Desaf¨ªos del coraz¨®n
El rey de las emociones es el cerebro, resuelve la ciencia. Y sin embargo, la intuici¨®n y el sentimiento siguen susurrando a nuestros o¨ªdos que el coraz¨®n nunca ha perdido su poder para seducirnos. Los ecos de esta batalla hoy perdida resuenan a su favor desde el fondo de la historia. Arist¨®teles cre¨ªa que el coraz¨®n era el centro supremo: la ambici¨®n, el amor, el odio, el coraje, el valor. Todo palpita y se siente por encima del t¨®rax. ?No nos ocurre ahora exactamente eso? En los tiempos de este matem¨¢tico y fil¨®sofo, el coraz¨®n y la mente eran una misma cosa, y el cerebro, un mero refrigerador de la sangre. Hip¨®crates, el padre de la medicina, y Plat¨®n cre¨ªan lo contrario. La emoci¨®n anida en el cerebro. Fue el m¨¦dico romano Galeno, en el siglo II despu¨¦s de Cristo, quien decant¨® la batalla a favor del cerebro, como el centro de las sensaciones. ?Por qu¨¦, a pesar de ello, el coraz¨®n se ha colado en nuestro lenguaje, en el arte, en la forma de pensar, en nuestra personalidad, a lo largo de estos siglos?
Arist¨®teles lo ve¨ªa como el centro supremo de todo: de la ambici¨®n, el amor, el odio, el coraje, el valor...
Una compa?¨ªa de Estados Unidos ofrece un ¨®rgano artificial que proporciona algunos meses de vida
Una importante l¨ªnea de investigaci¨®n busca c¨®mo incitar al coraz¨®n da?ado a que se regenere a s¨ª mismo
Fabrica oxitocina, hormona relacionada con el amor, las relaciones sexuales y los lazos entre mam¨¢ y beb¨¦
1 ?Por qu¨¦ lo asociamos con el centro
de las emociones?
No es un asunto banal. El ser humano y lo que crea a su alrededor no puede entenderse si se rebaja el coraz¨®n a la categor¨ªa de un mero impulsor de la sangre. Una mir¨ªada de expresiones que dan sentido a la literatura y la expresi¨®n art¨ªstica, que han esculpido nuestra cultura, deben su existencia al coraz¨®n. El director y productor de cine Antonio Isasi-Isasmendi desgrana algunas de ellas, que forman parte de nuestra experiencia cotidiana: Le entreg¨® su coraz¨®n / Tiene buen coraz¨®n / Tiene un coraz¨®n de hierro / No s¨¦ c¨®mo tienes coraz¨®n para hacer eso / Tiene mal coraz¨®n / Le destroz¨® el coraz¨®n / No le cabe el coraz¨®n en el pecho / Fue una corazonada... cargadas de significado y sentido. El coraz¨®n, asegura este artista, "es fundamental en el cine, en el teatro, en las historias, en los guiones..., en cualquier manifestaci¨®n art¨ªstica. Lo s¨¦ por propia experiencia. No hay que olvidar las actitudes o sensaciones por las que pasan continuamente los personajes a lo largo de su creaci¨®n, o en su parte interpretativa, y que tengan como soporte el apoyo emocional y sensible, y las mil incidencias a que da motivo la marcha de nuestro coraz¨®n". Estamos impregnados de coraz¨®n en todo lo que hacemos, en el d¨ªa y d¨ªa. Ese es el primer desaf¨ªo de los cinco que recogemos en El Pa¨ªs Semanal.
El coraz¨®n es omnipresente en la literatura, como el aire que respiramos. En la inolvidable novela 1984, de George Orwell, que describe terror¨ªficamente un sistema totalitario en el que hasta la expresi¨®n de los sentimientos le hace a uno sospechoso y puede conducirlo a la muerte, el protagonista Winston oye a una lavandera cantar en el patio una canci¨®n inventada ?por el propio sistema! para los humanos d¨¦biles, est¨²pidos y prescindibles: Era solo una ilusi¨®n sin esperanza / que pas¨® como un d¨ªa de abril / pero aquella mirada, aquella palabra / y los ensue?os que despertaron / me robaron el coraz¨®n.
