s de una comida ligera en Sens, retomaron el viaje. En las proximidades de Villeblevin, un pueblito del departamento de Yonne, el Facel-Vega se sali¨® de la carretera de un bandazo, choc¨® contra un pl¨¢tano, rebot¨® contra otro ¨¢rbol y se hizo pedazos.
Michel Gallimard falleci¨® a los cinco d¨ªas. Su mujer y su hija salieron indemnes. Del perro no se tuvo m¨¢s noticia. Camus muri¨® en el acto, el cr¨¢neo fracturado y el cuello roto. En uno de sus bolsillos fue encontrado el billete de vuelta a Par¨ªs que no utilizar¨ªa. En el maletero del coche, el manuscrito inconcluso de la novela El primer hombre, publicada d¨¦cadas m¨¢s tarde por su hija.
La carretera era recta en aquel tramo. Los peritos hablaron de bloqueo de una rueda y de rotura de un eje. El m¨¦dico personal de Camus lleg¨® a reconocer que el estado de sus pulmones no le habr¨ªa permitido hacerse viejo. A la luz del viaje tan casual que hiciera con los Gallimard y del zigzagueante retorno a Par¨ªs podr¨ªa desestimarse la hip¨®tesis del asesinato pol¨ªtico. Aunque m¨¢s casual y zigzagueante pod¨ªan mostrarse los servicios secretos sovi¨¦ticos.
Consultado acerca del asesinato, el bi¨®grafo Olivier Todd se resisti¨® a aceptar tal hip¨®tesis. Sus investigaciones en los archivos secretos sovi¨¦ticos no arrojaron indicio alguno que pudiese alentarla. Y, si bien un informe enviado por el Partido Comunista Argelino al Partido Comunista Franc¨¦s y de all¨ª a Mosc¨² consignaba: "Hay que proceder a algunas depuraciones de agentes provocadores troskistas como Camus", ese informe estaba fechado en 1937.
Todd reconoci¨®, sin embargo, que los fondos examinados por ¨¦l mostraban c¨®mo Mosc¨² utilizaba a los checos para los trabajos sucios. (Quiz¨¢s el interlocutor de Jan Zabrana sab¨ªa de qu¨¦ hablaba). Aunque Praga era, adem¨¢s de campamento de reclutaciones, gran mentidero de la guerra fr¨ªa. Y por la ciudad pululaban sospechas (bastante descabelladas algunas) que apuntaban a Mosc¨² igual que, tres siglos antes, en torno a la derrota de la Monta?a Blanca, cundieron fant¨¢sticos rumores en contra del catolicismo.
Jan Zabrana era lector de libros prohibidos, radioyente clandestino de emisoras occidentales. Reconstru¨ªa detectivescamente cuanto ocurr¨ªa en el mundo. El 31 de diciembre de 1973 anot¨®: "Anteayer se public¨® en Par¨ªs el nuevo libro de Solzhenitzin, el Archipi¨¦lago Gulag. ?Una novela? ?Un reportaje? Hasta ahora no s¨¦ nada m¨¢s. El acr¨®nimo Gulag lo conozco del ep¨ªlogo de El doctor Zhivago".
Narrador y poeta, la prohibici¨®n de publicar sus textos le dej¨® como ¨²nica salida la traducci¨®n literaria. Tradujo de los dos principales idiomas contendientes de la guerra fr¨ªa: a Pasternak y Mandelstam, a Ginsberg y Plath. Su ¨²nico delito consist¨ªa en descender de pol¨ªticos socialdem¨®cratas. Sus padres fueron encarcelados al llegar los comunistas al poder, y la casa familiar termin¨® expropiada. ?l tuvo cerrado el acceso a los estudios superiores (ni siquiera en seminarios teol¨®gicos consigui¨® estudiar) y, recluido en el pa¨ªs bajo restricciones de libros y de ideas, cada dato lejano que obten¨ªa tuvo que resultarle precioso.
En sus diarios calibra las equivocaciones pol¨ªticas de Pound y Sartre y Ginsberg y Eluard y Evtushenko: practica una entomolog¨ªa no reducida a los ejemplos locales. As¨ª, anota nombres de escritores cubanos encarcelados por el r¨¦gimen castrista o lamenta que no llegue de una vez la desaparici¨®n de Franco. Esas notas versan tambi¨¦n sobre el oficio de traductor, la perversi¨®n pol¨ªtica de la lengua, el envejecimiento y la muerte. Son p¨¢ginas excelentes, que lo colocan entre los grandes escritores de diarios del pasado siglo. ("A partir de los 45 me paso la vida escribi¨¦ndole a alguna gente para contarles cu¨¢nto los quiero. Y no es porque los quiera, es para que no me maten", apunt¨®. A la misma edad en que Camus dijo encontrar su cementerio, ¨¦l tuvo tambi¨¦n c¨¢lculos de muerte).
La edici¨®n en espa?ol de estos diarios -Toda una vida, Melusina, 2010- constituye solamente una d¨¦cima parte del original checo. Coincide en selecci¨®n con las ediciones italiana y francesa, y ninguna de ellas incluye la referencia al asesinato de Camus. Tan extra?a decisi¨®n editorial, la de dejar fuera de los extractos traducidos una noticia as¨ª, permite suponer cu¨¢nto de apasionante habr¨¢ quedado inalcanzable para quien no lea checo.
El final de Albert Camus como ajuste de cuentas remite a unas p¨¢ginas m¨¢s imposibles todav¨ªa. No por escritas en checo, sino por inescritas: las que habr¨ªa compuesto Leonardo Sciascia, precisamente colaborador del Corriere della Sera, con todo este asunto. Sciascia, que dedic¨® un volumen al secuestro y asesinato de Aldo Moro, que investig¨® los pormenores del suicidio de Raymond Roussel y la desaparici¨®n del f¨ªsico Ettore Majorana, ?qu¨¦ bien se habr¨ªa ocupado de los detalles automovil¨ªsticos de la muerte de Camus, de los rumores del espionaje sovi¨¦tico en Praga, de las suposiciones de la viuda de Zabrana y del silencio guardado por ese profesor que a¨²n queda vivo!
Antonio Jos¨¦ Ponte es escritor y vicedirector del Diario de Cuba.
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