El espejito m¨¢gico se rompi¨®
La realidad econ¨®mica acab¨® con el embrujo hipn¨®tico que Silvio Berlusconi ejerc¨ªa sobre Italia. Ca¨ªdo el tel¨®n, a su espalda queda un pa¨ªs devastado. El escritor y periodista Alexander Stille retrata el auge y ca¨ªda del poli¨¦drico magnate
El tel¨®n ha ca¨ªdo en uno de los espect¨¢culos m¨¢s extra?os y a pesar de ello de m¨¢s larga duraci¨®n en el mundo: la carrera pol¨ªtica de Silvio Berlusconi, que ha dominado la vida italiana durante los ¨²ltimos 17 a?os, interpretando simult¨¢neamente un incre¨ªble n¨²mero de papeles: magnate de la televisi¨®n, propietario de un equipo de f¨²tbol, primer ministro, acusado en numerosas demandas penales y playboy internacional.
Parece curiosamente apropiado que Berlusconi —que prometi¨® tantas cosas y cumpli¨® tan pocas— abandone el escenario por la derecha, dejando tras ¨¦l una escena de devastaci¨®n moral y financiera. El pa¨ªs est¨¢ a punto de suspender pagos, y el Fondo Monetario Internacional ha puesto a Italia bajo vigilancia porque ha perdido su fe en que el Gobierno de Berlusconi saque adelante las reformas prometidas. Berlusconi, un vendedor extraordinario y sublime ilusionista de los medios de comunicaci¨®n, lleg¨® al poder conjurando visiones de una prosperidad sin precedentes para las masas de Italia y se proclam¨® a s¨ª mismo el "mejor estadista de la historia italiana", as¨ª como el l¨ªder m¨¢s importante del mundo. La carrera de Berlusconi, el primer magnate de los medios (pero no el ¨²ltimo) que preside un pa¨ªs, ha estado dedicada al principio de que la percepci¨®n es la realidad, de que si haces que la gente crea algo, se convierte en realidad. Pero finalmente, se ha interpuesto una realidad cada vez m¨¢s cruda: 17 a?os de estancamiento econ¨®mico, de reformas prometidas y no aprobadas, una deuda nacional que supera el 120% del PIB y, por ¨²ltimo, unos tipos de inter¨¦s por las nubes, han hecho que las ilusiones se vengan abajo. Parad¨®jicamente, la percepci¨®n es crucial para los mercados financieros; pero, a la larga, como en la burbuja inmobiliaria, la percepci¨®n tiene que estar vinculada a alguna realidad econ¨®mica subyacente. Y por eso, ir¨®nicamente, este timador pol¨ªtico ha fracasado porque ha perdido la "confianza" y la "credibilidad" tanto de los mercados financieros como de las canciller¨ªas de Europa.
Su carrera ha estado dedicada al principio de que si haces que la gente cre algo, se convierte en realidad
Transform¨® su imperio financiero y de medios de comunicaci¨®n en la m¨¢quina pol¨ªtica m¨¢s grande del pa¨ªs
Es un retr¨®grado, pero tambi¨¦n es una criatura pol¨ªtica extremadamente moderna o posmoderna
Berlusconi se invent¨® un partido sin una verdadera ideolog¨ªa y cre¨® la ilusi¨®n de que era el l¨ªder de la naci¨®n
En los ¨²ltimos a?os, Berlusconi fue sin¨®nimo de esc¨¢ndalo a causa de sus incesantes flirteos, fiestas salvajes en el palacio presidencial, escarceos con prostitutas a sueldo y chicas menores de edad, y una serie de denuncias penales y casos de corrupci¨®n que le han perseguido durante a?os. Y luego est¨¢ su propensi¨®n a hacer comentarios subidos de tono en las reuniones internacionales, refiri¨¦ndose al "bronceado" de Barack Obama o fanfarroneando sobre c¨®mo utiliza sus dotes de playboy para obtener concesiones del primer ministro finland¨¦s. Esto ha hecho que a los extranjeros les resulte tentador sonre¨ªr y sacudir la cabeza y decir "solo en Italia".
