Un pa¨ªs m¨¢s aburrido y m¨¢s triste
Oklahoma City es una peque?a localidad entre el sur y el medio oeste de Estados Unidos que solo aparece en los telediarios cuando un cafre comete una matanza o una tormenta causa un desastre may¨²sculo. No tiene equipo profesional de f¨²tbol ni de b¨¦isbol ni de hockey sobre hielo. El ¨²nico deporte masivo, y uno de sus pocos entretenimientos, es el baloncesto, que representa adem¨¢s una importante fuente de ingresos en una regi¨®n deprimida econ¨®micamente y alejada de las ¨¢reas de desarrollo. En sitios as¨ª se siente especialmente el drama que significa para este pa¨ªs la probable suspensi¨®n de la NBA.
Los Thunder son la aut¨¦ntica joya local. No solo porque juegan bien y aspiran justamente a un t¨ªtulo, sino porque aportan riqueza y dan lustre a la comunidad. Cada partido suyo genera alrededor de un mill¨®n de d¨®lares (unos 740.000 euros) de beneficios para el entramado de tiendas, bares y restaurantes que se mueve en torno al baloncesto, seg¨²n los expertos. El pabell¨®n en el que juegan, el Chesapeake Energy Arena, emplea de forma permanente a 100 trabajadores, y a otros 500 de modo temporal los d¨ªas de partido. Eso, sin contar con los puestos de trabajo que se crean en los negocios vinculados al deporte, como el transporte, el comercio o la alimentaci¨®n.
Con todo, no es el aspecto econ¨®mico lo que m¨¢s preocupa al alcalde de Oklahoma, Mick Cornett. Su mayor temor es el da?o que la suspensi¨®n de la NBA produce a la moral colectiva de la ciudad. "La idea de tener a Kevin Durant jugando con el nombre de Oklahoma City en su camiseta, luci¨¦ndolo en las portadas de las revistas y acaparando la atenci¨®n de todos los medios de comunicaci¨®n nacionales es un elemento muy positivo", ha manifestado a la Radio P¨²blica Nacional.
Se ha escrito mucho sobre la aportaci¨®n que el deporte hace al estado de ¨¢nimo de una naci¨®n. Es evidente que la alegr¨ªa que un ¨¦xito deportivo produce, por ef¨ªmera e inconsistente que sea, tiene ciertos efectos en todas las dem¨¢s actividades de una sociedad. El deporte, adem¨¢s, se ha convertido en los ¨²ltimos a?os en una gran industria y en un signo de identidad. Desde ese punto de vista, la NBA ocupa para Estados Unidos un papel tan importante como Silicon Valley o el Empire State. Cuando se ve un partido en cualquier rinc¨®n del mundo se est¨¢ viviendo una experiencia americana.
Por tanto, su suspensi¨®n representa en alguna medida un fracaso colectivo de este pa¨ªs y una enorme decepci¨®n para su poblaci¨®n, no solo para los aficionados. Se puede vivir sin deporte, pero es m¨¢s llevadero vivir con deporte. El partido de la NBA que los norteamericanos pueden ver varias veces por semana despu¨¦s de cenar es uno de los pocos momentos de verdadera distracci¨®n y placer que ofrece una sociedad competitiva y severa en la que el trabajo y el sacrificio consumen la mayor parte del d¨ªa. Si, para colmo, tu equipo del coraz¨®n est¨¢ en buen momento y tienes oportunidad de acudir al estadio, el gozo puede llegar a ser incomparable.
Todos los que siguen la NBA han visto las im¨¢genes del actor Jack Nicholson sentado en la primera fila en cada partido de los Lakers. Otras muchas estrellas se reparten entre los asientos de esa y otras canchas de un deporte que ha ganado popularidad y dimensi¨®n global en los ¨²ltimos a?os. En muchas ciudades, un abono con el equipo local es el equivalente a un palco en la ¨®pera de Viena. La NBA es un orgullo nacional y resume, en innumerables aspectos, valores y sentimientos americanos. Sin ella, este pa¨ªs no va a ser m¨¢s d¨¦bil, pero s¨ª m¨¢s aburrido y m¨¢s triste.
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