El baile de una diosa
Tamara Rojo, la diosa del ballet, la chica que vaci¨® el cuerpo para bailar el alma, el cisne de las piruetas y la acr¨®bata po¨¦tica de la tenaz entrega, siempre, incluso a mitad de su vuelo m¨¢s imposible, tuvo los pies en el suelo. En todo este tiempo acompa?¨® su legendaria capacidad para clavar su figura menuda, esculpida en duro lin¨®leo, y encadenar 10, 20, 30, decenas y decenas de giros sobre s¨ª misma, con la fama de ni?a prematuramente cabal. Por eso, desde la altura de sus 37 a?os, edad en la que para muchas de sus compa?eras de profesi¨®n todo empieza a saber a la angustia por el futuro incierto, Rojo se siente "en el mejor momento" de su carrera. Lista para la madurez. "M¨¢s sabia f¨ªsicamente, y en la c¨²spide de una cima art¨ªstica".
"Me siento en el mejor momento de mi carrera. M¨¢s sabia f¨ªsicamente, y en la c¨²spide de una cima art¨ªstica"
"Me molesta el clich¨¦ que afirma que en el ballet todo va a peor. Somos mejores bailarines que los de hace 50 a?os"
"Nacho Duato quer¨ªa hacer una compa?¨ªa de autor.Y si quieres eso, hazla privada, ju¨¦gate t¨² tu propio dinero""A todos nos gusta pensar que aquellos que alcanzan algo tienen que sufrir para lograrlo. As¨ª nos sentimos mejor por no intentarlo"
"El arte puede hacer las preguntas c¨®modas e inc¨®modas. Ante la crisis moral de esta sociedad, nos ayuda a contestarlas"
No significa eso que la madrile?a, nacida por accidente en Montreal como la hija de un ingeniero y una contable, piense disfrutar de "los seis a?os de baile" que, calcula ella, le quedan dormida en sus laureles de primera bailarina del Royal Ballet de Londres. Conformarse nunca fue su estilo.
Rojo, que ha cumplido este a?o una d¨¦cada en uno de los puestos m¨¢s codiciados de una profesi¨®n ambiciosa, se prepara para una nueva vida como gestora art¨ªstica, qui¨¦n sabe si al frente de la compa?¨ªa que tantos triunfos suyos ha contemplado. Colabora con el Consejo de las Artes brit¨¢nico ("tras media vida en este pa¨ªs, ya casi me siento de aqu¨ª") y se esfuerza, como en la canci¨®n de Dionne Warwick, en "saber cu¨¢ndo marcharse". "Me aterra hacer el rid¨ªculo. A este nivel es muy dif¨ªcil que la gente te diga toda la verdad. Tienden a adularte, pero yo tengo que permanecer alerta".
Pero las elucubraciones sobre su futuro llegar¨¢n despu¨¦s. Rojo hab¨ªa aparecido entre la lluvia, sepultada por el inc¨®gnito de un abrigo y un sombrero de lana, a su cita en la Royal Opera House, donde la m¨²sica de Chaikovski hab¨ªa sido sustituida en esta tarde desapacible por el ritmo percutor y escasamente musical de un taladro que se afanaba en el embellecimiento de la platea. Al otro lado, en la bulliciosa plaza, los carteles anunciaban sus futuros ¨¦xitos, mientras que en la tienda, los pasados destacaban entre los DVD consagrados a Margot Fonteyn y otras viejas reinas del Covent Garden. Salud¨® al guarda, que pareci¨® reconocerla a duras penas, y gui¨® sus pasos, anchos y ¨¢giles, a trav¨¦s de las calles hacia un club privado, donde los bailarines de la compa?¨ªa acuden a relajarse por las noches despu¨¦s de la funci¨®n: con su aire clandestino parece un buen lugar para hacer el camino de vuelta desde la divinidad de la danza al mundo de los mortales.
Llegaba de posar para el fot¨®grafo durante horas con complicados trajes de alta costura en un estudio del norte de Londres. Un juego de ni?os para una mujer acostumbrada al trabajo duro (?ocho horas diarias de clases y ensayos!) desde que empez¨® en el ballet a los seis a?os. "Creo que en general cada vez tenemos menos capacidad de sacrificio", explicar¨¢ como para disculparse sentada en el borde de un sof¨¢ de terciopelo, en posici¨®n bien erguida. "Creemos que nos lo merecemos todo. Y creemos que nos lo merecemos a cambio de nada. Hay un concepto muy contempor¨¢neo que dice que el trabajo es el trabajo y que no debe invadir tu vida personal. Que si logras eso, ser¨¢s un ser humano equilibrado. No estoy totalmente de acuerdo. Una vocaci¨®n es algo que te llena. Afecta a todo lo que haces".