Aunque Berlusconi es un producto t¨ªpico de una determinada faceta de la vida italiana, esa iron¨ªa f¨¢cil omite algo importante. Berlusconi es una figura retr¨®grada —que representa formas trasnochadas de corrupci¨®n y el sexismo y machismo tradicionales—, pero tambi¨¦n es una criatura pol¨ªtica extremadamente moderna o posmoderna. El papel del dinero y la fama en la pol¨ªtica, el uso pol¨ªtico de los deportes y el entretenimiento, la pol¨ªtica de la antipol¨ªtica, no son ni mucho menos exclusivos de Italia. Berlusconi, al moverse en un pa¨ªs con pocos frenos y equilibrios, ha sido capaz de combinar diversos tipos de poder —la inmensa riqueza de un Bill Gates, la potencia de fuego medi¨¢tico de Rupert Murdoch, m¨¢s ABC, CBS y NBC y el grupo Time, y el poder estelar de un Arnold Schwarzenegger combinado con el control de la Casa Blanca y de ambas C¨¢maras del Congreso— para crear una especie de ciudadano Kane del siglo XXI. El extraordinario poder de Berlusconi ha residido en aprovechar un antiguo sistema de poder para crear nuevas formas de comunicaci¨®n pol¨ªtica y organizar un consenso pol¨ªtico. Desde que Berlusconi entr¨® en la pol¨ªtica, los propietarios de medios de comunicaci¨®n se han hecho con el poder en otros dos pa¨ªses, Tailandia y Chile. El presidente chileno Sebasti¨¢n Pi?era ha seguido la f¨®rmula de Berlusconi casi al pie de la letra, al encabezar un imperio televisivo y tambi¨¦n comprar una participaci¨®n mayoritaria en un popular equipo de f¨²tbol.
La trayectoria pol¨ªtica de Berlusconi se inici¨® en unas circunstancias muy concretas: el final de la guerra fr¨ªa y sus ideolog¨ªas reinantes. El partido Dem¨®crata Cristiano y sus aliados, con la ayuda de la Iglesia cat¨®lica, hab¨ªan gobernado durante 45 a?os para impedir que el Partido Comunista Italiano llegara al poder. Una vez que el comunismo cay¨®, esta alianza perdi¨® gran parte de su fundamento, y la corrupci¨®n que hab¨ªa sido tolerada en nombre del anticomunismo de repente pareci¨® intolerable. Hacia 1993, los democristianos y sus cuatro aliados principales se separaron, dejando pr¨¢cticamente a la mitad del electorado italiano sin representaci¨®n. Berlusconi, con su inmenso imperio financiero y de medios de comunicaci¨®n, llen¨® ese vac¨ªo. Se ofreci¨® a proteger las viejas relaciones clientelistas del antiguo sistema, de las cuales era uno de los principales beneficiarios, pero de una forma nueva.
Berlusconi entendi¨® que las viejas ideolog¨ªas ten¨ªan poca influencia. Los italianos estaban m¨¢s interesados en los deportes y en el entretenimiento que en la pol¨ªtica, y ¨¦l presid¨ªa las tres cadenas privadas de televisi¨®n m¨¢s grandes y el equipo de f¨²tbol de m¨¢s ¨¦xito, el AC Milan. Sus sondeos privados le dec¨ªan que su nombre era universalmente conocido en el pa¨ªs mientras que solo la mitad de los ciudadanos hab¨ªan o¨ªdo hablar del entonces primer ministro, el serio y respetable economista Carlo Azeglio Ciampi. Berlusconi se invent¨® un partido —e incluso escribi¨® su himno— sin una verdadera ideolog¨ªa, aparte de una especie de patriotismo gen¨¦rico, al que llam¨® Forza Italia, el popular c¨¢ntico de la selecci¨®n nacional de f¨²tbol. Con un descaro incre¨ªble, Berlusconi transform¨® su inmenso imperio financiero y de medios de comunicaci¨®n en la m¨¢quina pol¨ªtica m¨¢s grande del pa¨ªs. Los gestores de fondos de inversi¨®n transformaron a sus clientes en organizadores del partido, los clubes de f¨²tbol del AC Milan se convirtieron en clubes de Forza Italia, a los ejecutivos del mundo de la publicidad se les hicieron pruebas de c¨¢mara y se les convirti¨® en candidatos, y sus tres cadenas nacionales eran su plataforma personal. Anunci¨® su candidatura mediante una grabaci¨®n de v¨ªdeo en la que aparec¨ªa en su estudio como los presidentes estadounidenses cuando presentan su discurso sobre el estado de la naci¨®n. Berlusconi, con un acceso a los medios de comunicaci¨®n que solo tendr¨ªa un primer ministro en el cargo, cre¨® la ilusi¨®n de que ya era el l¨ªder de la naci¨®n —el presidente de la realidad virtual— y pronto se convirti¨® en su verdadero l¨ªder.
