Baltimore, Nueva Orleans, Faluya
Cuando Margaret Talbot, una periodista de la revista The New Yorker, defini¨® The Wire como "una cruzada", estaba definiendo -con mucha punter¨ªa- al creador de la serie, un se?or llamado David Simon. El historial de Simon en la peque?a pantalla ha sido siempre un compendio de sus man¨ªas, sus vicios y sus virtudes. No hay que olvidar que el guionista y productor empez¨® su andadura profesional como periodista de investigaci¨®n y ya desde el principio demostr¨® ser un tipo implacable en la b¨²squeda de lo que ¨¦l consideraba la verdad. Simon se pele¨® con el poder en todas sus vertientes y de esa lucha naci¨® Homicidio, una cr¨®nica oscura y real de su paso por los bajos fondos de Baltimore. La serie (1993) que surgi¨® del libro era igualmente veraz, preocupada en extremo por resultar cre¨ªble y donde ya se anticipaba aquella m¨¢xima que el periodista har¨ªa famosa alg¨²n tiempo despu¨¦s: "Que se joda el espectador medio". The Corner (2000), titulada en Espa?a La esquina, era una obra 100% Simon, nada de intromisiones o concesiones a los de arriba. HBO le dio carta blanca para el esbozo, el borrador que poco despu¨¦s se convertir¨ªa en The Wire. En La esquina ya convergen muchas de las obsesiones de Simon: la habilidad para la creaci¨®n de personajes, el profundo conocimiento de la condici¨®n humana, una afilada pericia para el di¨¢logo y las tramas corales. La serie tambi¨¦n le sirvi¨® para descubrir que la ciudad era su aut¨¦ntico campo de batalla, all¨ª donde quer¨ªa levantar el fuerte. Consecuentemente The Wire nacer¨ªa dos a?os despu¨¦s casi como un acto de responsabilidad con la ciudad que le hab¨ªa acogido y acabar¨ªa convirti¨¦ndose en un monumento a la complejidad de la sociedad estadounidense. La serie se hizo famosa adem¨¢s por su naturaleza dickensiana (o shakespeariana, la cosa ha merecido muchos argumentos a favor y en contra) y por la belicosidad de sus tramas. Seg¨²n el escritor Dennis Lehane, a la estancia donde se reun¨ªan los guionistas de The Wire la apodaban "la sala de guerra". Lehane, Richard Price, Ed Burns, George P. Pelecanos y Simon formaron el inquieto quinteto que pari¨® la mejor televisi¨®n de la historia. Otras versiones dibujan a un Simon hiperactivo, pase¨¢ndose por la sala de guerra agitando los brazos y gritando "?qu¨¦ har¨ªa Shakespeare?" cada vez que el grupo se atascaba. De la serie tambi¨¦n se desprenden los signos vitales de este se?or bajito y con boina: su incorruptibilidad, su fijaci¨®n por los temas sociales, su desprecio por las convenciones y lo pol¨ªticamente correcto. No hay que olvidarse -aunque es bastante dif¨ªcil afirmar que fuera la voluntad de Simon- de esa ¨¦pica del perdedor que subyace en sus tramas: la del polic¨ªa, el traficante, el ladr¨®n o el vagabundo. Sus personajes comparten un gusto por la mortalidad que les hace correr r¨¢pidamente en su busca: es dif¨ªcil eludir el determinismo en su obra. La posterior Generation Kill (2008), una reflexi¨®n hiperrealista sobre la guerra de Irak a trav¨¦s del periodista de la revista Rolling Stone Evan Wright, marca esa mirada que repasa las consecuencias del poder desde abajo. Tambi¨¦n define muy bien el estilo de Simon: la escritura al servicio del personaje, el lenguaje como puerta de entrada a una realidad distinta, el reparto como declaraci¨®n de intenciones (en Generation Kill el marine Rudy Reyes se interpretaba a s¨ª mismo, algo similar a lo que sucedi¨® en The Wire con el personaje de Snoop y que suceder¨ªa a posteriori con varios de los protagonistas de Treme). Treme (2010) marca otra de las grandes referencias de Simon, la ciudad no s¨®lo como tel¨®n de fondo sino como protagonista. Baltimore ocup¨® ese rol en Homicidio, La esquina y The Wire; Faluya en Generation Kill, Nueva Orleans en Treme. En esta ¨²ltima la ciudad del sur de EE UU trata de reponerse del desastre causado por el hurac¨¢n Katrina. Los trazos de Simon siguen siendo casi caligr¨¢ficos, fijados esta vez en la idiosincrasia del universo musical del barrio franc¨¦s. Sin embargo, no importa hasta d¨®nde viaje Simon o lo que se proponga contar: sus criaturas siguen teniendo algo de animales salvajes y sus tramas no buscan la sonrisa o el aplauso. Para el que est¨¢ considerado como uno de los hombres m¨¢s importantes de la historia de la caja tonta (y parafraseando a Bill Shankly) la tele no es una cuesti¨®n de vida o muerte, es mucho m¨¢s que eso.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.