El escritor en Ciberia
La tecnolog¨ªa digital nos reta con su exceso textual. Las cabezas ruedan en espect¨¢culos que bien podr¨ªan horrorizar a Medusa. Los indignados toman las plazas p¨²blicas. Entre una y otra cosa, se abre paso desde la periferia el libro valiente, el libro cr¨ªtico, el libro verdaderamente literario. Aqu¨ª van apenas unas cuantas se?ales de tr¨¢fico. Y, por debajo de todo ello, m¨¢s secreta que las secretas listas, la poes¨ªa. C¨®mo no.
A. UN CUADRO COSTUMBRISTA
El escritor se levantaba temprano y ponderaba, de preferencia con amargura, el estado de las cosas. El humo del cigarrillo. La taza de caf¨¦. El golpeteo de las teclas sobre el lienzo blanco del papel. El charco es muy grande y los puentes muy cortos, murmuraba. No hay ning¨²n intercambio cultural de relevancia entre las distintas regiones del espa?ol, especialmente entre Espa?a y Am¨¦rica Latina, sin dejar de lado a la regi¨®n puramente latinoamericana. Una pausa. El momento de la densa reflexi¨®n. El escritor continuaba, con amargura. Inevitablemente es un adverbio. La circulaci¨®n del libro en su modo neocolonial: partir del centro todav¨ªa imperial, ubicado en Espa?a, para luego distribuirse, y esto s¨®lo con suerte, en los territorios de las antiguas colonias. El conf¨ªn empieza aqu¨ª. Esto es una flecha. El gemido, entonces. La mano sobre la frente. El halo de humo.
B. LA VENTANA DEL ESPANTO
Se trata de un cuadro m¨¢s bien l¨²gubre y vertical y, sin duda, amargo. As¨ª se miraban las cosas desde un cuarto dentro de una torre de marfil. La ventana del espanto. Pero por ah¨ª, del otro lado en todo caso, ha pasado ya la primera d¨¦cada del XXI. Ese sitio no es ya m¨¢s el lugar de residencia de muchos de los lectores contempor¨¢neos. Muchos de ellos migraron, y esto hace tiempo, hacia ese lugar de la pantalla de cuyo nombre no quiero acordarme.
C. EL FANTASMA DE LA TUNDRA
'CIBERIANA'
Quiz¨¢ pocas veces como en la ¨¦poca actual se han conjuntado las condiciones tanto tecnol¨®gicas como econ¨®micas capaces de permitir un verdadero cruce de fronteras y una intercomunicaci¨®n cultural a lo largo y ancho del as¨ª llamado mundo de habla hispana. El auge de Internet y la constante intervenci¨®n, cuando no dominio, de las plataformas 2.0 en nuestras vidas cotidianas, y especialmente en nuestras vidas de lectores, han abierto, sin duda, canales de flujo para una serie de artefactos textuales que s¨®lo con dificultad circulaban en el pasado, incluso el m¨¢s reciente. Del blog local a las actividades de intercambio de editoriales independientes, del canje gratuito de material textual a trav¨¦s de PDF a la proliferaci¨®n de ligas en el tr¨¢fico de noticias editoriales, el mapa de la tundra ciberiana es, sin duda, un mapa movedizo. Este auge se superpone y, en sus momentos m¨¢s felices, logra desviar el flujo de circulaci¨®n de mercanc¨ªas textuales establecidas por las grandes transnacionales del libro. A este retrato habr¨ªa que a?adirle la presencia m¨¢s o menos activa, al menos en ciertas regiones, de un Estado que intenta jugar un papel din¨¢mico en la expansi¨®n del uso del espa?ol, por ejemplo. Nunca, pues, como en nuestros d¨ªas, el lector de habla hispana ha podido deslizarse con mayor presteza por las v¨ªas virtuales y no virtuales que conectan los distintos mundos en los que residimos, aumentando as¨ª su posibilidad de acceso al libro escrito en espa?ol. Sin embargo, como argumentaba Eduardo Gr¨¹ner en ese apasionado tratado que es El fin de las peque?as historias, el gran reto en una era caracterizada por la globalizaci¨®n del capital y la disoluci¨®n de los l¨ªmites del Estado naci¨®n no es otra cosa m¨¢s que el proceso y las pr¨¢cticas des-globalizadoras en lo que toca a los flujos migratorios y, en general, al deslizamiento por el globo de la fuerza laboral. Algo similar podr¨ªa ocurrirle al libro verdaderamente literario, al libro arriesgado o an¨®malo, al libro valiente. Un fantasma recorre la tundra ciberiana, en efecto, y ¨¦se es el fantasma del libro cr¨ªtico. Todas las fuerzas del viejo mundo sin pantallas y del nuevo mundo con ellas se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: el capital, que es feroz; la moda, que de suyo no tiene contemplaciones; la comercializaci¨®n rampante, que, en fin, rampa. Por eso el fantasma huye, espantado. Por eso hay que encontrar alguna manera de atraparlo.