Berlusconi perfeccion¨® la pol¨ªtica de la antipol¨ªtica, tomando muy deliberadamente como modelo a Ronald Reagan (el optimismo y la ret¨®rica de "el Gobierno es el problema") y a Ross Perot, el empresario antipol¨ªtico. En una ocasi¨®n en que fue duramente cuestionado por un destacado economista en un debate de televisi¨®n, Berlusconi le cort¨® diciendo: "Prueba a ganar un campeonato nacional de f¨²tbol antes de tratar de desafiarme". Fue un non sequitur absurdo pero que convenci¨® a muchos telespectadores italianos: despu¨¦s de todo, era verdad que Berlusconi hab¨ªa ganado varios campeonatos nacionales e internacionales. Esto me record¨® a Jesse El Cuerpo Ventura, que adujo el haber saltado de un avi¨®n en paraca¨ªdas como una raz¨®n para descartar cualquier duda respecto a su capacidad para gobernar el Estado. El f¨²tbol y su a veces grosero vocabulario hac¨ªan que este multimillonario pareciera un italiano corriente, a diferencia del planteamiento intelectual y m¨¢s pedag¨®gico de algunos l¨ªderes de centro-izquierda. Piensen en George W. Bush contra John Kerry.
Al principio, Berlusconi se vendi¨® a s¨ª mismo como una Margaret Thatcher italiana y muchos de sus seguidores esperaban que se saltara el papeleo y la hipertr¨®fica burocracia italiana, que redujera la injerencia del Gobierno en el mercado y revitalizara la econom¨ªa de Italia. No se percataron de que Berlusconi era un monopolista que hab¨ªa obtenido su posici¨®n dominante en diversos sectores en mercados que eran cualquier cosa menos libres. No comprendieron que los innumerables conflictos de inter¨¦s de Berlusconi no eran meramente un problema ¨¦tico, sino uno extremadamente pr¨¢ctico. Berlusconi no ten¨ªa la menor intenci¨®n de poner en peligro la posici¨®n de sus empresas en sectores tan fundamentales como la televisi¨®n, la informaci¨®n y las finanzas. Por ejemplo, Italia tiene una de las tasas de penetraci¨®n de Internet m¨¢s bajas de Europa. Esto socava la capacidad de Italia para participar en la econom¨ªa de la informaci¨®n, pero protege las televisiones de Berlusconi. Berlusconi no ten¨ªa la m¨¢s m¨ªnima intenci¨®n de renunciar a los hilos del poder que le permit¨ªan recompensarse a s¨ª mismo y a sus amigos, y a la vez castigar a sus enemigos en la forma cl¨¢sica del capitalismo de amiguetes. El crecimiento del PIB per capita italiano durante los a?os de Berlusconi fue pr¨¢cticamente nulo y el peor entre las principales naciones industrializadas. La posici¨®n de Italia ha ca¨ªdo en picado seg¨²n casi todos los baremos econ¨®micos y sociales internacionales: desde la competitividad econ¨®mica hasta la libertad econ¨®mica, pasando por la transparencia, la libertad de prensa y la igualdad de sexos.
