La crisis sentencia la pol¨ªtica exterior
Un cuerpo diplom¨¢tico sin claro apoyo pol¨ªtico de los Gobiernos busca lograr una financiaci¨®n inexistente - La cuesti¨®n palestina evidencia la divisi¨®n
El 31 de octubre fue un d¨ªa negro para la pol¨ªtica exterior de la UE. Puestos los Veintisiete ante la tesitura de votar el ingreso de Palestina en la Unesco, el club comunitario estall¨® en los tres pedazos posibles: a favor, en contra y abstenci¨®n. La suspensi¨®n de la incredulidad que exige la lectura del Tratado de Lisboa con sus ambiciones de una pol¨ªtica exterior, de seguridad y de defensa s¨®lida, unida y cre¨ªble salt¨® por los aires. El rey est¨¢ desnudo.
Palestina es uno de esos polos de pol¨ªtica exterior en los que la UE lleva d¨¦cadas invirtiendo millones de euros (a raz¨®n de m¨¢s de mil en los ¨²ltimos a?os y en su doble vertiente de instituciones comunitarias y aportaciones de los distintos Estados) y de esfuerzos diplom¨¢ticos sin haber sacado nunca nada en limpio. Se lo comentaba a principios de mes en Cannes Nicolas Sarkozy a Barack Obama, hablando ambos del primer ministro israel¨ª Benjam¨ªn Netanyahu. "No le puedo ni ver. Es un mentiroso", se dol¨ªa el presidente franc¨¦s, al que intentaba consolar el americano: "Pues imag¨ªnate yo, que trato con ¨¦l todos los d¨ªas".
Es una entelequia crear una pol¨ªtica com¨²n en un club tan heterog¨¦neo
Celoso de su autonom¨ªa exterior, a Londres la idea le provoca sarpullidos
Ante la votaci¨®n para la promoci¨®n o el ingreso como miembro de pleno derecho de Palestina en la ONU, los Veintisiete se han pasado 2011 mordi¨¦ndose la lengua para no pronunciarse sobre c¨®mo convendr¨ªa votar (aunque al final, en los discursos de la pasada Asamblea General, el club comunitario se volviera a dividir no en tres sino en cuatro, si se tienen en cuenta los no sabe / no contesta) en un desesperado intento de la diplomacia europea de presentar el frente unido que Lisboa pretend¨ªa atribuir a la pol¨ªtica exterior comunitaria.
De momento, los Veintisiete se agarran a una posici¨®n oficial de que israel¨ªes y palestinos deben sentarse a negociar conforme a un calendario que desemboque en el fin de conflicto en 2013. Pero las distintas sensibilidades en conflicto, contenidas a lo largo del a?o y entrevistas en septiembre en Nueva York, estallaron en fracturas reales en Par¨ªs en octubre. Once pa¨ªses votaron a favor de la admisi¨®n de Palestina en la Unesco (Austria, B¨¦lgica, Chipre, Eslovenia, Espa?a, Finlandia, Francia, Grecia, Irlanda, Luxemburgo, Malta), cinco votaron en contra (Alemania, Lituania, Pa¨ªses Bajos, Rep¨²blica Checa y Suecia) y otros 11 se abstuvieron (Bulgaria, Dinamarca, Eslovaquia, Estonia, Hungr¨ªa, Italia, Letonia, Polonia, Portugal, Reino Unido y Ruman¨ªa).
La prueba palestina es el ejemplo m¨¢s palpable de la entelequia que es, hoy por hoy, establecer una pol¨ªtica exterior para un club tan heterog¨¦neo como el de los Veintisiete, con irreconciliables posiciones enraizadas en la historia, la geograf¨ªa, la econom¨ªa o las circunstancias pol¨ªticas del momento. "Aqu¨ª hay un problema estructural b¨¢sico...", se le plante¨® en una oportunidad la cuesti¨®n a Catherine Ashton. La alta representante para la Pol¨ªtica Exterior de la Uni¨®n respondi¨® con sonrisa ir¨®nica: "?Solo uno?". "Lo ocurrido en Par¨ªs fue lamentable", comenta alguien de su entorno. Otros dicen que con esa votaci¨®n, ella y la pol¨ªtica exterior europea quedaron en rid¨ªculo: Ashton hab¨ªa hecho todos los esfuerzos posibles para mantener un frente com¨²n.
