Una realidad implacable
En estos momentos, en alguna esquina deprimida de miles de ciudades, drogas, dinero y violencia dibujan un universo paralelo habitado por personas cuyos sue?os y deseos no son demasiado diferentes de los de aquellos que no pertenecen a aquel lugar. Una compleja mezcla de incapacidades institucionales, fracasos educativos, desigualdades econ¨®micas y problemas personales les mantiene atrapados en esa esquina, en un arriesgado juego contra la ley y contra su propia vida y del que en los telediarios se habla bajo el cap¨ªtulo de "narcotr¨¢fico". En Hollywood ese universo es el alimento de cientos de pel¨ªculas y series de televisi¨®n que reducen esa esquina a un enfrentamiento entre buenos y malos. Pero hay quien no lo ve as¨ª.
"De algunas de las personas que aparecen en 'La esquina' me llegu¨¦ a hacer muy amigo y sufr¨ª mucho con su muerte"
"Ya no quedan ni las sobras. Por eso Ocupa Wall Street es una de las genuinas representaciones de patriotismo"
David Simon (Washington, 1960) es la ant¨ªtesis de Hollywood. No puede desprenderse de la realidad que descubri¨® en las calles de Baltimore, donde trabaj¨® como periodista de sucesos durante casi quince a?os y, por tanto, no puede entregarse a esa visi¨®n descafeinada de un mundo dividido en dos bandos habitados por h¨¦roes, m¨¢rtires y malvados. Eso tiene ventajas y desventajas: la serie que le hizo c¨¦lebre como creador y guionista, The Wire, centrada en la lucha contra el crimen de un grupo de detectives de Baltimore, tuvo bajos ¨ªndices de audiencia mientras se emit¨ªa en HBO durante la pasada d¨¦cada. Tampoco lleg¨® a ser premiada por la industria, que no perdona el no hacer caja. Pero el espectador sabe elegir. David Simon tiene hoy millones de seguidores en todo el mundo, convertidos en ap¨®stoles de la serie tras extenderse el boca a boca sobre su calidad y tras recibir los elogios un¨¢nimes de la cr¨ªtica, que le ha declarado como uno de los supremos cronistas del siglo XXI. Al combinar audazmente el entretenimiento de guiones y tramas policiales certeras con la descripci¨®n m¨¢s cruda y honesta de los males end¨¦micos de nuestra sociedad -corrupci¨®n, guerra contra las drogas, destrucci¨®n de la clase trabajadora, fracaso del sistema educativo y perversiones del periodismo actual-, The Wire le ha hecho alcanzar el estatus de los grandes escritores.
Pero mucho antes de que The Wire presentara verdades demoledoras en la televisi¨®n, David Simon escribi¨® La esquina (Principal de los Libros), un libro que firm¨® con el expolic¨ªa Ed Burns y que llega a las librer¨ªas espa?olas quince a?os despu¨¦s de su publicaci¨®n. Aunque haya pasado tanto tiempo, el a?o que Simon y Burns bucearon en uno de los guetos m¨¢s violentos de Baltimore se parece demasiado al mundo en el que a¨²n vivimos. En La esquina relataron con minuciosidad quir¨²rgica la perversa realidad de las drogas, los dramas personales de quienes quedan atrapados en ellas y el fracaso de las instituciones en su lucha contra el narcotr¨¢fico. "Hay peque?as diferencias de contexto respecto a 1993, pero son m¨ªnimas. La naturaleza de la adicci¨®n y la violencia alrededor de ella son las mismas. La guerra contra las drogas no ha cambiado y aquella esquina simplemente se ha mudado cuatro calles m¨¢s abajo. Nadie se plantea legalizarlas, que ser¨ªa la ¨²nica forma de acabar con ellas, aunque s¨ª creo que estamos m¨¢s cerca que antes de la legalizaci¨®n de la marihuana, que ser¨ªa un primer paso".
David Simon, poco dado a la sonrisa, de proporciones imponentes y vestido con la simplicidad de quien tiene poco inter¨¦s por salir guapo en la foto, lo explica ahora desde otro lugar aparentemente muy distinto a Baltimore, pero aquejado por males que tambi¨¦n tienen relaci¨®n directa con la incapacidad actual de las instituciones de mejorar la vida de sus ciudadanos: Nueva Orleans. Aqu¨ª pasa largas temporadas desde hace ya tres a?os, embarcado en otra odisea narrativa donde la realidad manda: Treme, una serie sobre la vida en la ciudad despu¨¦s del paso del hurac¨¢n Katrina, de la que actualmente se emite en Espa?a la segunda temporada y para la que Simon acaba de firmar una cuarta con HBO.