Napole¨®n afirm¨® en una ocasi¨®n que "la historia pinta el coraz¨®n humano". Y el escritor Eric Jager, en su obra El libro del coraz¨®n (en ingl¨¦s, The book of the heart, University of Chicago Press), asegura que el coraz¨®n se transform¨® en un s¨ªmbolo universal del amor hacia la Edad Media. De ah¨ª surgieron todas estas expresiones, las cuales se popularizaron y colonizaron el arte. En el tapiz franc¨¦s La ofrenda del coraz¨®n expuesto en el Museo de Cluny en Par¨ªs, un hombre vestido con elegancia sostiene entre sus dedos su coraz¨®n, el s¨ªmbolo de San Valent¨ªn, sim¨¦trico y rojo, y se lo entrega a su amada en un hermoso jard¨ªn. Resulta fascinante comprobar c¨®mo antes de la popularizaci¨®n de las tarjetas para enamorados del 14 de febrero -que data de antiguo, seg¨²n Jager, hacia 1840-, los artesanos medievales ya fabricaban libros manuscritos d¨¢ndoles forma de coraz¨®n. Y la met¨¢fora del coraz¨®n como un "libro interior" que contiene los registros de toda una vida como si fuera un diario se remonta mucho m¨¢s atr¨¢s. Pero se plasma majestuosamente en el fresco del Juicio Final de la catedral de Albi, al sur de Francia, pintado hacia 1490. Su visi¨®n deja boquiabierto al visitante; las almas que han resucitado son personas desnudas que muestran en su costado izquierdo un libro abierto, una vida sin mancha. El poeta italiano Boccaccio so?¨® que su amada abr¨ªa su coraz¨®n y escrib¨ªa su nombre all¨ª, en letras de oro. Pero en la edad moderna, a medida que los m¨¦dicos y los cient¨ªficos reduc¨ªan el coraz¨®n a una bomba, los fil¨®sofos se vieron obligados a "recolocar el alma en la cabeza", reflexiona el propio Jager en un art¨ªculo de la Universidad de Chicago.
El plano cient¨ªfico no resulta menos fascinante que el art¨ªstico. El coraz¨®n humano es un prodigio de la fisiolog¨ªa. Solo hay que echar un vistazo a sus cifras, por contrastadas no menos incre¨ªbles. En un solo d¨ªa hace circular m¨¢s de 7.500 litros de sangre a trav¨¦s de una red de casi cien mil kil¨®metros de vasos sangu¨ªneos y capilares, la longitud total que sumar¨ªan fuera de nuestro cuerpo. El trabajo del coraz¨®n equivale a empujar toda esa sangre por una tuber¨ªa que dar¨ªa m¨¢s de dos vueltas a la Tierra, a raz¨®n de 100.000 latidos diarios. A lo largo de una vida normal en un ser humano, este ¨®rgano se habr¨¢ contra¨ªdo y expandido 3.500 millones de veces. Pero si hablamos de cifras, tambi¨¦n hay un lado oscuro. Las enfermedades coronarias son la primera causa de muerte en todo el mundo, nos dice la Organizaci¨®n Mundial de la Salud, y no hay se?ales de que eso vaya a cambiar. En 2008, m¨¢s de 17 millones de personas fallecieron por un ataque al coraz¨®n o un infarto cerebral. En menos de dos d¨¦cadas, seg¨²n el ¨²ltimo informe, las muertes superar¨¢n de largo los 23 millones. En pleno siglo XXI, el coraz¨®n desaf¨ªa a la medicina y la ciencia. ?Qu¨¦ secretos esconde? ?Podremos curarlo y regenerarlo?
