El maestro secreto, cercano
Cuando la poes¨ªa chilena de vanguardia, posrom¨¢ntica, neomodernista, empezaba a inflarse, a engolarse, a volverse barroca -tel¨²rica por un lado, por el otro lado, jacobina-, Nicanor Parra la pinch¨®, la desinfl¨®, le puso una bomba de profundidad con sus antipoemas. Fueron as¨¦pticos, incisivos, irreverentes, desconcertantes. Conten¨ªan una cr¨ªtica desaforada de la modernidad en dos textos cl¨¢sicos: Soliloquio del individuo y Los vicios del mundo moderno. Los maestros declarados de mi generaci¨®n fueron Pablo Neruda, Vicente Huidobro, C¨¦sar Vallejo. El maestro secreto, cercano, siempre provocador, maestro sin ¨ªnfulas ni parafernalia de maestro: Nicanor Parra. No s¨¦ qu¨¦ factores, qu¨¦ corrientes, produjeron el resultado parriano: ?las matem¨¢ticas, la temporada en Inglaterra, la ni?ez en Niblinto, los chistes populares? Recuerdo con afecto, con un sentimiento parecido a la nostalgia, los poemas anteriores a la antipoes¨ªa: canciones rurales, plazas de provincia, cuadros de familia. Ojal¨¢ que la historia de un g¨¦nero no nos haga olvidar su prehistoria.
En una larga vida, Nicanor lo ha explorado todo y se ha quedado en una tierra de nadie, en un pueblo de la costa central de Chile que se llama Las Cruces. De todos los poetas que he conocido, es el que trabaja m¨¢s y el que se cansa menos. Trabaja todo el tiempo, dibujando, escribiendo, tomando apuntes del natural, mientras conversa, mientras toma una taza de t¨¦, y es un juego permanente, algo que se ha convertido en una manera de ser suya, una segunda naturaleza. A veces, con una plancha vieja, con una cacerola, con una tetera oxidada, construye un objeto est¨¦tico. Hace algo que podr¨ªamos bautizar como chistes objeto y dice, como al pasar, verdades peligrosas. Por ejemplo, escribe una Carta del suicida encima de una bandeja de cart¨®n:
"Chao".
"No soporto la m¨²sica ambiental".
Despu¨¦s de su antipoes¨ªa de la d¨¦cada de los cincuenta, que se prolongaba en un diario mural, el Quebrantahuesos, colocado en una calle del centro de Santiago y cuyo ¨¦xito de lectura provocaba congestiones de tr¨¢fico, se dedic¨® en una etapa a la poes¨ªa popular, La cueca larga. En ese mismo tiempo empez¨® a descubrir formas epigram¨¢ticas: artefactos, guatapiques, chistes para (des)orientar a la polic¨ªa. La accidentada historia chilena de las ¨²ltimas d¨¦cadas le dio materiales inagotables. La izquierda militante de los a?os de Salvador Allende le cobr¨® agravios de toda especie. Nicanor se burl¨® de las consignas (Vicente Huidobro, antes que ¨¦l, hab¨ªa hablado de los esclavos de la consigna), escribiendo el siguiente artefacto, que podr¨ªamos definir como artefacto par¨®dico: la izquierda y la derecha unidas jam¨¢s ser¨¢n vencidas.
Despu¨¦s se instal¨® en el centro de un patio de la Escuela de Ingenier¨ªa, en una silla de paja, frente a una mesa de palo que llevaba la siguiente, escueta, leyenda:
"Doy explicaciones".
Desde luego, no necesitaba dar explicaciones de ninguna clase: todos sus antipoemas, sus epigramas, sus chistes, sus dibujos, sus objetos de arte, han sido explicaciones m¨¢s o menos oscuras, burlonas, destinadas a buenos entendedores.
Es un lector compulsivo, que ha dedicado largas etapas de su vida a lecturas profundizadas, reiteradas, obsesivas. As¨ª ha conocido a socialistas ut¨®picos franceses del estilo de Fourier, a narradores rusos de la familia de Anton Ch¨¦jov o de Leonidas Andreiev, a Guillermo Shakespeare en sus obras casi completas. Sus traducciones de Hamlet y del Rey Lear son dignas de revisarse. Aunque se toma algunas libertades, nunca son excesivas ni de mal gusto. Y no deja, de vez en cuando, de escribir alg¨²n poema l¨ªrico impecable en endecas¨ªlabos rimados.
En resumen, creo que el Premio Miguel de Cervantes otorgado a Nicanor Parra es importante: impide que la Academia se vuelva rutinaria, que Cervantes se convierta en estatua. Y dar¨¢ lugar, me imagino, a toda clase de variantes, bromas, chistes, sobre este episodio singular y admirable de la vida literaria en lengua espa?ola.
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