En Nueva Orleans, donde prepara el rodaje de la tercera temporada de Treme, en una oficina algo as¨¦ptica pero salpicada de fotograf¨ªas de m¨²sicos y de regalos locales -como una extraordinaria m¨¢scara bordada por uno de los jefes indios de la ciudad-, Simon rememora el a?o que pas¨® en las calles para despu¨¦s escribir La esquina. Fue muy parecido al que vivi¨® empotrado en una comisar¨ªa de Baltimore para escribir otro de sus libros, Homicidio, centrado en la vida de varios agentes de esa ciudad y de cuya combinaci¨®n es hija The Wire, aunque de ambos libros tambi¨¦n realiz¨® sendas miniseries antes de embarcarse en aquel opus magnum. "Homicidio era una historia de oficina, me tuve que ganar la confianza de los polic¨ªas en su d¨ªa a d¨ªa de trabajo. En La esquina la oficina era la propia vida de adictos y traficantes y, por tanto, era mucho m¨¢s dif¨ªcil ser aceptado. Fue un trabajo lento, de mucha paciencia", recuerda. Comenz¨® Ed Burns acudiendo a la esquina de las calles Fayette y Mount, en el Baltimore de 1992, cuando la hero¨ªna hac¨ªa estragos en una ciudad de 600.000 habitantes. Despu¨¦s, tras conseguir una excedencia en el diario Baltimore Sun, Simon se un¨ªa a este exagente de cuyo pasado desconfiaban todos. Ahora rememora c¨®mo un d¨ªa de calor compraron t¨¦s helados para los yonquis y los traficantes con los que conviv¨ªan a diario. "Con eso ganamos muchos puntos porque la polic¨ªa jam¨¢s hubiera hecho algo as¨ª, pero la barrera definitiva cay¨® el d¨ªa que llevamos a uno de ellos, con un fuerte dolor de muelas, a un hospital y pagamos la factura. Al regresar a la esquina se corri¨® la voz y se nos abrieron todas las puertas".
El libro describe la vida de una familia real a lo largo de un a?o, pero hay muchos personajes secundarios de los que Simon y Burns tambi¨¦n se sirven para tejer un retrato demoledor pero tremendamente humano de la realidad de este gueto de Baltimore. Y trat¨¢ndose de un autor como Simon, que ha hecho de esa extraordinaria y escasa cualidad llamada empat¨ªa casi un mandamiento, vivir sumergido en aquella realidad no fue f¨¢cil. "Emocionalmente fue agotador. En teor¨ªa sabes que vas a una esquina dominada por las drogas y que ver¨¢s cosas muy duras, pero cuando pasas tanto tiempo all¨ª es imposible mantenerte indiferente. Fuimos testigos de momentos de absoluta humanidad, de total desesperaci¨®n, a veces sent¨ªas euforia, otras verg¨¹enza y otras todo al mismo tiempo". ?C¨®mo evit¨® que esos sentimientos no nublaran su trabajo? "Creo que el secreto est¨¢ en contarlo todo sin omitir las debilidades, pero es fundamental hacerlo desde el m¨¢ximo respeto".
La cr¨ªtica estadounidense, al hablar del libro, subray¨® la capacidad de Simon y Burns para trazar un retrato veraz y a la vez profundamente humano de una realidad que podr¨ªa extrapolarse a cientos de ciudades americanas. Para Simon, adem¨¢s, su relaci¨®n con los personajes del libro no termin¨® con su publicaci¨®n. "De algunas de las personas que aparecen en La esquina me llegu¨¦ a hacer muy amigo y sufr¨ª mucho con su muerte. Otros siguen siendo parte de nuestras vidas. Muchos de ellos trabajaron en la serie de televisi¨®n que hicimos basada en el libro. Y otros tambi¨¦n en The Wire. A veces Burns y yo nos preguntamos, de forma eg¨®latra, si nuestra entrada en su existencia tuvo alg¨²n impacto positivo en ellos, pero lo cierto es que no, hab¨ªa fuerzas mucho mayores en juego que nosotros".