Ciertamente, ella nunca escatim¨® esfuerzos para labrarse las conquistas. "Su virtud m¨¢s destacable es la enorme capacidad de trabajo", explica Ricardo Cu¨¦. Hombre de enciclop¨¦dico conocimiento coreogr¨¢fico y uno de los primeros valedores de Tamara Rojo en el mundo del ballet, la conoci¨® "en Par¨ªs cuando ella ten¨ªa 18 a?os". "Y enseguida supe que era una chica especial, de las que no necesitan pasar por el cuerpo de baile para ser primeras bailarinas".
Entonces, Rojo brillaba a las ¨®rdenes de V¨ªctor Ullate, el maestro en sus inicios, a cuya compa?¨ªa lleg¨® por cabezoner¨ªa cat¨®dica. "Estaba viendo un programa en televisi¨®n que se llamaba El kiosco", recuerda ella. "Y sal¨ªan unas ni?as bailando. Le dije a mi madre: 'Quiero que me apuntes donde esas ni?as estudien'. Ella averigu¨® que eran de Ullate. Al ingresar en la compa?¨ªa, me di cuenta de que el ballet era otra cosa que practicar despu¨¦s del cole dos veces por semana, que era algo a lo que se pod¨ªa uno dedicar con todas sus fuerzas. Luego decid¨ª, como a los 11 o 12 a?os, que yo estaba llamada para eso".
El resto es historia de la danza europea. La chica gan¨® un concurso importante en Par¨ªs, justo en la ¨¦poca en la que conoci¨® a Cu¨¦. Fue fichada por el Scottish Ballet cuando a¨²n era una jovencita sin conocimientos de ingl¨¦s ("poco importaba, en Escocia tampoco lo hablan", suele decir en broma). Cuatro a?os en la compa?¨ªa fueron suficientes para llamar la atenci¨®n del English National Ballet. Y cuando se sinti¨® lista para el gran reto del Royal Ballet, la suerte vino a aliarse con ella. "En la compa?¨ªa en la que yo estaba, el repertorio era muy limitado", recuerda. "Y yo quer¨ªa algo m¨¢s... dram¨¢tico. Contact¨¦ con el director [sir Anthony Dowell]. Ped¨ª ingresar un mes de septiembre en el Royal Ballet, pero no ten¨ªan contratos para m¨ª en ese momento. Luego me llamaron en enero. Una de sus primeras bailarinas se hab¨ªa ido del ballet bruscamente y se mont¨® un gran esc¨¢ndalo. Y en ese momento, para parar la mala prensa por la s¨²bita partida, me contrataron a m¨ª".
La pol¨¦mica por su acelerada salida de la antigua compa?¨ªa (nada grave; con el tiempo, ha acabado bailando regularmente al frente del English National Ballet) atrajo sobre ella la atenci¨®n de la prensa brit¨¢nica. Londres es una ciudad donde el ballet es cosa seria y en la que sus siete diarios m¨¢s importantes dedican un espacio preponderante al exigente comentario coreogr¨¢fico. Pero por eso no cabe preocuparse. Rojo siempre fue una favorita de la prensa ya desde sus inicios, como recuerda Judith Mackrell, cr¨ªtica de danza del diario The Guardian. "La primera vez que la vi bailar fue con Romeo y Julieta, en el Royal Albert Hall. Me sorprendi¨® enormemente que una chica tan joven y menuda fuese capaz de llenar el espacio tan poderosamente. Desde entonces, su intensidad l¨ªrica y su capacidad dram¨¢tica no han dejado de crecer, as¨ª como el hecho de que sigue poseyendo una t¨¦cnica de acero".
Cu¨¦, que promovi¨® su candidatura al Premio Pr¨ªncipe de Asturias de las Artes (lo recogi¨® en 2005 junto a la veterana Maya Plis¨¦tskaya), recuerda emocionado las un¨¢nimemente elogiosas cr¨ªticas recibidas por Rojo el mes pasado gracias a una interpretaci¨®n de Margarita y Armando, un "antes y un despu¨¦s" en su trayectoria. Solo hab¨ªan bailado esa pieza antes Margot Fonteyn y Sylvie Guillem (junto a Ana Laguna, la ¨²nica bailarina a la que la peque?a Tamara pidi¨® en cierta ocasi¨®n un aut¨®grafo). Enfrentarse a ella era un reto arriesgado del que, seg¨²n la cr¨ªtica, Rojo ha salido "consagrada". "Est¨¢ viviendo ese momento en que se puede relajar gracias a que ha dominado la t¨¦cnica y as¨ª entregarse al gran arte", opina Cu¨¦.