2En busca del sustituto artificial permanente
Una m¨¢quina que reemplazar¨ªa al coraz¨®n. El primero que se atrevi¨® con ello fue el m¨¦dico norteamericano Denton Cooley en 1969, cuando aloj¨® una bomba impulsada por aire dentro del pecho de un paciente que esperaba un trasplante. El artefacto le permiti¨® vivir dos d¨ªas y medio hasta que lleg¨® el coraz¨®n de verdad, si bien morir¨ªa 32 horas despu¨¦s. Pero Cooley lo hizo sin permiso de las autoridades sanitarias. Cruz¨® la raya de lo permisible, y el mundo se ech¨® las manos a la cabeza (incluido su mentor, el gran cirujano Michael DeBakey). En 1982, la historia volvi¨® a escribirse, con algo m¨¢s de fortuna. Otro grande de la cirug¨ªa, el m¨¦dico William DeVries, implant¨® el Jarvik 7 para que bombease la sangre de Barney Clarke, un dentista de 61 a?os. Vivi¨® 112 d¨ªas, pero atado a una cama, privado de libertad y, lo que era peor, entre infartos cerebrales y continuas infecciones. El coraz¨®n Jarvik funcion¨®. Para el p¨²blico qued¨® atr¨¢s la imagen de un cient¨ªfico que jugaba a ser Frankenstein. Pero el Jarvik no result¨® el sue?o de la bomba permanente que el mundo esperaba. Quiz¨¢ porque el coraz¨®n -y esta es una gran lecci¨®n de la aventura fascinante de los trasplantes- no es solo una bomba, sino que es una m¨¢quina que trata con delicadeza un tejido complejo y fr¨¢gil hecho de c¨¦lulas, la sangre humana.
Este sue?o no ha muerto. La compa?¨ªa norteamericana Syncardia ofrece desde hace seis a?os un coraz¨®n artificial que, en efecto, proporciona algunos meses de vida. Afirma que se han implantado 950 de estos dispositivos. Los pacientes est¨¢n unidos por cables a una pesada consola y no pueden salir de la habitaci¨®n de su hospital. Pero en este mismo a?o, la misma compa?¨ªa ha fabricado una mochila de unos seis kilos de peso que proporciona energ¨ªa al artefacto. Hay una veintena de personas que la llevan, historias de enfermos que recuperan la libertad, quienes salen lentamente de los hospitales como prisioneros reci¨¦n liberados. Es el caso de Omer Bairak , del que suele decirse que es "el ¨²nico hombre en Turqu¨ªa que vive sin un coraz¨®n". El pasado marzo se le implant¨® el artefacto en un hospital de Estambul, y este oto?o ha salido por fin con la mochila a cuestas. Lleva 180 d¨ªas a la espera de un trasplante. "Aunque no poseo un coraz¨®n biol¨®gico, todav¨ªa siento emociones", explica Bairak en un comunicado de la compa?¨ªa. "Antes estaba en contra de la donaci¨®n de ¨®rganos, pero ahora me doy cuenta de su importancia".
Hay otro caso singular, un muchacho en Tejas de 18 a?os, Jordan Merecka, que recibi¨® el pasado verano su coraz¨®n artificial. Lo que llevan estos pacientes dentro de sus pechos "no es un reemplazo para siempre, ni el destino ¨²ltimo de la terapia", advierte Keefe Manning, bioingeniero de la Universidad de Pensilvania (Estados Unidos). Este ingenio proporciona un tiempo valioso hasta que llegue un coraz¨®n de verdad. En Estados Unidos se trasplantaron 2.163 corazones en 2008; en Espa?a, 243 en 2010. Las listas de espera no paran de crecer. "No tenemos ahora nada parecido a un coraz¨®n artificial permanente". Manning investiga c¨®mo fluye y se coagula la sangre a trav¨¦s de estos ingenios, un problema a resolver. Cree que el coraz¨®n humano no ser¨¢ finalmente reemplazado por un ingenio mec¨¢nico. Su visi¨®n es distinta: buscar dispositivos que le ayudar¨¢n a funcionar con normalidad.
