Sobre las barras y las estrellas
Para la cr¨®nica hist¨®rica del teatro musical y para nost¨¢lgicos del flower power, el t¨ªtulo Hair sigue siendo un referente y un v¨¢lido alegato pacifista, antibelicista y fresco consumado de una ¨¦poca agitada de cambios. La propia historia del producto en su singularidad y c¨®mo evolucion¨® desde el margen al m¨¢s alto est¨¢ndar, da una medida de su proyecci¨®n. Hair qued¨® marcado para siempre m¨¢s que por su vida sobre los escenarios, por su banda sonora y por el filme hom¨®nimo. Desde mediados de los a?os setenta del siglo XX hasta hoy, ha tenido varios revivals, este ¨²ltimo ya en la cultura global y que mereci¨® un premio Tony en 2009.
Uno de los m¨¦ritos del montaje espa?ol, en su modestia, est¨¢ el haber tirado de cantera local para todos los ingredientes, tanto sobre el escenario como detr¨¢s de ¨¦l. Cantantes, bailarines, dise?adores y m¨²sicos se han adaptado como han podido a ese argumento un tanto evanescente al que algunas veces han tratado de actualizar infructuosamente; su sabor, su magia, su acierto est¨¢n en su situaci¨®n temporal. Las extrapolaciones (por ejemplo, entre la guerra de Vietnam y la guerra de Irak) han rechinado lo suyo y en el Coliseum vemos una versi¨®n castellana que respeta el original y que falla estrepitosamente en las letras de las canciones, al punto de forzar por momentos la l¨ªnea mel¨®dica.
HAIR
De Gerome Ragni y James Rado. Direcci¨®n: Daniel Angl¨¨s; coreograf¨ªa: Esther Luengo; direcci¨®n musical: Sergi Cuenca y Ra¨²l Pati?o; versi¨®n castellana: Roser Batalla y Roger Pe?a; vestuario: Mar¨ªa Araujo; luces: Juli Gonz¨¢lez. Teatro Coliseum.
El nivel de baile es bajo, salvo el muy brillante Oscar Kapoya
Las soluciones pl¨¢sticas de escenograf¨ªa son banales
Las soluciones pl¨¢sticas de escenograf¨ªa y vestuario resultan banales, de una correcci¨®n discreta al intentar con texturas actuales acercarse al universo vintage y a la psicodelia. Es mejor el segundo acto que el primero y en ambos se necesitan objetivos cortes para mantener un ritmo elevado. Un cierto aire de desali?o y descuido (como en el precioso tel¨®n-bandera de barras y estrellas que abre la segunda parte) t¨ªpico de aquella hornada es sustituido por confusos brillos a la moda. A la coreograf¨ªa, casi inexistente, le sucede otro tanto, cursa sin rigor ni garra.
El reparto, con un tono oscilante de poca convicci¨®n actoral, es muy irregular y salta a la vista un nivel de baile bajo a excepci¨®n notoria del muy brillante Oscar Kapoya en el personaje de Train, que resalta manifiestamente no solo por su danza, sino por c¨®mo encara un secundario que a veces se vuelve bisagra de la acci¨®n. En otro sentido, est¨¢ muy en su personaje Marc Parejo como Beat, manteniendo una configuraci¨®n convincente del car¨¢cter del pasota cl¨¢sico, tan fumado como indiferente al mundo que le rodea.
Los papeles protag¨®nicos encarnados por Joan V¨¢zquez (Claude), Toni Bernetti (Berger) y Luc¨ªa Jim¨¦nez (Sheila) no acaban de cuajar. Aisladamente, V¨¢zquez va calentando su voz y ese dubitativo car¨¢cter que lo lleva hasta la v¨ªctima propiciatoria; Bernetti se hace con su dominio del espacio, pero su ataque se torna repetitivo. Luc¨ªa no contribuye en casi nada salvo cuando canta en solitario, adem¨¢s de aparecer vestida siempre por su peor enemigo.

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