Hechicero del ritmo perseverante
Parapetado tras sus ostentosas gafas de sol, esa mara?a de rastas que le sobrepasan la cintura y un sombrero de explorador durante los primeros temas, Cheikh L? parece un perfecto enigma inaccesible. Pero este senegal¨¦s de adopci¨®n, natural de Burkina Faso y con 56 primaveras a sus espaldas, no tard¨® en mostrar sus cartas a los curiosos que casi llenaban anoche el teatro Fern¨¢n G¨®mez: grandes dosis de ese ritmo cimbreante y contagioso que es el mbalax -aprendido junto a su gran mentor, Youssou N'Dour- y elementos de funk o m¨²sica cubana para enriquecer la marmita de gran hechicero.
El oto?o pasado nos quedamos con las ganas de escuchar Jamm, la nueva entrega de L? para el sello World Circuit, en un concierto que se cancel¨® a ¨²ltima hora en la Caracol por problemas de visados. Sus seis m¨²sicos s¨ª le escoltaban ayer, en alineaci¨®n peculiar: una guitarra r¨ªtmica infatigable, el fraseo corto y nervioso del saxofonista, un bajo acorazado como una armadura y hasta tres int¨¦rpretes enfrascados en tareas de percusi¨®n. A¨²n nos sigue asombrando escuchar a esos bater¨ªas del ?frica occidental que manejan los contratiempos y los ritmos sincopados con la precisi¨®n de un nanocient¨ªfico. Cheikh pertenece a los Baye Fall, una secta del sufismo isl¨¢mico que predica las virtudes del trabajo como redenci¨®n y encuentro con el ser supremo. Anoche, emp¨¢tico e hiperactivo, dej¨® claro que no ha perdido la fe: cant¨® con voz clara, dolorida o ag¨®nica; regal¨® alg¨²n solo de guitarra riqu¨ªsimo e intensific¨® su hermandad con el p¨²blico cuando, sentado a la bater¨ªa, propici¨® un bello di¨¢logo de llamada y respuesta. Puede que no todos los o¨ªdos est¨¦n acostumbrados a estos ritmos perseverantes, m¨¢s propicios para el trance que para la melod¨ªa, pero la contaminaci¨®n entre culturas es un fen¨®meno felizmente imparable.
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