D. USTED EST? AQU?
Lo que tienes entre tus manos, querido lector, es un mapa. No hay nombres propios, sino links. Territorios de b¨²squeda. ?reas de acci¨®n. Veamos.
D1. IMPENETRABLE COMO TU ESPEJO
Existe una lista de secretos en la que el verdadero secreto es la poes¨ªa.
E. GLOBALIZAR, QUE ES TRADUCIR
La era de globalizaci¨®n tendr¨ªa que ser, por fuerza, la era de la traducci¨®n. Nada, en todo caso, como la traducci¨®n para combatir a las fuerzas activas de la desglobalizaci¨®n. Aceptar y asumir que una buena parte de la literatura latinoamericana de hoy se lleva a cabo fuera de los l¨ªmites geogr¨¢ficos del mundo de habla hispana, e incluso fuera de los l¨ªmites ling¨¹¨ªsticos del espa?ol, es una tarea a la vez parad¨®jica y urgente. Pero no s¨®lo se traduce de una lengua a otra. Escribir es traducir. El libro que se hace hoy mismo, en alg¨²n lugar de la Pantalla Cuyo Nombre, es un libro escrito directamente en traducci¨®n. Hay alguien, sin duda, que vive en Otro Lado y, utilizando incluso con palabras de su Propia Lengua, escribe en realidad en Otrolad¨¦s.
F. LA HORA DE LA NOVELITA DE AMOR
No es un novel¨®n, ni una noveleta ni una novela corta ni una nouvelle ni mucho menos una novelucha. Se trata de la nueva novela sentimental latinoamericana. Son libritos as¨ª, en diminutivo, debido al n¨²mero de sus p¨¢ginas pero sobre todo por el efecto de cercan¨ªa que suscitan. Dice An¨ªbal Gonz¨¢lez en Love and Politics in the Contemporary Spanish American Novel que las novelitas tienen sus ra¨ªces bien firmes en la era del post-boom, cuando distintos autores y autoras introdujeron, y no de manera aleatoria ni secundaria, el tema del amor en sus libros. Pero el amor del que tratan las nuevas novelas sentimentales es del tipo que pretende sanar "las divisiones y el rencor generado por d¨¦cadas de movilizaci¨®n social y pol¨ªtica", m¨¢s cercano al ¨¢gape (el amor hacia el vecino) que a la pasi¨®n s¨²bita y carnal que tantas veces domin¨® el espectro emocional de novelas anteriores. Que muchas de sus hero¨ªnas sean lectoras, y no s¨®lo voluptuosas y pasionales femmes fatales, tambi¨¦n habla de las cambiantes relaciones de g¨¦nero que poco a poco recogen estos libros.
G. RECICLA ESTO
Vivimos en un mundo escrito. Si algo han hecho las tecnolog¨ªas digitales es dejar en claro que estamos rodeados de texto. Algunos escritores conceptualistas norteamericanos, y otros tantos del mundo de habla hispana, han reaccionado ante este exceso textual declarando que no hay ya necesidad de escribir nada "original" y que la responsabilidad del escritor en la hora digital es re-escribir, re-ciclar, copiar en sentido estricto, apropiar, subvertir, re-contextualizar. Se trata del momento espectacular de la lectura, y los libros que incorporan este mecanismo, ya sea en papel o en pantalla, trabajan con uno de los hechos m¨¢s pol¨¦micos de hoy: el escritor en el proceso de curar aquello que padece de lenguaje. Escritura sin autor o, mejor, con varios autores an¨®nimos y/o p¨²blicos. A veces reciclando a los cl¨¢sicos (de Borges a Rulfo, entre tantos otros), pero tambi¨¦n extrayendo lenguaje de esos autores in¨¦ditos que se encuentran en los documentos de archivo en un proceso cercano a las distintas formas de escritura documental, estos libros nacen fuera de la esfera del s¨ª mismo.
