Abortar en Londres
Mari Carmen se ha despertado llorando: "Quiero vomitar". La enfermera, una negra entrada en carnes, le ha respondido en ingl¨¦s que era por la anestesia. Mari Carmen no conoce una palabra en ingl¨¦s, pero siente el brazo de la mujer sobre su espalda, que le da golpecitos en el hombro, y poco a poco se tranquiliza. La enfermera no la abandona ni un minuto e incluso prueba a decirle, en un espa?ol tan incomprensible para Mari Carmen como el ingl¨¦s, que "no pasa nada", que "todo bien".
Mari Carmen se encuentra en la sala de reanimaci¨®n de una cl¨ªnica de un barrio residencial de Londres. Es un s¨¢bado por la ma?ana. Fuera brilla un sol t¨ªmido, de septiembre anglosaj¨®n. A su lado hay cuatro camas donde otras tantas chicas tienen deseos de vomitar por la anestesia. Tres de ellas son espa?olas. En la antesala se encuentran a la espera seis compatriotas m¨¢s, que abortar¨¢n voluntariamente esta ma?ana. (...)
"No quiero tener este hijo porque me echar¨ªan del trabajo y mis padres se morir¨ªan del dolor", dice Mari Carmen
El despertador suena a las seis y media. Mari Carmen est¨¢ muy nerviosa. La cl¨ªnica es un delicioso chalet
Nuestro viaje, el de Mari Carmen y el m¨ªo, ha comenzado hace una semana en una cafeter¨ªa en Madrid. Buen n¨²mero de espa?olas -aunque no existen estad¨ªsticas precisas- van a abortar a Londres. La cantidad es tal que se puede considerar un problema a escala nacional. ?Pero qui¨¦nes son estas mujeres? ?De qu¨¦ clase social proceden? ?Qu¨¦ les sucede una vez que llegan a la capital inglesa? Sabemos que Mari Carmen (no es naturalmente su verdadero nombre, como no lo son los de las chicas que aparecen en este reportaje) est¨¢ a punto de salir para Londres. Tiene 28 a?os. Es alta y morena. No es especialmente guapa. Trabaja como estenodactil¨®grafa y procede de una familia modesta. Es la menor de cuatro hermanos, y les tiene m¨¢s miedo a estos que a sus padres. ?Por qu¨¦ ha decidido abortar? "He llegado a los 28 a?os sin ninguna experiencia sexual. El invierno pasado conoc¨ª a un chico muy simp¨¢tico. Comenc¨¦ a salir con ¨¦l. Me gustaba: parec¨ªa un tarz¨¢n. Todo vino rodado. Me atra¨ªa mucho sexualmente. Hicimos el amor solo tres veces: a¨²n no s¨¦ si me causaba placer hacerlo. Despu¨¦s comprend¨ª que el muchacho me era simp¨¢tico, pero nada m¨¢s. Cuando me di cuenta de que estaba embarazada, ya hab¨ªamos dejado de salir juntos. No quiero tener este hijo porque me echar¨ªan de mi trabajo, y porque mis padres se morir¨ªan de dolor. Adem¨¢s yo no lo esperaba; no quiero casarme con un hombre al que no amo".
Mari Carmen me cuenta la angustia del descubrimiento: la soledad, el no poder hablar con nadie. Finalmente, se decide y le cuenta a un amigo que la pondr¨¢ en contacto con la muchacha que me la ha presentado. (...) La chica nunca ha estado en el extranjero. No tiene ni siquiera pasaporte. (...) El dinero es tambi¨¦n un gran problema: el viaje a¨¦reo en ch¨¢rter, ida y vuelta, cuesta 7.000 pesetas; la operaci¨®n y el periodo de cama de una enferma, otras 6.500; despu¨¦s hay que a?adir el hotel y la comida de tres d¨ªas. En total, 20.000 pesetas. El sueldo de un mes, que Mari Carmen ha pedido a su hermana con un pretexto. Los dem¨¢s creen que va a pasar cuatro d¨ªas en la sierra.
Salimos el jueves por la ma?ana. Ella, en un viaje colectivo que lleva 150 turistas espa?oles a Londres. Yo, una hora despu¨¦s, en vuelo regular. Nos hemos dado cita en el hotel que la muchacha ha contratado en la agencia. Hemos decidido que dormir¨ªamos en la misma habitaci¨®n y que no la dejar¨ªa sola ni un minuto. Est¨¢ aterrorizada, no ya tanto de la operaci¨®n en s¨ª como de la ciudad desconocida, de la ignorancia del idioma. Pero es optimista y trata de darse ¨¢nimos. (...)