Veamos el caso del exvicepresidente norteamericano Dick Cheney. Acumul¨® un poder inmenso en Estados Unidos, pero ahora no tiene pulso cardiaco. Apenas se le notan los latidos. Cheney vive gracias a un dispositivo de ayuda al ventr¨ªculo (las siglas en ingl¨¦s son LVAD) implantado en su coraz¨®n enfermo. Se trata de una bomba que impulsa su sangre suavemente, pero que debe ser alimentada con un cable que sale de su pecho hasta una bater¨ªa alojada en un cintur¨®n. Cheney no est¨¢ en una cama, sino que hace una vida bastante normal, bast¨®n en mano, aunque se le ve visiblemente m¨¢s delgado. Concede entrevistas a los medios, donde no tiene reparos en ense?ar el cintur¨®n para mostrar lo que le mantiene con vida. No puede nadar, la ducha de todos los d¨ªas es un engorro y el cable debe limpiarse cada d¨ªa para evitar infecciones, siempre presentes y peligrosas con estos dispositivos.
En Espa?a, los cirujanos del hospital Doce de Octubre implantaron el pasado verano una bomba cardiaca para ayudar al ventr¨ªculo de un paciente de 67 a?os (no un coraz¨®n artificial completo). El artefacto es recargable, tiene 12 horas de autonom¨ªa y se conecta mediante un cable a bater¨ªas o una unidad de control. Puede durar hasta diez a?os, tras los cuales habr¨ªa que reemplazar algunas piezas. Los corazones enfermos pueden funcionar mucho mejor con estos dispositivos.
Ingenieros de Pittsburg en Estados Unidos han creado incluso la primera bomba cardiaca experimental inal¨¢mbrica. Se alimenta de una bater¨ªa sin necesidad de cables. Y en la Universidad de Pensilvania, dice Manning, se ha desarrollado la tecnolog¨ªa para transmitir la energ¨ªa el¨¦ctrica a estos dispositivos a trav¨¦s de la piel humana, sin cables saliendo fuera del cuerpo. En los experimentos se ha visto que es posible que "los enfermos pueden tomarse una ducha y nadar en una piscina, ya que no necesitan estar atados a una bater¨ªa". En menos de dos d¨¦cadas, estas bater¨ªas podr¨ªan estar instaladas en ambientes seguros, cerca del paciente, como en las paredes de su casa, techo o debajo de la cama. Manning desgrana su sue?o: "Ojal¨¢ estas tecnolog¨ªas sean alg¨²n d¨ªa completamente biocompatibles para todos, ya sea ni?os o adultos, y que tengan menos de un 1% de complicaciones, como las v¨¢lvulas cardiacas que se implantan hoy".
Otro apunte de urgencia: mientras se escrib¨ªan estas l¨ªneas, los cardi¨®logos del hospital Cl¨ªnico de Barcelona implantaban un marcapasos en el cuello de un paciente para mandar est¨ªmulos el¨¦ctricos a su nervio vago, seg¨²n explica a El Pa¨ªs Semanal el cardi¨®logo Josep Brugada, con objeto de controlar un coraz¨®n desbocado "sin tan siquiera tocarlo". Es la primera operaci¨®n en el mundo de esta naturaleza. El nervio vago se encarga de hacer llegar las ¨®rdenes del cerebro al coraz¨®n para disminuir el ritmo cardiaco. En el caso de un coraz¨®n enfermo, que se contrae irregularmente y con mucha potencia, la estimulaci¨®n extra de este nervio supone calmarlo y regularlo mejor para evitar un desenlace fatal.
3Cultivar el m¨²sculo
cardiaco
Sobreviene un infarto. No llega sangre a una zona del miocardio. Si el da?o es grande, pueden sucumbir hasta 1.000 millones de sus c¨¦lulas, los cardiomiocitos. Los restos de la matanza son retirados por las defensas, dejando en su lugar una terrible cicatriz. El coraz¨®n ha resultado herido, puede que sin remedio. Desde hace una d¨¦cada, cuando empezaron a domesticarse las c¨¦lulas madre en el laboratorio para convertirlas en pedazos de m¨²sculo cardiaco que lat¨ªan encima de un plato de cristal, los investigadores han so?ado con injertar estas creaciones a los corazones de los enfermos da?ados por un infarto. Quiz¨¢ sirva el m¨²sculo obtenido a partir de las c¨¦lulas madre de la m¨¦dula ¨®sea del propio paciente, o el de embriones humanos, o del cord¨®n umbilical de los fetos. Hace ahora cuatro a?os se hablaba de una nueva ingenier¨ªa de tejidos cardiacos, cultivados y listos para ser trasplantados. Ravi Birla, director del Laboratorio de Coraz¨®n Artificial en la Universidad de Michigan, en Ann Arbor, escrib¨ªa en la revista Journal of Regenerative Medicine: "El desaf¨ªo tecnol¨®gico es tremendo, pero estamos en un punto en el que podemos fabricar prototipos de primera generaci¨®n de todas las estructuras cardiovasculares, como m¨²sculo cardiaco, vasos sangu¨ªneos, v¨¢lvulas a¨®rticas, tejido de ventr¨ªculos y bombas cardiacas hechas de c¨¦lulas".