H. AMANECER EN POMPEYA
Nuestra cuna no es ya m¨¢s esa ciudad eterna donde las ruinas yacen, capa sobre capa, en un gesto de circular totalidad. Nuestra cuna es esa otra ciudad petrificada en la gloria de un instante: Pompeya. Corte. Tajo. Interrupci¨®n. Hubo, alguna vez, eso es cierto, un homo psychologicus. Se trataba de ese ser humano de las sociedades industriales que construy¨® gruesos muros para separar lo privado de lo p¨²blico y proteger as¨ª una noci¨®n silenciosa y profunda, individual y estable, del yo. Pero el homo psychologicus ya fue. En su lugar se ha configurado el homo technologicus: un ser post-humano que habita los espacios f¨ªsicos y virtuales de las sociedades inform¨¢ticas para quien el yo no es ni secreto ni una hondura ni mucho menos una interioridad, sino, por el contrario, una forma de visibilidad. Conectado a digitalidades diversas, el technologicus escribe esa vida que s¨®lo existe para que aparezca inscrita en fragmentos de circulaci¨®n constante. Una extra?a pero sugerente combinaci¨®n entre el culto a la personalidad y una noci¨®n alterdirigida del yo dentro de un r¨¦gimen de visibilidad total ha provocado que miles de seres post-humanos se lancen raudos y veloces a transmitir mensajes escritos sobre lo que les acontece en ese justo y pomp¨¦yico instante. De ah¨ª el Twitter. De ah¨ª, tambi¨¦n, la nueva escritura auto/biogr¨¢fica que en el papel imita la movilidad y la desaparici¨®n constante del texto en un TimeLine. Leer es, en efecto, una forma de constatar. No hay secreto.
I. LA ACCI?N COLECTIVA
A la hora de la verdad, que es con frecuencia la hora de la denuncia de la violencia, los libros en papel han optado por contar historias en modo realista, ya en t¨¦rminos de su relaci¨®n con el referente o ya por su uso del lenguaje coloquial. Las plataformas 2.0, que tanto han contribuido a cuestionar de manera a veces radical el mito del escritor solitario, han radicalizado el poder cr¨ªtico de la escritura en tiempo real. Cualquier TimeLine nos dice la verdad: el escritor de hoy escribe en comunidad, de preferencia en el aqu¨ª y el ahora. Las tecnolog¨ªas digitales tambi¨¦n han puesto ¨¦nfasis en la vecindad del texto con otras formas de exploraci¨®n art¨ªstica, resaltando la producci¨®n h¨ªbrida. Este marco de acci¨®n grupal e interdisciplinario ha dado pie a la formaci¨®n de colectivos que transitan con gran libertad entre la producci¨®n virtual y la publicaci¨®n en papel, creando tambi¨¦n lazos entre comunidades que trascienden las fronteras de los Estados nacionales.
J. AL LENGUAJE POR ASALTO
La escritora se levanta temprano todav¨ªa y, con toda seguridad, tambi¨¦n toma caf¨¦. Hay cosas que no cambian. La ventana que se abre, sin embargo, no s¨®lo est¨¢ en la pared sino dentro de la pantalla que examina. Aqu¨ª ya no hay torres de marfil. Los b¨¢rbaros, que somos todos, hemos tomado por asalto el cielo del lenguaje. SMS. MSN. FB. TW. Blog. eBOOK. LIBRO. Todos y alguien y cualquiera pueden escribir. Y escribimos. Ante la ca¨ªda del capital cultural de lo literario (y los rituales de lo literario) acontecido hacia finales del siglo XX, surgen de un lado a otro en la tundra ciberiana las escrituras dial¨®gicas, intermitentes, colectivas, h¨ªbridas, que producen nuestro presente como un estado cr¨ªtico. En eso estamos, y vamos. Este es el ruido casi imperceptible del teclado. Usted sigue aqu¨ª.
Cristina Rivera Garza (Matamoros, M¨¦xico, 1964) ha publicado recientemente en M¨¦xico Verde Shanghai (Tusquets) y El disco de Newton. Diez ensayos sobre el color (Bonobos). cristinariveragarza.blogspot.com
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