Sus a¨¦reas piruetas no han sido las ¨²nicas razones que han hecho a Rojo una habitual de los diarios este a?o. A la prensa, que disfruta compar¨¢ndola con Elizabeth Taylor por sus enormes y expresivos ojos, le interesa enormemente tanto su supuesta pugna con la bailarina del Royal Ballet Alina Cojocaru ("nosotras nos llevamos bien; los que no se pueden ni ver son nuestros fans", admite entre risas) como su inesperado inter¨¦s por colocarse al frente de la compa?¨ªa como directora, un puesto que al final fue adjudicado a Kevin O'Hare, hombre de perfil burocr¨¢tico que viene de gestionar los aspectos administrativos. "Yo misma sent¨ª cierta sorpresa al ver que me presentaba", recuerda Rojo. "Pero en realidad fueron los propios seleccionadores los que me empujaron. Y qued¨¦ contenta con mi presentaci¨®n".
Pese a que todos coinciden en que habr¨ªa sido una pena ver truncada su carrera cuando a¨²n le queda tanto por dar ("Creo que intelectualmente estaba preparada, pero habr¨ªa resultado una l¨¢stima que dejara de bailar", opina la cr¨ªtica Judith Mackrell), lo cierto es que Rojo lleva a?os trabajando en ello: "Leyendo tochos de ensayo en los tiempos muertos de los aviones", acudiendo a exposiciones de arte e "intentando aprender los misterios de la gesti¨®n" observando trabajar a otros. "El comit¨¦ valor¨® mucho mis conocimientos de danza internacional y mis contactos. Tambi¨¦n apreciaron mi inter¨¦s por el resto de las artes. Lo hice sobre todo para aprender. Y s¨ª, a lo mejor hubiese sido demasiado pronto. Aunque hay cosas por las que merece sacrificar otras".
Este relato vendr¨ªa a desmentir las elucubraciones que la situaron m¨¢s o menos en la misma ¨¦poca en la carrera por la sucesi¨®n de Nacho Duato al frente de la Compa?¨ªa Nacional de Danza (CND), donde le sustituy¨®, tras dos d¨¦cadas, Jos¨¦ Carlos Mart¨ªnez, que se halla en los ¨²ltimos compases de su carrera como bailar¨ªn estrella de la ?pera de Par¨ªs. "Yo no pinto nada dirigiendo ese cuerpo", se excusa ella. "Y lo digo sin desmerecer a nadie, porque Jos¨¦ Carlos es muy inteligente, tiene mucha experiencia. Y yo no tengo nada que ense?arle".
-?A qu¨¦ atribuye que el ballet cl¨¢sico no cuajara, ni quiz¨¢ cuaje nunca, en Espa?a?
-Hubo un tiempo en que s¨ª se logr¨®, cuando la directora del Ballet Nacional era Mar¨ªa de ?vila. De all¨ª salieron grandes estrellas como Arantxa Arg¨¹elles o Trinidad Sevillano. Luego, pol¨ªticamente se decidi¨® que la compa?¨ªa ten¨ªa que ir en una direcci¨®n determinada, que era la contempor¨¢nea, y pusieron a Nacho Duato. Fue ¨¦l quien decidi¨® que el ballet cl¨¢sico no ten¨ªa espacio all¨ª. ?Por qu¨¦ la gente dej¨® de ir a ver a la Compa?¨ªa Nacional despu¨¦s de 20, incluso de 10, y hasta de 5? Porque es un co?azo. Siempre ves lo mismo. No significa que Nacho no sea un buen core¨®grafo, lo es, pero en dosis. Como todos. No puedes estar comiendo 20 a?os el mismo plato. El problema es que nuestras instituciones culturales no tienen responsabilidad. La CND tendr¨ªa que asegurarse de ofrecer un n¨²mero suficiente de actuaciones para un n¨²mero determinado de p¨²blico. Y esta regla no funcion¨® en la compa?¨ªa, porque era muy aburrida. Muy repetitiva. ?l quer¨ªa hacer una compa?¨ªa de autor, como hab¨ªa visto en la de Jir¨ª Kily¨¢n. Y si quieres una compa?¨ªa de autor, hazla privada, ju¨¦gate t¨² tu propio dinero.
-No parece abundar entre sus compa?eros ese inter¨¦s suyo por el trabajo en la sombra, lejos de los focos...
-S¨¦ que no es lo normal en este gremio, pero ?qu¨¦ le vamos a hacer si a m¨ª me interesa la gesti¨®n? Yo lo veo como una manera de devolver a la danza todo lo que me ha dado personalmente. Aunque a lo mejor esa pulsi¨®n estaba ah¨ª de siempre. El primer espect¨¢culo que fui a ver fue un Lago de los cisnes, que no me gust¨® nada. Me interesaba hacer ballet, pero no verlo. Yo no sab¨ªa que hab¨ªa que bailar en el escenario. ?Me pareci¨® de un exhibicionismo! No me result¨® serio para nada... Menuda era yo.