El extraordinario poder blando de la Uni¨®n deriva del car¨¢cter envidiable del club, visto desde fuera como un emporio de riqueza, paz y estabilidad, que vuelca en el exterior ingentes apoyos, tanto en labores de consolidaci¨®n de paz y Estado de derecho como en puras ayudas financieras. El reci¨¦n creado Servicio Europeo de Acci¨®n Exterior (SEAE) est¨¢ llamado a ser la punta de lanza de la diplomacia europea y para ¨¦l reclama Ashton -"si queremos ser serios y tener los medios adecuados", viene a decir la alta representante- unos fondos millonarios que ni la Comisi¨®n ve con buenos ojos ni los Gobiernos est¨¢n dispuestos a apoyar.
"Dadas las circunstancias, no es el mejor momento para reclamar m¨¢s dinero", apunta una fuente comunitaria, secundando as¨ª las sonoras objeciones brit¨¢nicas a las demandas econ¨®micas de un SEAE que en Londres, muy celoso de su autonom¨ªa exterior, produce sarpullidos. Ese cuerpo diplom¨¢tico no termina de despegar (con problemas incluidos de burocracia en el abono de gastos) y se han producido en ¨¦l deserciones que echan por tierra el deseo de Ashton de convertirlo en un im¨¢n que atrajera a los mejores y m¨¢s brillantes. En el SEAE arguyen que los desajustes son los propios de un organismo que apenas ha visto la luz del d¨ªa, aunque tambi¨¦n apuntan que ese servicio diplom¨¢tico, y lo que supone para una pol¨ªtica exterior europea, tardar¨¢ al menos una d¨¦cada en dar resultados.
Una d¨¦cada m¨¢s de languidez econ¨®mica es lo que algunos expertos e instituciones, como el Fondo Monetario Internacional, auguran a la UE, tiempo m¨¢s que suficiente para matar el brillo de una pol¨ªtica exterior que pena por hacer buenas las ambiciones imposibles del Tratado de Lisboa, que pretend¨ªa acabar con el dictum de "gigante econ¨®mico, enano pol¨ªtico".
Entre esas ambiciones estaba la de crear la figura con el tel¨¦fono al que pudiera llamar Washington cuando quisiera hablar con la UE. Para impresionar a terceros y dar fuerza a tal interlocutor europeo de Estados Unidos y del mundo, los redactores del Tratado de Lisboa lo cargaron de perifollos (alto representante, vicepresidente de la Comisi¨®n Europea, presidente del Consejo de Asuntos Exteriores) y eligieron en una mala noche de noviembre de 2009, por exclusi¨®n y en atenci¨®n al principio de las cuotas y equilibrios (Reino Unido, socialista y mujer), a una sorprendida Ashton.
Stefan Lehne, pol¨ªtico austriaco conocedor a fondo de los pasillos europeos y de la pol¨ªtica exterior de la Uni¨®n, hoy convertido en polit¨®logo adscrito a Carnegie Endowment en Bruselas, desde donde escruta la aplicaci¨®n del Tratado de Lisboa, pasa revista en un reciente art¨ªculo a la mir¨ªada de limitaciones que traban una pol¨ªtica exterior efectiva de los Veintisiete. Lehne apunta algunas salidas, una de las cuales exige que Bruselas tenga una mayor capacidad de liderazgo sobre los Veintisiete. Mantiene su esperanza el analista en que Lisboa sea aplicado de forma cre¨ªble (a pesar de que el Tratado ha envejecido a ojos vista y no est¨¢ a la altura de los desaf¨ªos econ¨®micos y financieros a que se enfrenta la Uni¨®n, para lo que ya se le preparan inyecciones de b¨®tox jur¨ªdico) y sostiene que el gran designio para la pol¨ªtica exterior ser¨¢ veros¨ªmil si "recibe los recursos necesarios y goza del imprescindible apoyo pol¨ªtico de los pa¨ªses miembros y de la Comisi¨®n". Pedir peras al olmo se llama la figura.
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