Y sin embargo, llevamos una d¨¦cada de ensayos de c¨¦lulas madre en pacientes que han sufrido infartos agudos. Pero sin resultados, indica Christine Mummery, de la Universidad de Leiden, en Holanda, en un reciente informe de la revista Science. ?Qu¨¦ ha ocurrido? Las esperanzas se han desplazado al propio coraz¨®n da?ado, nos explica esta experta. "Se sol¨ªa pensar que el coraz¨®n no pod¨ªa regenerarse por s¨ª solo, excepto para fabricar una cicatriz. Pero ahora parece claro que contiene c¨¦lulas progenitoras". Se ha visto, por ejemplo, que inyecciones de otras c¨¦lulas como las de la m¨¦dula ¨®sea en el propio miocardio activan estas c¨¦lulas progenitoras para que se transformen en m¨²sculo. As¨ª que para cada persona que sufre un infarto en el mundo, la ciencia no descarta la posibilidad de estimular su propio coraz¨®n para que se regenere. "Lo dif¨ªcil es localizar estas c¨¦lulas. No sabemos d¨®nde est¨¢n, a menos que algo dram¨¢tico las haga aparecer. Y es muy dif¨ªcil rastrearlas en el coraz¨®n humano. Se han hecho multitud de estudios en ratones, se han coloreado de diversas maneras, de rojo, rosa, verde..., no sabes muy bien qu¨¦ aspecto tienen", dice Mummery.
La b¨²squeda y localizaci¨®n de estas c¨¦lulas en el paisaje del coraz¨®n equivale ahora a encontrar el Santo Grial de la cardiolog¨ªa cl¨ªnica. El esquema ha cambiado. En vez de cultivarlas en un plato para reimplantarlas despu¨¦s -algo que costar¨ªa meses y podr¨ªa ocasionar problemas de contaminaci¨®n en el paciente-, las c¨¦lulas pueden usarse como conejillos de Indias en ensayos de laboratorio para averiguar qu¨¦ las excita. Si se da con la combinaci¨®n adecuada, podr¨ªa dise?arse un f¨¢rmaco. As¨ª que imagine lo siguiente: dentro de unos a?os, y tras sufrir un ataque cardiaco, el paciente toma una p¨ªldora para excitar las c¨¦lulas que en su coraz¨®n tienen la capacidad de regenerar el m¨²sculo cardiaco perdido. ?Ciencia ficci¨®n? Quiz¨¢. Pero Mummery cree que hay que recorrer este camino. La b¨²squeda de mol¨¦culas, prote¨ªnas y c¨¦lulas podr¨ªa obrar el milagro. "Quiz¨¢ el secreto estribe en una mol¨¦cula sencilla y solo tengamos que ponerla en la corriente sangu¨ªnea".
4el viaje m¨¢s profundo
en tres dimensiones
En su novela Viaje alucinante, Isaac Asimov nos invitaba a viajar por el interior de los vasos sangu¨ªneos hasta llegar al coraz¨®n humano. La tecnolog¨ªa que lo hac¨ªa posible miniaturizaba a una tripulaci¨®n entera con su nave espacial incluida. Ahora, ese viaje puede realizarse en la mesa de un bar, con la ayuda de un ordenador port¨¢til, gracias a la amable invitaci¨®n de Antonio Rodr¨ªguez, jefe de la secci¨®n de ecograf¨ªa cardiol¨®gica del hospital Son Espases de Mallorca. Ense?a una pel¨ªcula ciertamente alucinante en esa pantalla: un coraz¨®n real que late... en toda su intimidad. Podemos viajar a cualquiera de las aur¨ªculas o los ventr¨ªculos, pasando a trav¨¦s de las comunicaciones, examinar c¨®mo se abren y cierran las v¨¢lvulas, atravesar la aorta o colocarnos dentro para contemplar el ins¨®lito paisaje. Podemos aumentar o disminuir la imagen. Podemos colorearla. La libertad es absoluta. Somos los turistas del coraz¨®n humano.
