La met¨¢fora de Am¨¦rica Latina
Durante dos meses y medio, Maruja Torres y Bernardo P¨¦rez -enviados especiales de El Pa¨ªs Semanal- han recorrido Am¨¦rica Latina de Sur a Norte. M¨¢s de 10.000 kil¨®metros en tren, a una media de 30 kil¨®metros por hora, para encontrarse con el sentido de un continente perdido. Un relato que, a partir de esta semana, se publica en siete cap¨ªtulos. A marcha lenta.
CAP?TULO I. Un viaje, un viaje as¨ª, jam¨¢s lo devuelve a uno al lugar de procedencia en las mismas condiciones en que sali¨®.
Eso lo supe cuando mi jefe me llam¨® a su despacho y me mostr¨® un libro de Paul Theroux, alent¨¢ndome para que emprendiera un itinerario similar y lo contara en varios cap¨ªtulos. Le¨ª el t¨ªtulo,The Old Patagonian Express, y la frase aclaratoria que figuraba debajo: "En tren a trav¨¦s de las Am¨¦ricas", y pens¨¦ que aquello no pod¨ªa estarme sucediendo a m¨ª. La experiencia del autor de La Costa de los Mosquitos y Saint Jack, persistente viajero por medio mundo, hab¨ªa consistido en meterse en el metro de un Boston cubierto por la nieve, para descabalgar, dos meses despu¨¦s, del Viejo Expreso de la Patagonia en medio del ansiado calor del Sur. Si no estaba oyendo mal, a m¨ª se me conced¨ªan tambi¨¦n dos meses -que en la pr¨¢ctica se alargaron por dos semanas m¨¢s- y ten¨ªa las manos libres para recorrer Am¨¦rica Latina de punta a punta y de un tren a otro. Si es que a¨²n exist¨ªan trenes por all¨ª.
Theroux hab¨ªa realizado su trayecto 14 a?os atr¨¢s, y de entonces ac¨¢ en Am¨¦rica han cambiado algunas cosas. Otras, por supuesto, permanecen inmutables. Aunque las m¨¢s feroces dictaduras han sido sustituidas por reg¨ªmenes formalmente democr¨¢ticos, en casi todos los lugares que el escritor norteamericano visit¨® han surgido nuevas formas de opresi¨®n que se han sumado a las antiguas sin desvanecerlas. El neoliberalismo econ¨®mico ha echado ra¨ªces, y sus v¨ªctimas deambulan sin destino por la cuneta de la vida, mientras en algunas zonas planea el fantasma del regreso a un absolutismo deseado como mal menor, al estilo de Fujimori en Per¨², porque la gente est¨¢ cansada de que la democracia signifique parejo saqueo y no menos brutalidad, envueltos en floridos discursos e incumplidas promesas.
La palabra ferrocarril desvela en muchas personas secretos anhelos y rom¨¢nticos sue?os. (...) As¨ª que part¨ª a Am¨¦rica con una lista de recomendaciones y una supina ignorancia de c¨®mo estaban las cosas en aquel momento.
Y las cosas no pod¨ªan estar peor, ferroviariamente hablando. Las diferentes crisis superpuestas han acabado, o casi, con los trenes, y la supervivencia renqueante de unos cuantos -en total, el fot¨®grafo Bernardo P¨¦rez y yo tomamos 14 convoyes de pasajeros y 4 de carga, desde Chile hasta M¨¦xico- se fue convirtiendo, conforme avanzaba en mi viaje, en una met¨¢fora de la degradaci¨®n de Am¨¦rica Latina, de la precariedad permanente en que all¨ª se vive, de la larga agon¨ªa de una tierra tan rica y hermosa como desdichada. Descubr¨ª tambi¨¦n que los trenes hab¨ªan contribuido a su desgracia: porque las v¨ªas fueron construidas casi siempre, en el siglo pasado o en los albores de este, por monopolistas extranjeros que las usaban para transportar hasta los puertos las materias primas de que despojaban a estos pa¨ªses (y de ah¨ª la desindustrializaci¨®n end¨¦mica: nunca se le permiti¨® a Am¨¦rica manufacturar sus productos). Como se?ala Eduardo Galeano en Las venas abiertas de Am¨¦rica Latina, los trazados se parecen a los dedos extendidos de una mano. Van -o iban- de la mina, o de la plantaci¨®n, o del cafetal, al mar, pero apenas han servido para comunicar entre s¨ª a los pueblos, y mucho menos para enlazar los pa¨ªses. Nunca se quiso que Am¨¦rica estuviera unida, e igual que el sue?o de Bol¨ªvar fracas¨®, se hundieron los intentos de crear un camino longitudinal. Cada cual permanece aislado con sus cuitas, con sus verdugos, y con su ferrocarril dram¨¢ticamente fragmentado. (...)
Un reportaje irrepetible
'El viejo expreso de la Patagonia'. Ese libro de Paul Theroux fue la inspiraci¨®n para el viaje. Solo que El Pa¨ªs Semanal lo realiz¨® en sentido inverso. Por eso se inici¨® en Puerto Montt, la ciudad m¨¢s al sur de Am¨¦rica Latina desde donde part¨ªa un tren, para recorrer el continente hacia el norte, hasta Nuevo Laredo, en la frontera entre M¨¦xico y Estados Unidos.
"Un viaje ¨²nico". Tanto Maruja Torres como Bernardo P¨¦rez coinciden en que el viaje fue una oportunidad casi imposible de igualar: "?Qui¨¦n te da hoy en d¨ªa dos meses y medio para recorrer Am¨¦rica?", se?ala Maruja. "Fue un viaje delicioso. Una experiencia as¨ª en la actualidad es desafortunadamente dif¨ªcil de repetir", reflexiona Bernardo.
El equipaje de Bernardo. La era digital no hab¨ªa llegado todav¨ªa en 1992, as¨ª que el fot¨®grafo Bernardo P¨¦rez tuvo que llevarse una bolsa entera llena de carretes, unos 200, adem¨¢s de otra con todo el equipo. Con esta perspectiva, el resto de equipaje personal tuvo que ser el m¨ªnimo necesario para viajar.
Recuerdos muy fuertes. "Cog¨ªamos trenes muy pobres, donde la vida pasaba despacio. Recuerdo que me impresion¨® un padre que llevaba a su beb¨¦ muerto en una caja de zapatos", cuenta Maruja Torres, que a?ade: "Por suerte, Am¨¦rica hoy ha mejorado mucho".
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