En las notas del libro Simon y Burns explican que al principio casi todo lo que les contaban en la esquina era mentira y solo su perseverancia les permiti¨® que con el tiempo emergiera la verdad de acontecimientos e historias personales. Al preguntarle sobre ese proceso Simon introduce en la conversaci¨®n uno de sus temas favoritos, la crisis del periodismo y otro que actualmente monopoliza su inter¨¦s: el movimiento Ocupa Wall Street.
"Las noticias, cuando ocurren, te obligan a contar de inmediato lo que ha pasado, aun sin entender nada. Es inevitable, la superficialidad inicial es un mal intr¨ªnseco al periodismo. Pero el error es no profundizar despu¨¦s y, desafortunadamente, los periodistas cada vez profundizan menos, no regresan a la noticia. Al principio yo tambi¨¦n cre¨ªa en el juego de los buenos y los malos y aceptaba la guerra contra las drogas como una necesidad y una imposici¨®n moral. Pero cuando pasas mucho tiempo en las calles y observas las din¨¢micas empiezas a ver las mentiras y las contradicciones entre lo que decimos que hacemos -luchar contra las drogas- y lo que en realidad hacemos: aterrorizar a las clases m¨¢s pobres machac¨¢ndoles con el peso de un sistema judicial que est¨¢ completamente desconectado de la realidad. Si me hubiera limitado a asomarme a las calles de forma superficial nunca lo habr¨ªa llegado a comprender". Esa falta de inter¨¦s por buscar las causas de lo que ocurre es la misma que hoy ve en la cobertura informativa del movimiento Ocupa Wall Street. "La prensa le pone el micr¨®fono en la boca a un manifestante que puede ser alguien que sabe de lo que habla o alguien que es prisionero de su propio enfado con Wall Street. As¨ª se crean coberturas caprichosas que dependen de la suerte del manifestante que escoges". Sin embargo, no le sorprende porque, seg¨²n ¨¦l, la prensa refleja el mantra que ha dominado en la sociedad durante los ¨²ltimos treinta a?os y por tanto retrata la realidad siguiendo ese mantra: "Desde los a?os ochenta el libre mercado es la respuesta a todo. Maximizar beneficios se ha convertido en el sistema m¨¦trico con el que se mide el valor de las cosas y de las personas. Y la gente del parque Zuccotti ha entendido que hay que cambiar ese sistema porque si permites que sea el mercado el que dicta los salarios est¨¢s diciendo que los seres humanos no valemos nada. Hoy podemos producir mucho con muy poco y eso solo beneficia al capital, que sigue ganando dinero. Por eso si The New York Times env¨ªa a un reportero de negocios a cubrir las protestas en el contexto de una Am¨¦rica que lo racionaliza todo en funci¨®n del m¨¢ximo beneficio, en su art¨ªculo escribir¨¢ que esta gente no sabe lo que dice porque no entiende c¨®mo funcionan los mercados. Pero es exactamente al rev¨¦s, lo entienden perfectamente y por eso han decidido dar un paso en otra direcci¨®n. Yo los admiro".
Hace dos a?os, Simon, en cuya obra siempre hay una abierta denuncia de las desigualdades econ¨®micas de su pa¨ªs, se declaraba sorprendido de que en Estados Unidos no hubiera manifestaciones masivas contra el rescate de los bancos y la crisis econ¨®mica y lo atribu¨ªa al hecho de que, mientras el Gobierno le pudiera dar a la gente "las sobras", nadie saldr¨ªa a la calle. "Ahora ya no quedan ni las sobras. Por eso para m¨ª Ocupa Wall Street es una de las m¨¢s genuinas y org¨¢nicas representaciones de patriotismo y el acto de desobediencia civil m¨¢s importante que ha ocurrido en este pa¨ªs desde la guerra de Vietnam. Lo que est¨¢n consiguiendo, pac¨ªficamente, aunque sea abstracto y te¨®rico, me ha devuelto la ilusi¨®n por lo que somos y por lo que tenemos el potencial de ser. Lo ¨²nico que temo es que la historia me dice que en Am¨¦rica todas las conquistas sociales han llegado a trav¨¦s de la violencia. Aun as¨ª, si no estuviera en Nueva Orleans, estar¨ªa en el parque Zuccotti".