Por la ma?ana, nos levantamos temprano para ir a la organizaci¨®n (de la que solo sabemos el nombre y las se?as) que deber¨¢ enviar a Mari Carmen a un m¨¦dico y de all¨ª a la cl¨ªnica. El taxi nos deja en una esquina de un barrio en el que edificios muy modernos se mezclan con viejas casas oscuras. La organizaci¨®n que buscamos est¨¢ en una de ellas. Una pintada de color azul sobre un muro se?ala el portal. Siento que se me encoge el coraz¨®n. Sobre los pocos pelda?os que conducen a la puerta, tambi¨¦n pintada de azul, crece la hierba y todo tiene aspecto de abandono. Cuando entramos, la impresi¨®n de desolaci¨®n crece: la escalera que conduce al primer piso es estrecha y est¨¢ llena de cosas abandonadas: una botella de leche semivac¨ªa, una taza de t¨¦, muchos papeles. Me doy cuenta de que Mari Carmen est¨¢ casi por volverse atr¨¢s y pienso que si yo estuviese en su lugar har¨ªa lo mismo. Pero se trata solo de un momento: despu¨¦s sube decidida. (...)
La habitaci¨®n, peque?a y llena de color, tiene varias sillas, un div¨¢n y muchos, much¨ªsimos p¨®steres en las paredes. Parece el cuarto de un estudiante sin dinero. Sobre el sof¨¢ est¨¢n sentadas otras dos chicas: morenas y con pelo largo, llevan un bolso de viaje de pl¨¢stico y nos miran con atenci¨®n. Tienen un aire familiar, sobre todo por los grandes pendientes plateados que llevan. En efecto, cuando comenzamos a hablar, parecen sorprenderse: "?Pero sois espa?olas?", gritan felices. Vienen de una peque?a ciudad de Castilla y tienen gran miedo y muchas ganas de contar sus vidas.
Una de ellas, Lola, de 24 a?os, hab¨ªa salido una noche con un grupo de siempre; hacia las once, el marido de una amiga la acompa?¨® hasta casa. Hab¨ªa bebido mucho y comenz¨® a abusar de ella. Ella se asust¨®, intent¨® defenderse, pero ¨¦l -cuenta Lola- hab¨ªa perdido la cabeza. "Yo casi no me di cuenta de nada, vi solo que me sal¨ªa sangre. Entr¨¦ en casa intentando no llorar, porque ten¨ªa miedo de mis padres. No me hubieran cre¨ªdo: son viejos. Tengo seis hermanos. No somos ricos, pero nos han educado de una manera estricta. Prefer¨ª callarme. No esperaba quedarme embarazada. Cuando me di cuenta que pasaba algo, se lo dije a mi hermana Pili, que tiene una amiga enfermera. Fue esta quien nos habl¨® de Londres".
Pili ha dejado al marido y a su hijo de un a?o en casa. Han dicho a todos que iban a ver a una amiga. Hasta el momento, el viaje m¨¢s largo que hab¨ªan hecho fue a Santander, donde tienen una t¨ªa. Tambi¨¦n ellas tuvieron problemas para encontrar dinero. Me pregunto c¨®mo muchachas tan apocadas han podido llegar hasta aqu¨ª. (...)
Cuando llega Antonia, una inglesa delgada y afable de unos 30 a?os, nos encuentra en plena
conversaci¨®n ruidosa. "Veo que ya hab¨¦is he-
cho amigas. Siempre pasa lo mismo con las es-
pa?olas". Y a?ade, con la t¨ªpica flema del pa¨ªs: "Por favor, no hag¨¢is mucho ruido. Aqu¨ª vienen
tambi¨¦n drogadictos y gente con otros problemas que se espantan con facilidad". (...)
Nos volvemos a encontrar en la direcci¨®n que nos han dado: un palacete se?orial. La sala de espera es muy diferente a la de esta ma?ana: est¨¢ puesta con gusto y sentido del confort t¨ªpicamente burgueses. All¨ª esperan una india, envuelta en un sari estampado, y otras dos chicas. Antes que a nosotras, las llaman a ellas. Sus apellidos no dejan lugar a dudas: son de lo m¨¢s corriente que existe en Espa?a. Digamos que L¨®pez y P¨¦rez. (...)