La magia reside en la pel¨ªcula de ultrasonidos hecha en tres dimensiones. "Es un viaje dentro del coraz¨®n", afirma Rodr¨ªguez. "Te permite localizar con mayor precisi¨®n y rapidez lo que quieres ver. La ecograf¨ªa en tres dimensiones era algo inimaginable hace una d¨¦cada". Las sondas ultras¨®nicas tambi¨¦n han evolucionado. Ahora hay ec¨®grafos que tienen el tama?o de un disco duro, asegura este experto. Los programas de software analizan y colorean el flujo de la sangre: la venosa, que procede del resto del cuerpo, en azul; la oxigenada, tras su paso por los pulmones, en rojo. Las pantallas se han convertido en los ojos especiales de los cirujanos, en una suerte de gafas privilegiadas. "Muchos defectos del coraz¨®n se pueden arreglar sin necesidad de abrir el t¨®rax", dice este m¨¦dico. A veces introduciendo un cat¨¦ter es factible colocar un dispositivo, tapar una fuga, reparar una ca?er¨ªa..., hacer un trabajo de maestro fontanero, y tener la certeza de que todo ha salido bien en el momento. En tiempo real.
Pero no solo se trata de una pel¨ªcula cient¨ªfica con su correspondiente carga de fascinaci¨®n visual. Las t¨¦cnicas de imagen del coraz¨®n han bebido de otras tecnolog¨ªas, como la desarrollada por la NASA para estudiar el lento movimiento de los glaciares desde los sat¨¦lites. Se fijan posiciones en los glaciares y se observa, con el transcurso del tiempo, c¨®mo estos marcadores se han ido desplazando en las sucesivas tomas de sat¨¦lite, a?o tras a?o. La informaci¨®n se procesa mediante algoritmos matem¨¢ticos que convierten el glaciar, una inmensa masa de hielo y rocas inm¨®vil al ojo humano, en algo din¨¢mico, en pleno movimiento. Algo parecido ocurre con el m¨²sculo cardiaco: los cardi¨®logos fijan unos marcadores geogr¨¢ficos y observan el cambio relativo de estas posiciones con las dilataciones y contracciones del coraz¨®n, explica Rodr¨ªguez. Si los postes se salen de unos m¨¢rgenes establecidos, el programa avisa si hay una patolog¨ªa. Es un nuevo tipo de imagen inteligente.
5?Es capaz de pensar
el coraz¨®n?
Muchos considerar¨ªan que la respuesta es un rotundo no. Los sistemas nerviosos que controlan el coraz¨®n (el simp¨¢tico, que lo excita, y el parasimp¨¢tico, que lo calma) est¨¢n bien caracterizados. Pero esa negativa habr¨ªa que matizarla. "No se trata de seudociencia", nos dice por correo electr¨®nico el profesor Mohamed Omar Salem, psiquiatra de la Universidad de los Emiratos ?rabes Unidos. "Es un hecho cient¨ªfico que el coraz¨®n tiene un tejido cerebral de 40.000 neuronas y que es capaz de segregar casi todos los neurotransmisores del cerebro". El coraz¨®n fabrica oxitocina, una hormona relacionada con el amor, las relaciones sexuales y los lazos entre la madre y su beb¨¦, en concentraciones tan altas como en el cerebro. O dopamina y noradrenalina, que se pensaba que eran exclusivas de las c¨¦lulas del sistema nervioso central. Se ha medido tambi¨¦n el campo magn¨¦tico del coraz¨®n y se ha visto que su intensidad es 500 veces m¨¢s poderosa que la del cerebro. Salem afirma provocadoramente en un trabajo en la revista The Arab Journal of Psychiatry que el coraz¨®n puede incluso procesar y codificar informaci¨®n intuitiva, como si tuviera intuici¨®n sobre lo que va a ocurrir, y que es capaz de influir en el cerebro al estar conectado con la am¨ªgdala cerebral, el centro de las emociones, adem¨¢s de responder a sus ¨®rdenes.
