Una chica sin suerte
Una frase de Albert Camus cierra la exposici¨®n en el MNAC dedicada a los negativos, localizados hace alg¨²n tiempo en M¨¦xico, de tres fot¨®grafos internacionales en la guerra de 1936-1939: "Fue en Espa?a donde nuestra generaci¨®n aprendi¨® que uno puede tener raz¨®n y ser derrotado, que la fuerza puede destruir el alma y que hay veces que el coraje no tiene recompensa". Si fue as¨ª para su generaci¨®n, imag¨ªnese, querido Camus, lo que ha sido para la m¨ªa. Ni le cuento. Lleva usted m¨¢s raz¨®n que un santo. Mire el caso de la fot¨®grafa de estas salas, Gerda Taro, de su misma generaci¨®n, muerta a los 26 a?os en el frente de manera tonta, tras cubrir el feroz ataque a¨¦reo de la Legi¨®n C¨®ndor y los italianos contra la villa de Brunete reci¨¦n recuperada por las tropas republicanas. Hab¨ªa obtenido fotos ¨²nicas, que en el traslado de sus tripas al aire se perdieron y la hicieron exclamar, m¨¢s muerta que viva: "Vaya, qu¨¦ mala suerte". Falleci¨® al d¨ªa siguiente en el hospital de El Goloso de El Escorial, donde 130 a?os antes Goya pintara Los desastres de la guerra. Era c¨¦lebre en Madrid, en Par¨ªs y en Nueva York. Public¨® en la mejor prensa gr¨¢fica europea y americana, su muerte mereci¨® p¨¢ginas en Life y su cortejo f¨²nebre parisino termin¨® en manifestaci¨®n antifascista hasta llegar al cementerio de P¨¨re Lachaise, donde reposa bajo una l¨¢pida del escultor Giacometti. Despu¨¦s, el silencio. D¨¦cadas y d¨¦cadas de silencio.
D¨¦cadas de silencio han seguido a la fot¨®grafa Gerda Taro tras su muerte en el frente de Brunete, en 1937
Coraje sin recompensa, s¨ª. Lo mejor ser¨ªa tom¨¢rselo como ella y decir: "Qu¨¦ demonios. ?A re¨ªrse!". Debe seguir as¨ª en el m¨¢s all¨¢, pero en el m¨¢s ac¨¢ su historia resulta francamente fastidiosa. Esta mujer lo ten¨ªa todo para ser recordada. Todo-todo. Joven, guapa, inteligente, simp¨¢tica, arriesgada, europea y aventurera, creativa, de ideas claras en lo pol¨ªtico y en lo profesional. Capaz de: inventarse a Robert Capa en el mejor momento, romper con el amante que se estaba quedando para ¨¦l mismo esta identidad fotogr¨¢fica de dos, seguir siendo su amiga. Una profesional que seguramente tambi¨¦n concibi¨® pronto que los nuevos fot¨®grafos, surgidos de las c¨¢maras ligeras con las que cubr¨ªan la guerra en primera l¨ªnea de fuego, deb¨ªan asociarse. Si no hubiera muerto habr¨ªa contribuido a fundar la agencia Magnum, puesto que antes de inventarse a Robert Capa trabajaba en la Alliance Photo de Maria Eisner, una de las cabezas de la futura Magnum. Pero Gerda Taro muri¨®, y todos los que pod¨ªan hacer o¨ªr su voz para recordarla la olvidaron. Capa le dedica sus memorias, pero no dice qu¨¦ fotos de las que reproduce son de Taro ni habla mucho de ella como fot¨®grafa.
Es el caso m¨¢s raro que conozco de creadora del siglo XX olvidada, incluso por las investigadoras y analistas de la historia de las mujeres. Life la enterr¨® as¨ª: "La guerra espa?ola mata a su primera fot¨®grafa", pero dir¨ªa que ning¨²n otro fot¨®grafo hab¨ªa muerto en el frente antes, me refiero a ning¨²n hombre; luego muchos, el mismo Capa en Corea. Fue la primera periodista gr¨¢fica de guerra. Pero incluso un libro reciente como el de Paul Preston Idealistas bajo las balas. Corresponsales extranjeros en la guerra de Espa?a (Debolsillo, 2007) la ignora, aunque s¨ª cita a Capa. Esta historia es tan est¨²pida e indecente que una se arriesga a desprestigiar a un fot¨®grafo que estima y cita a menudo: "Si tu foto no es lo bastante buena, es que no estabas lo bastante cerca". En efecto, querido Bandi: Gerda estuvo demasiado cerca de todo, empezando por ti.
Bandi llamaban los amigos a Endre Friedman, joven h¨²ngaro sin un c¨¦ntimo en Par¨ªs, cuando conoci¨® a la atrevida y deliciosa Gerta Pohorylle, alemana, que le cambiar¨ªa la vida. Robert Capa -el nombre de pila por el conocido gal¨¢n Robert Taylor y el apellido por Capra, cineasta tambi¨¦n muy popular entonces- fue la firma estelar escogida para los dos, por idea de ella, que pas¨® a llamarse Gerda Taro, nombre f¨¢cil de recordar y trasunto del de Greta Garbo, para lograr vender fotos de los dos en Europa, haci¨¦ndose pasar por un famoso fot¨®grafo americano... Y se vinieron a Espa?a cuando comenz¨® la guerra.
Mucho coraje, demasiado olvido. Incluso en esta exposici¨®n. De los tres fot¨®grafos (Chim, Capa, Taro) ninguno estuvo tan cerca como ella de lo esencial en el decisivo a?o de 1937. Pero el muy pol¨ªticamente correcto orden expositivo deja sin evaluar su trabajo espec¨ªfico y sin iluminar su largo e incomprensible olvido. Gerda Taro contin¨²a sin exposici¨®n propia. Una chica sin suerte, todav¨ªa.
Merc¨¨ Ibarz es escritora.
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