No es ese el ¨²nico estereotipo que Rojo incumple. No se ajusta a la imagen de la l¨¢nguida bailarina. La contagiosa inquietud intelectual de esta ¨¢vida lectora de literatura espa?ola y latinoamericana y compulsiva consumidora de cine y teatro quedar¨¢ patente cuando a mitad de la charla se interese por el libro que porta el periodista. Se trata de Apollo's angels, una historia del ballet con la que la exbailarina Jennifer Homans ha conseguido abrir en el mundo anglosaj¨®n un enconado debate en torno al cap¨ªtulo que cierra el ensayo, en el que se afirma que la danza es un arte muerto, incapaz de adaptarse a los retos de la contemporaneidad.
Coge el libro y lo abre por la mitad. "No leas a partir de aqu¨ª", dice con fingido enfado. "Me molesta un poco el clich¨¦ que afirma que en el ballet todo va a peor. Somos mejores bailarines que los de hace 50 a?os. Sin ninguna duda. Tanto f¨ªsicamente como en lo puramente atl¨¦tico, tanto en la alimentaci¨®n como en la musculatura. Art¨ªsticamente ya es una cuesti¨®n de opiniones, pero a m¨ª me parece que esa se?ora no ve lo que hacemos nosotros o la ?pera de Par¨ªs. Es m¨¢s, estoy convencida de que la generaci¨®n que venga dentro de 20 a?os ser¨¢ mejor que la m¨ªa".
Rojo opina que la disciplina a la que consagr¨® su vida tiene algo que decir, incluso enfundada en sus aparatosos tut¨²s, ante la cruda realidad; tambi¨¦n ante eventos tan dram¨¢ticos como los disturbios que asolaron su ciudad en verano. "El arte puede aportar lo que aporta siempre. Puede hacer las preguntas c¨®modas e inc¨®modas. Ante la crisis moral de esta sociedad, viene a ayudarnos a contestar esas preguntas. Todas las historias, pero sobre todo las que sobreviven tanto tiempo, como El lago de los cisnes, sirven de mucho. Desde el punto de vista de un ni?o homosexual que no es capaz de salir en sociedad, o de la mujer que ans¨ªa ser otra cosa, o del soberano que no acepta las responsabilidades de la corona...".
Por eso le result¨® tan molesta, como se ha encargado de decir a quien ha querido o¨ªrla, la adaptaci¨®n de Darren Aronofsky al cine, ese Cisne negro que le vali¨® un Oscar a Natalie Portman. "Los cr¨ªticos la pusieron tan bien porque visualmente era muy bonita. Pero para m¨ª fue una gran desilusi¨®n. En cuanto pones un tut¨² y un par de bailarinas, todo se vuelve s¨²bitamente bello. Pero en cuanto a la pel¨ªcula, ya solo como pel¨ªcula, los di¨¢logos y todo lo dem¨¢s son tremendamente torpes". Se enciende cuando recuerda que el director asegur¨® que Portman hab¨ªa logrado meterse en la piel de una primera bailarina tras solo un a?o de duro trabajo. "Me parece una falta de respeto hacia esa doble del New York City Ballet que la ayud¨® en las escenas. Adem¨¢s, yo s¨¦ que eso es imposible".
Lo cierto es que el ¨¦xito de una pel¨ªcula tan truculenta (en el argumento hay episodios de autolesiones, anorexia, acoso sexual y turbias derivadas del amor materno-filial) podr¨ªa venir a confirmar una cosa: el mundo est¨¢ dispuesto a creer que una compa?¨ªa de ballet es un ambiente claustrof¨®bico, el escenario perfecto para la representaci¨®n de nuestras peores pesadillas. "Hubo una ¨¦poca en la que probablemente fue bastante parecido a lo que se expone en la pel¨ªcula. Hoy en d¨ªa, por ejemplo, si sufres un desorden alimentario, tu carrera se acaba r¨¢pidamente. Creo que a todos nos gusta pensar que aquellos que alcanzan algo tienen que sufrir para lograrlo. As¨ª nos sentirnos mejor por no intentarlo. Como cuando nos divierte ver las fotos de las famosas famos¨ªsimas, en la playa, gordas, horrorosas... Genera cierto bienestar. Lo m¨ªo es un sacrificio elegido, no impuesto. Esto ser¨ªa terrible si me obligaran todos los d¨ªas. Si te sacaran de la cama, te arrastraran y te pusieran a entrenar".
Por suerte para sus seguidores, a Rojo solo le pesa "algunas ma?anas", las que siguen a una funci¨®n especialmente exigente, levantarse de la cama. Ese primer paso de baile de la coreograf¨ªa diaria. Esa pirueta tan costosa y tan universal. P
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