Un coraz¨®n extra¨ªdo de una persona que acaba de morir puede seguir latiendo siempre que reciba sangre y ox¨ªgeno. "Tiene una funci¨®n que es absolutamente maravillosa. Y es que es autom¨¢tico", dice el cardi¨®logo Josep Brugada, experto en arritmias. ?C¨®mo es posible que, fuera del cuerpo humano y privado de todo est¨ªmulo, desconectado del sistema nervioso, el coraz¨®n preserve esa capacidad de latir? "El coraz¨®n tiene un mecanismo de salvaguarda. No se va a parar nunca, o casi nunca". Brugada describe los puntos dentro de su geograf¨ªa donde se localizan los marcapasos. El primero, en la aur¨ªcula derecha (que marca un ritmo de entre 60 y 80 latidos por minuto). Si se estropea, aparece otro automatismo en un nivel m¨¢s bajo, entre la aur¨ªcula y el ventr¨ªculo, que marca entre 40 y 50 latidos por minuto..., y si falla, hay un tercer nivel, un automatismo en los ventr¨ªculos, entre 30 y 40 latidos. El coraz¨®n est¨¢ repleto de sistemas de seguridad.
El cirujano Josep Oriol Bonn¨ªn, con una ampl¨ªsima experiencia en trasplantes, explica que el coraz¨®n posee su propio sistema nervioso aut¨®nomo que le permite seguir latiendo tras la muerte cerebral de una persona. Eso permite que ese coraz¨®n pueda funcionar en otro cuerpo, a pesar de que se hayan cortado las conexiones nerviosas que lo un¨ªan al cerebro del donante. El cirujano no necesita adem¨¢s reconectar estas conexiones nerviosas. Puede parecer una labor rutinaria, pero es como si el coraz¨®n supiera que est¨¢ fuera del cuerpo. Est¨¢ regido por la ley de la supervivencia: no detenerse bajo ning¨²n concepto. Y es una buena indicaci¨®n de lo que significa la vida. "Durante muchos a?os, la limitaci¨®n a los trasplantes cardiacos fue debida a que no se aceptaba la muerte hasta el ¨²ltimo latido del coraz¨®n", explica Bonn¨ªn. Christian Barnard, el m¨¦dico que realiz¨® el primer trasplante de coraz¨®n en Sud¨¢frica, en 1967, se adelant¨® un a?o a su colega de Stanford Normal Shumway precisamente porque en ese pa¨ªs africano no exist¨ªan las restricciones legales de Estados Unidos.
Sobre el coraz¨®n siguen proyect¨¢ndose visiones contrapuestas. Para algunos es una formidable m¨¢quina pulsante, sin m¨¢s. Bonn¨ªn discrepa de esta visi¨®n mecanicista. El coraz¨®n "no es solo un m¨²sculo tonto que trabaja de noche y de d¨ªa, o, como dec¨ªa Barnard, una simple y primitiva m¨¢quina de bombeo". "Es un ¨®rgano fascinante, capaz de transmitir, incluso de forma t¨¢ctil, las sensaciones m¨¢s puras y las m¨¢s mezquinas. Un ¨®rgano complejo a disposici¨®n de la vida, latido a latido, transmisor como ninguno de las ¨®rdenes cerebrales, pero al mismo tiempo con la suficiente libertad para seguir latiendo a pesar de que el cerebro duerma o est¨¦ muerto".