Por la ma?ana, el despertador suena a las seis y media. Me cuesta abrir los ojos, mientras Mari Carmen est¨¢ muy nerviosa. La cl¨ªnica -una de las siete u ocho en las que se practica el aborto tambi¨¦n a las extranjeras- es un delicioso chalet, en un barrio de peque?as casitas con jard¨ªn.
Nos recibe una enfermera. All¨ª est¨¢n esperando ya la india, otra asi¨¢tica y dos jovencitas de no m¨¢s de 18 a?os. Una juega con un peque?o Snoopy de trapo. Las dos hablan tambi¨¦n el castellano, con un fuerte acento canario. Otra espa?ola m¨¢s, pienso. Y no acabo de pensarlo cuando entran dos chicas que estaban en nuestro mismo hotel y que tambi¨¦n han venido con el grupo de turistas. M¨¢s tarde llega una pelirroja, muy aparatosa, que hab¨ªa viajado en el mismo avi¨®n. Despu¨¦s, las dos muchachas -P¨¦rez y L¨®pez- que encontramos la v¨ªspera en el m¨¦dico. Por fin, Lola y Pili. Un ej¨¦rcito de espa?olas. (...)
A Mari Carmen le ponen una pulsera de pl¨¢stico con su nombre, le dan un camis¨®n de papel y la invitan a desnudarse. (...) Llega el doctor. Se llama Arnold Finks. Tiene una edad indefinible, aunque, sin duda, ya ha pasado la cincuentena. Se parece a David Niven y es amable y cari?oso. (...)
Pilar me espera en el hotel. Tiene miedo de quedarse sola y viene a dormir en mi habitaci¨®n. Pasamos una noche de insomnio, llena de ruidos y zozobra. Por la ma?ana, a las ocho, llegan Mari Carmen y Lola. Han venido en taxi, acompa?adas por la joven canaria y las otras dos que viven en nuestro hotel. "Ayer por la noche nos quedamos a charlar hasta muy tarde y nos comimos todo el chocolate que llev¨¢bamos", cuenta Lola. De pronto, descubrimos un malet¨ªn que no pertenece a ninguna. "Es de la canaria", explica Mari Carmen. "Lo ha olvidado en el taxi y se ha marchado al aeropuerto". "Tenemos que buscarla para devolv¨¦rselo", les digo. "Pero ?c¨®mo se llama?". A pesar de haber hablado toda la noche, ninguna conoce su nombre.
Mi avi¨®n sale a la una. Ellas salen m¨¢s tarde. Nos abrazamos sin intercambiar tan siquiera las direcciones.
Regreso a 1985
Aborto ilegal. Hasta 1985 no se legaliz¨® el aborto en Espa?a. "Este tema era una bomba en 1976", recuerda la autora del reportaje, la italiana Neliana Tersigni. "Todo el mundo conoc¨ªa los vuelos ch¨¢rter a Londres, pero nadie se atrev¨ªa a hablar. Rompimos un tab¨². Abrimos una brecha en la sociedad espa?ola". Las cosas han cambiado mucho. En 2009, ¨²ltima cifra disponible, se realizaron 111.500 abortos legales en Espa?a, seg¨²n el Ministerio de Sanidad.
Identidad oculta. Tersigni y el fot¨®grafo C¨¦sar Lucas se hicieron pasar por una pareja para acceder a la cl¨ªnica abortiva que plasmaron en este reportaje. De la protagonista, relata la italiana, ya no recuerda el nombre real: "Eleg¨ª el seud¨®nimo de Mari Carmen porque era un s¨ªmbolo de las mujeres de Espa?a, un nombre bonito y com¨²n".
P¨ªldora universal. En 2009, el Ministerio de Sanidad autoriz¨® la venta de la p¨ªldora del d¨ªa despu¨¦s sin receta m¨¦dica. Por primera vez desde la legalizaci¨®n del aborto, se redujo el n¨²mero de intervenciones, en torno al 3%. En 2010 se compraron 390.000 unidades, seg¨²n Sanidad.
Nueva ley. En julio de 2010 entr¨® en vigor una nueva Ley de Salud Sexual y Reproductiva. Entre sus medidas, se permite el aborto sin dar explicaciones hasta la semana 14 de embarazo, hasta las 22 si hay riesgo para la salud de la madre y sin plazo alguno en caso de malformaciones del feto. El PP la recurri¨® ante el Tribunal Constitucional, y ah¨ª sigue pendiente de resoluci¨®n. Pero Mariano Rajoy se pronunci¨® durante la campa?a electoral: "Mi idea es cambiar la ley para volver a la que se hizo con Felipe Gonz¨¢lez".
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