Con un amplio consenso y una aplastante mayor¨ªa en el Parlamento, Berlusconi podr¨ªa haber reorganizado la econom¨ªa italiana si hubiera querido. Mientras ha estado en el cargo, ha invertido casi todas sus energ¨ªas reales en resolver problemas enteramente personales. Despu¨¦s de comprar sentencias judiciales, convirti¨® en ministro del Gobierno al abogado que soborn¨® a los jueces en su nombre. Eligi¨® para el Parlamento a los ejecutivos de sus empresas acusados de corrupci¨®n para que pudieran gozar de inmunidad frente a los cargos, y luego eligi¨® a sus abogados y los de estos de forma que los letrados pudieran reescribir las leyes de justicia penal que les eximir¨ªan de toda culpa. Sus exejecutivos de los medios de comunicaci¨®n en el Parlamento redactar¨ªan leyes que beneficiar¨ªan claramente a su empresa. Se entrometi¨® en la empresa de radiotelevisi¨®n estatal, su principal competidor, contratando y despidiendo a presidentes de cadenas, e intent¨® (y a veces logr¨®) suprimir los programas de televisi¨®n que se atrev¨ªan a criticarle.
La falta de cualquier freno a su poder aliment¨® en los ¨²ltimos a?os la sensaci¨®n de omnipotencia y de grandeza imperial de Berlusconi: empez¨® a nombrar para cargos pol¨ªticos a las mujeres con las que se acostaba o con las que quer¨ªa acostarse, el colmo de la confusi¨®n del poder p¨²blico y privado. Berlusconi se convirti¨® en prisionero de su propia m¨¢quina de propaganda. Se le daba tan bien ser candidato al cargo que no cre¨ªa que realmente fuera necesario hacer algo mientras ocupaba el cargo. Le gustaba codearse con los l¨ªderes mundiales, pero le aburr¨ªa el mon¨®tono asunto de hacer pol¨ªtica y ponerla en pr¨¢ctica. Lo importante era controlar la percepci¨®n de la realidad que ten¨ªa la gente. Mont¨® un numerito para limpiar la basura de las calles de N¨¢poles, pero como no abord¨® los problemas subyacentes de la zona con la gesti¨®n de residuos, la basura volvi¨® al cabo de pocos meses. Cuando un terremoto destruy¨® la ciudad de Aquila en 2009, intervino a toda prisa para proporcionar viviendas provisionales y declar¨® que la reconstrucci¨®n hab¨ªa sido un ¨¦xito espectacular. Un a?o despu¨¦s, los residentes de la ciudad que segu¨ªan sin poder regresar a sus hogares echaron abajo las barreras policiales que rodeaban la zona del terremoto y descubrieron que la antigua ciudad segu¨ªa en ruinas: lo cierto es que no se hab¨ªa llevado a cabo ninguna obra de reconstrucci¨®n. Cuando las c¨¢maras de televisi¨®n mostraron por fin la devastaci¨®n de la ciudad, fue como en El mago de Oz, cuando vemos que el gran mago no es m¨¢s que un hombrecillo detr¨¢s de una cortina y una invenci¨®n.
A pesar de su reputaci¨®n de empresario duro, Berlusconi no soporta los enfrentamientos ni las decisiones dolorosas, y huye de todo lo que pueda afectar su popularidad personal. Y cuando empezaron a salir a la luz todos los escabrosos detalles de su vida personal, se concentr¨® en aprobar una draconiana ley sobre escuchas telef¨®nicas que har¨ªa que fuera pr¨¢cticamente imposible efectuarlas e ilegal el publicarlas excepto cuando el material se presentase en un juicio.
Por otro lado, sus propias empresas de medios crearon una serie de esc¨¢ndalos personales y sexuales sobre otros l¨ªderes —empleando medios que infring¨ªan su propia propuesta de ley— para distraer la atenci¨®n de los problemas de Berlusconi. Una vez m¨¢s, parec¨ªa convencido de que no era m¨¢s que cuesti¨®n de controlar la percepci¨®n. Hasta hace muy poco, culpaba de la recesi¨®n de Italia a la prensa econ¨®mica del pa¨ªs que publicaba historias deprimentes que disuad¨ªan a la gente de gastar dinero.
Pero incluso en nuestro mundo posmoderno, la realidad sigue siendo importante, al menos parte de las veces.
Alexander Stille es autor de El saqueo de Roma (editorial Papel de Liar) y colabora habitualmente con The New Yorker, The New York Times y The Washington Post. Traducci¨®n de News Clips.
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