Marina Vargas
Granada, 1980. Hay s¨ªmbolos que transforman su significado con el tiempo, el lugar y la intenci¨®n. Marina Vargas utiliza algunos de estos emblemas actualiz¨¢ndolos. Las flores se convierten en aparatos genitales, una pistola o un rev¨®lver muestran sus ¨®rganos interiores. El sacrificio y los ritos sangrientos hablan del nexo entre filosof¨ªa, mito y violencia. Esta joven artista, licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Granada, posee ya un lenguaje y un universo propios. Este mes expone en M¨¦xico, en GE Galer¨ªa, la muestra titulada El culto a Diana, que se vio hace pocos meses en May Mor¨¦, en Madrid.
Eduardo Arroyo
Madrid, 1937. Pintor, escritor, escen¨®grafo, pero, sobre todo, un observador cr¨ªtico de la realidad. Es su mirada aguda e ir¨®nica la que ha encaminado buena parte de su obra, desde la fresca y colorista est¨¦tica cercana al pop en sus pinturas e ilustraciones hasta sus libros sobre postergadas figuras del boxeo o sus textos autobiogr¨¢ficos que hablan a cara descubierta. Con obras en museos internacionales (el Centro Pompidou, de Par¨ªs, le dedic¨® una retrospectiva en 1982), Arroyo pone en la picota los t¨®picos espa?oles. Acaba de exponer en la galer¨ªa Ivorypress (Madrid) junto a Luis Gordillo y Jordi Soc¨ªas.
Jorge Galindo
Madrid, 1965. La vocaci¨®n de este artista por el collage lo ha convertido en m¨¢gico propiciador de encuentros improbables. Pintor gestual, r¨¢pido, impulsivo, colorista. Suele desarrollar series de cuadros en torno a un solo tema. Las im¨¢genes publicitarias son una de sus habituales fuentes de inspiraci¨®n; despu¨¦s las somete a desarrollos que trastocan totalmente su funci¨®n y significado. Galindo ha expuesto su obra en varios pa¨ªses; actualmente reside en Londres. Su ¨²ltima exposici¨®n, en octubre, enfrent¨® su obra en un di¨¢logo con la de Julian Schnabel, en la galer¨ªa Soledad Lorenzo de Madrid.
?scar Marin¨¦
Madrid, 1951. Premio Nacional de Dise?o 2010. Desde los a?os ochenta y la publicaci¨®n Madrid Me Mata, donde era director art¨ªstico, Marin¨¦ es una de las principales referencias del dise?o en Espa?a. Su amplitud de registros cuenta con varias claves que lo identifican: su pasi¨®n por la tipograf¨ªa, lo directo de sus propuestas y su rotunda modernidad que huye de lo timorato. Entre su obra, carteles para Almod¨®var, ?lex de la Iglesia y Medem, la imagen de cuatro ediciones del Festival de Cine de San Sebasti¨¢n, el redise?o de El Pa¨ªs Semanal y sus trabajos para Camper, la cadena SER o Matadero de Madrid.
Alberto Coraz¨®n
Madrid, 1942. Figura clave del dise?o gr¨¢fico en Espa?a, ha desarrollado paralelamente su dedicaci¨®n a la pintura y la escultura. A Coraz¨®n le gusta inspirarse en sus m¨²ltiples lecturas. Descubrir un texto que lo estimula puede llevarlo a trabajar como enfebrecido varias obras que desarrollan y profundizan en ideas o personajes. La s¨ªntesis, el s¨ªmbolo, la composici¨®n y el color consiguen en sus manos una coherencia eficaz. Es lo que hace en la exposici¨®n que tiene ahora en la galer¨ªa Marlborough de Madrid, titulada Pintar de memoria. Paisajes y bodegones que surgen del emotivo recuerdo de sus experiencias.
?ngel Mateo Charris
Cartagena, 1962. El mundo pict¨®rico de este artista le debe mucho a los relatos, a la ficci¨®n. La literatura, el cine, la historia del arte, son territorios que visita habitualmente y que tienen su reflejo en sus pinturas. Marcado inicialmente por la est¨¦tica melanc¨®lica de Edward Hopper, Charris ha emprendido viajes -f¨ªsicos e imaginarios- que ampl¨ªan esos horizontes con paisajes extra?os y personajes a veces inexplicables. Actualmente expone en La Conservera, en Murcia.
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