Libia, la 'shar¨ªa' y nosotros
Por su experiencia con los rebeldes libios, el autor defiende que la minor¨ªa que concibe la shar¨ªa en el sentido fan¨¢tico no triunfar¨¢ sobre el ideal democr¨¢tico en la nueva Libia
Qu¨¦ pensar sobre el asunto de la shar¨ªa? ?Podr¨ªa resultar que hayamos apoyado a los insurgentes de Bengasi solo para encontrarnos con un Estado que proh¨ªbe el divorcio y reinstaura la poligamia? Precisiones. Explicaciones.
1. Todo parte de una frase. Una ¨²nica frase. Desde luego, no la pronunci¨® cualquiera, sino Mustaf¨¢ Abdeljalil, presidente del Consejo Nacional de Transici¨®n y padre de la victoria. Pero, presidente o no, Abdeljalil es miembro de un Consejo cuyas decisiones son colegiadas. Y este Consejo es, como su nombre indica, un ¨®rgano de transici¨®n que no tiene por vocaci¨®n promulgar las leyes de la futura Libia.
Abdeljalil ha expresado una opini¨®n.
Tal vez, un deseo.
Puede que ni siquiera se trate de un deseo, sino de una garant¨ªa concedida a la minor¨ªa de combatientes islamistas que pag¨® el tributo m¨¢s alto durante la liberaci¨®n.
?Podr¨ªa ser que hayamos apoyado a los insurgentes para lograr un Estado que proh¨ªbe el divorcio y reinstaura la poligamia?
A esta Libia rota por 42 a?os de despotismo, no le pidamos que en tres meses sea patria de los derechos humanos
Y aunque hubiera expresado el fondo de su pensamiento, ?qu¨¦ peso tendr¨ªa eso, dado que se ha comprometido, como todo el CNT, a no aspirar a ning¨²n puesto en la Libia posterior a la transici¨®n?
Para saber c¨®mo ser¨¢ esa Libia, habr¨¢ que esperar a la Asamblea Constituyente, que tendr¨¢ lugar dentro de ocho meses. Luego, a las elecciones generales. Y, finalmente, a ver qu¨¦ tipo de Gobierno sale de ellas. Pretender que una simple frase pronunciada en el calor de un mitin -por un hombre importante, s¨ª, pero a punto de salir de escena- baste para que el pa¨ªs se tambalee es prueba de mala voluntad.
2. Hay shar¨ªas y shar¨ªas. Y antes de entonar la gran letan¨ªa de la regresi¨®n y la glaciaci¨®n, hay que saber de qu¨¦ se habla.
Para empezar, shar¨ªa no es una palabrota.
Como yihad (que significa "esfuerzo espiritual" y los islamistas terminaron traduciendo como "guerra santa"), como fetua (que quiere decir "pronunciamiento religioso" y, debido al caso Rushdie, el mundo se acostumbr¨® a entender como "condena a muerte"), la palabra shar¨ªa es objeto de una despiadada guerra sem¨¢ntica, pero, por suerte, para la mayor¨ªa de los musulmanes sigue significando algo eminentemente respetable.
Este t¨¦rmino aparece cinco veces en el Cor¨¢n y las traducciones francesas lo vierten a esa lengua como "v¨ªa".
No es el nombre de un "c¨®digo" ni, a¨²n menos, de un cors¨¦ exhaustivo de reglas, sino de un conjunto de "valores" sometidos a la interpretaci¨®n de los doctores.
Es un t¨¦rmino gen¨¦rico, es decir, que les corresponde a los legisladores proponer una aplicaci¨®n m¨¢s o menos evolutiva, m¨¢s o menos estricta.
Dicho esto, la pr¨¢ctica totalidad de los pa¨ªses musulmanes se remiten a la shar¨ªa.
La mayor¨ªa, incluida la Libia de Gadafi a partir de 1993, ha hecho de ella una de las fuentes de la ley.
Y, cuando no es as¨ª, como ocurre en Marruecos, es porque el islam es la religi¨®n del Estado.
El problema es pues saber qu¨¦ implica ese vocablo: ?la lapidaci¨®n de la mujer ad¨²ltera, como en Ir¨¢n?, ?la amputaci¨®n de los ladrones, como en Arabia Saudita?, ?o bien un compendio de preceptos morales que, por ejemplo en Egipto, se esfuerzan en combinar con el C¨®digo Napole¨®nico?
3. Evidentemente, a partir de ah¨ª queda planteada la cuesti¨®n de la v¨ªa que escoger¨¢ Libia.
Evidentemente, se prepara una nueva batalla, esta vez ideol¨®gica, en la que se tratar¨¢ de arbitrar entre la minor¨ªa que concibe la shar¨ªa en el sentido de los fan¨¢ticos y aquellos que quieren verla concertarse con el ideal democr¨¢tico.
Evidentemente, tenemos un papel que desempe?ar en esta segunda batalla, pues les corresponde a los amigos de la nueva Libia, a los aliados que la han ayudado a liberarse de una de las dictaduras m¨¢s sangrientas de la ¨¦poca, ayudarla tambi¨¦n a no caer bajo el yugo de otra tiran¨ªa.
Pero, por caridad, basta de mala fe.
No volvamos a hacerles a los libios la jugada, en versi¨®n civil, del famoso "estancamiento" que, al cabo de ocho d¨ªas de bombardeos, hac¨ªa que a algunos el tiempo les pareciese eterno.
Y no le pidamos a esta Libia rota por 43 a?os de despotismo, no le pidamos a este pa¨ªs sin Estado, sin tradici¨®n jur¨ªdica, sin verdadera sociedad civil, que se convierta en tres meses en una patria de los derechos humanos.
Treinta a?os despu¨¦s de Solidarnost, la democracia polaca a¨²n busca su verdadera identidad.
Rusia no ha llegado m¨¢s all¨¢ de Putin.
Francia necesit¨® un Terror, una Restauraci¨®n, dos Imperios y varios ba?os de sangre para materializar el ideal republicano de 1789 y, despu¨¦s, la idea de laicismo.
?Y hay quien quiere que Libia pase de la oscuridad a la luz?
La batalla ser¨¢ ardua.
Se producir¨¢n bandazos, regresiones, momentos de confusi¨®n.
Pero conozco bastante a los hombres y mujeres que, en Bengasi o Misrata, propiciaron esta revoluci¨®n para saber que no se dejar¨¢n confiscar los derechos conquistados en tan dura lucha.
La Libia pos-Gadafi se ha convertido en un importante escenario del gran cisma que recorre el mundo musulm¨¢n, del enfrentamiento hist¨®rico (y, en adelante, democr¨¢tico) entre las dos concepciones del islam: el islam de las Luces y el de las tinieblas, el de los moderados y el de los extremistas, el de la mano tendida a Europa y el de la guerra de civilizaciones; y apuesto a que, en ese escenario, la victoria corresponder¨¢ a los amigos de la libertad. -
Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.