Conservadurismo
Es ap¨¢tica esta campa?a electoral, casi inexistente m¨¢s all¨¢ de las televisiones oficiales o paraoficiales, casi invisible y muda, aunque el lunes, en Granada, el d¨ªa del debate televisivo entre Rubalcaba y Rajoy, o¨ª en la calle Reyes Cat¨®licos a un propagandista con meg¨¢fono. No lo entend¨ª, porque la voz amplificada zumbaba y retumbaba, pero el tono era de irritaci¨®n pol¨ªtica. En el autob¨²s n¨²mero 33, el jueves, camino de la estaci¨®n, volv¨ª a o¨ªr un grito electoral dirigido a un tel¨¦fono m¨®vil: "?Viste el debate?". El entusiasta se ape¨® inmediatamente, por suerte, pero supongo que se refer¨ªa al debate en TVE, en una atm¨®sfera azul PP, como si el PP fuera reconocido vencedor incluso por su contrincante m¨¢s ¨ªntimo, el PSOE.
Son signos raros, como el eslogan socialista en los carteles rojos que cuelgan de las farolas. "Pelea Por lo Que Quieres", dice y, si el paseante lo lee de arriba abajo, lo primero que encuentra es PP, Pelea Por..., PP en vertical, en todos los carteles. Es ¨¦sta una campa?a a media voz, compatible con el clich¨¦ funesto de que la pol¨ªtica es un poco indeseable, pero esa timidez calculada choca con los esl¨®ganes partidarios, que suenan a ¨®rdenes de arenga militar: Reb¨¦late, pelea, mandan IU y el PSOE, batalladores. La movilizaci¨®n del PP no pide sublevarse o luchar contra nadie. Exige voluntarios: S¨²mate al cambio. No dejes pasar la cabalgata de los vencedores.
Me recuerda el principio de una novela que aconsejo otra vez, aunque sea vieja y probablemente la haya le¨ªdo todo el mundo, Viaje al fin de la noche, de Louis Ferdinand C¨¦line. Empieza con dos amigos en un caf¨¦, dedicados a criticar la realidad repugnante, cuando dobla la esquina un regimiento detr¨¢s de un estupendo coronel y una banda de m¨²sica. Recogen voluntarios para la guerra mundial. Uno de los amigos, entusiasmado, sale corriendo a alistarse, desfila por la ciudad entre v¨ªtores, flores y fervor, hasta que la m¨²sica se acaba, se cierran las puertas, y ya est¨¢n en el cuartel, arrepentidos y camino de las trincheras.
Juntos ahora mismo PP y PSOE en el susto por la posible presencia futura de partidos minoritarios en el Parlamento, partidos que nos devuelvan a la realidad de que el sistema pol¨ªtico espa?ol no es presidencialista, sujeto a la gu¨ªa de un l¨ªder, sino parlamentario, lo m¨¢s raro de estas elecciones es la entrega del PSOE a su rival gemelo en el sistema bipartidista o de bipartido ¨²nico. No es s¨®lo la coincidencia de la P y la P en el cartel del PSOE; ni el color dominante en el debate televisivo Rubalcaba-Rajoy, que afectaba a la corbata del candidato socialista; ni que Rubalcaba se dedicara a glosar el programa rival antes que a explicar las decisiones del Gobierno del que procede y las decisiones que tomar¨ªa en caso de una nueva victoria del PSOE. Hay un conservadurismo inconsciente incluso en la mordacidad inagotable del primer candidato socialista por Sevilla, Alfonso Guerra, con sus insinuaciones mitineras, entre risillas del auditorio, a una relaci¨®n entre el alcalde sevillano, juez en excedencia, y la juez que se ocupa de supuestos fraudes en expedientes de regulaci¨®n de empleo. "Si se r¨ªen es que saben m¨¢s que yo", remach¨® y halag¨® a su p¨²blico el candidato socialista..
La murmuraci¨®n es una t¨¢ctica propia de la pol¨ªtica derechista, m¨¢s propia cuanto m¨¢s conservadora, cuanto m¨¢s ultraderechista sea la pol¨ªtica. Son procedimientos que restan votos progresistas, provocan abstenciones, apartan de ciertos modos pasionales de pensar o de argumentar, por decirlo de alguna forma. Uno de los patriarcas del pensamiento reaccionario, Joseph de Maistre, recomendaba atacar ¨ªntima y personalmente a los enemigos pol¨ªticos, porque las razones no convencen a nadie, o eso le dictaba su mentalidad. Las risas del p¨²blico de Guerra resuenan en un casino o en un bar rancio, en un antiguo mundo masculino.
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