Pero est¨¢ en Nueva Orleans, preparando la tercera temporada de Treme, una serie en la que pens¨® junto a Eric Overmyer antes del Katrina, pero a la que el hurac¨¢n dio alas. "Institucionalmente los niveles de incompetencia, avaricia, corrupci¨®n y violencia desde la rotura de los diques han sido impresionantes y solo indican de lo que nuestras instituciones son capaces e incapaces ahora que han sido compradas por el dinero. Y pese a todo, el modo en que la gente ha luchado por su comunidad aqu¨ª, individualmente, apoy¨¢ndose solo en sus deseos ordinarios, en su convicci¨®n de querer volver a casa, es extraordinaria. Creo que tambi¨¦n es una alegor¨ªa de lo que la gente est¨¢ tratando de hacer en Ocupa Wall Street, es el mismo impulso. Una forma de patriotismo que se expresa en t¨¦rminos de tu amor por el lugar al que perteneces y que en Nueva Orleans es muy fuerte". De todo ello habla Treme, aunque, al contrario que en The Wire, donde Simon desmenuzaba todos los subterfugios de las instituciones sociales, aqu¨ª se ha centrado m¨¢s en relatar la historia de la reconstrucci¨®n de la ciudad a trav¨¦s de historias personales, tambi¨¦n basadas en historias reales, "y que me permiten disparar mi munici¨®n hacia donde quiero". No niega que en sus guiones haya una fuerte carga did¨¢ctica en la que ¨¦l vuelca sus ideas y su visi¨®n del mundo, pero asegura que trata de equilibrarlo. "No puedes dejar que tus personajes digan exactamente lo que t¨² piensas porque si no le das complejidad a las ideas y no le das voz a la alternativa t¨² mismo sientes que est¨¢s si¨¦ndole infiel al argumento".
En Nueva Orleans la serie se ha seguido con devoci¨®n. Durante la emisi¨®n de la primera temporada, una funeraria local organizaba visionados en la sala donde habitualmente se vela a los muertos. Hab¨ªa colas para entrar, algo que solo puede ocurrir en una ciudad que culturalmente se enfrenta a la muerte entreg¨¢ndose en alegres funerales de jazz -la llamada second line- nacidos de esa mezcla ¨²nica de culturas que se dio en esa urbe desde el siglo XVIII. Por eso la m¨²sica, toda, desde el cajun, al jazz, al blues o al hip hop, es uno de los principales protagonistas de la serie, por donde desfilan los mejores int¨¦rpretes de la ciudad, desde Allen Toussaint a Dr. John. "Esta ciudad representa la quintaesencia de Estados Unidos. Aqu¨ª se mezclaron los ritmos propios de los esclavos de ?frica occidental con la instrumentaci¨®n y arreglos de la m¨²sica europea y ocurri¨® por la peculiaridad de instituciones estadounidenses como el esclavismo, que se mezcl¨® con la permisividad de la cultura francesa criolla. En Virginia no les dejaban tocar los tambores. Aqu¨ª s¨ª, y as¨ª naci¨® el jazz. Si Estados Unidos desapareciera del mapa, ?por qu¨¦ se nos recordar¨ªa?, ?por la democracia constitucional? Hemos exportado mucha menos de lo que nos gustar¨ªa creer. ?Por el b¨¦isbol? Bueno... ?Por el cine? Eso lo inventaron los franceses y los alemanes, aunque nosotros seamos mejores exportadores. No. Por lo ¨²nico que realmente se nos recordar¨ªa es por la m¨²sica. En cualquier parte del mundo, en estos momentos, hay sonando una canci¨®n cuyos or¨ªgenes est¨¢n aqu¨ª, en Nueva Orleans. Ese es nuestro legado".
La esquina. David Simon y Ed Burns. Traducci¨®n de Andr¨¦s Silva e Inga Pellissa. Principal de los Libros. Barcelona, 2011. 688 p¨¢ginas. 27,50 euros. Homicidio. Un a?o en las calles de la muerte. D. Simon. Pr¨®logo de Richard Price. Traducci¨®n de Andr¨¦s Silva. Principal de los Libros. Barcelona, 2010. 700 p¨¢ginas. 28,50 euros. The Wire. 10 dosis de la mejor serie de televisi¨®n. Introducci¨®n de D. Simon. Relato in¨¦dito de George Pelecanos. Rodrigo Fres¨¢n, Nick Hornby, Jorge Carri¨®n, Iv¨¢n de los R¨ªos, Marc Pastor, Margaret Talbot, Marc Caellas, Sophie Fuggle. Errata Naturae. Madrid, 2010. 240 p¨¢ginas. 21,90 euros. Treme (www.hbo.com/treme) se emite en Canal TNT. www.canaltnt.es/serie/treme.
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