DSK, el morbo sin fin
La crisis econ¨®mica y el descr¨¦dito de la pol¨ªtica, el gusto por hacer le?a del ¨¢rbol ca¨ªdo, las conspiraciones y cloacas del poder, el mito del chivo expiatorio: todo contribuye a alargar hasta el infinito una historia que a algunos les parece una especie de segundo caso Dreyfus
Imposible resistirse. Aunque se intente a toda costa, el bombardeo es demasiado intenso. Los peri¨®dicos, las radios, la televisi¨®n, Twitter, las conversaciones en los caf¨¦s, las librer¨ªas, las revistas de la peluquer¨ªa, el vendedor de tabaco, las sobremesas de vino y queso. No hay escapatoria. Seis meses despu¨¦s de ser detenido en Nueva York, Dominique Strauss- Kahn sigue presidiendo la escena francesa. Tanto o m¨¢s que los desvelos y fatigas que pasa Nicolas Sarkozy con Angela Merkel. Y el caso es que parec¨ªa que iba a remitir, que el culebr¨®n iba a desinflarse con las dos exoneraciones de los fiscales, primero en el caso Sofitel [el hotel en que se produjo la supuesta violaci¨®n], despu¨¦s en Par¨ªs con el caso Banon [la periodista que denunci¨® una antigua agresi¨®n sexual]. Y en medio con aquella pat¨¦tica exculpaci¨®n televisiva en la que DSK anunci¨® su retirada de la vida pol¨ªtica y p¨²blica, a mediados de septiembre. Pero la tregua solo dur¨® unas semanas. El tiempo de votar el primer turno de las primarias socialistas. En la semana siguiente estall¨® el esc¨¢ndalo del hotel Carlton. D¨ªas despu¨¦s se supo que el sucesor de DSK al frente de la candidatura socialista a las presidenciales ser¨ªa Fran?ois Hollande. A rey muerto, apparatchik de provincias puesto.
Aunque Strauss-Kahn no ha sido condenado en juicio alguno, la prensa amarillea y le aplica guillotina diaria
Con el antisemitismo de fondo, DSK se ha convertido en el cad¨¢ver andante que evade a Francia de sus problemas
Pero en eso surgi¨® lo del Carlton. Un confuso caso judicial que languidec¨ªa desde meses antes en los tribunales de Lille (norte del pa¨ªs, casi en la frontera con B¨¦lgica) estall¨® de repente. Nadie sabe muy bien c¨®mo, ni por qu¨¦. La historia surgi¨® cuando una revista del coraz¨®n afirm¨® que DSK iba a ser interrogado como testigo. Luego, poco a poco, los peri¨®dicos y las televisiones m¨¢s serios, esos mismos medios que durante a?os (?cu¨¢ntos?) no se hab¨ªan atrevido a publicar una sola l¨ªnea sobre el problema DSK (su adicci¨®n sexual era casi vox p¨®puli) decidieron levantar la espita. Y entramos en la fase barra libre. Los jueces estudian procesar a DSK por participar en una red de prostituci¨®n y favores pol¨ªticos. No, en realidad ¨¦l mismo la dirig¨ªa. Bueno, la llevaban otros, pero ¨¦l participaba en el negocio. O en fin, se aprovechaba...
Durante semanas se han ido filtrando detalles del sumario. Primero se dijo que hab¨ªa menores en la red dirigida desde B¨¦lgica por un presunto proxeneta y due?o de locales de masajes llamado Dominique Alderweireld y apodado Dod¨® La Salmuera. Hoy se sabe que ocho personas (Dod¨® y su mujer, un par de oficiales de polic¨ªa, un conspicuo constructor de la empresa BTP Eiffage, el director y el relaciones p¨²blicas del hotel Carlton de Lille, y DSK) est¨¢n implicadas. Seg¨²n los fiscales, La Salmuera facilitaba al grupo los servicios de se?oritas de diversas nacionalidades venidas desde el otro lado de la frontera (la prostituci¨®n es ilegal en Francia si se demuestra que las mujeres son forzadas a ejercer el oficio por una banda organizada).
Con los d¨ªas, la historia se enreda m¨¢s. DSK pide desesperadamente ser interrogado para aclarar el asunto, pero los juzgados ofrecen a la prensa una patulea de sms m¨¢s o menos comprometedores enviados y recibidos por el exdirector del Fondo Monetario Internacional cuando ejerc¨ªa como due?o del mundo en Washington.
Sin freno y amarilleando con delectaci¨®n, la prensa atiza el fuego, publica fotos de los amigos norte?os de DSK a la puerta del FMI y dentro del edificio (algunas de una prostituta llamada Jade en su despacho), sugiere posibles abusos de poder del ex alt¨ªsimo gestor, le acusan veladamente de intercambiar sexo por favores con los polic¨ªas y constructores, fantasean sobre su visita a una boite golfa de Madrid ("con material") y a hoteles de Par¨ªs y Nueva York, y sugieren que como La Salmuera Connection viajaba a menudo a Estados Unidos con chicas incorporadas, eso quiz¨¢ pueda abrir una nueva e ins¨®lita v¨ªa judicial: las autoridades estadounidenses podr¨ªan procesar a DSK por inmigraci¨®n ilegal, ya que las j¨®venes afirmaban que iban como turistas y en cambio iban a trabajar...
En ese momento de delirio colectivo, DSK y su mujer, Anne Sinclair, la millonaria heredera de Paul Rosenberg, el marchante jud¨ªo de Picasso en los a?os treinta, pasan al contraataque. Su historia se ha convertido en una especie de segundo caso Dreyfus [en referencia al capit¨¢n Alfred Dreyfus, militar jud¨ªo franc¨¦s acusado de traici¨®n y m¨¢s tarde rehabilitado tras una pol¨¦mica que dividi¨® a Francia]. El asunto DSK fascina a la opini¨®n p¨²blica y al mismo tiempo produce repulsi¨®n a muchos. Entre los amigos libertinos de DSK, muchos son francmasones. Y el ataque al matrimonio jud¨ªo de expol¨ªtico y experiodista se hace cada vez m¨¢s personal. Jud¨ªos y masones. Y una pareja en peligro. Algunos medios anuncian la inminente ruptura cuando Sinclair se va a pasar unos d¨ªas a su riad de Marrakech, dejando solo a su marido en Par¨ªs.
La pareja responde presentando querellas contra los medios m¨¢s activos, y les acusa de entregarse a un voyeurismo insoportable. Su abogado denuncia que en la reacci¨®n desproporcionada de la prensa contra su cliente late el deseo de impeler al suicidio al retirado dirigente socialista. Unos por venganza ideol¨®gica, quiz¨¢. ?Otros por sentirse traicionados, enga?ados por haber cre¨ªdo en ese tipo y ver hoy que es capaz de cualquier aberraci¨®n?
Dif¨ªcil decirlo. Pero el follet¨®n adquiere tintes freudianos, o mejor lacanianos. Un entero pa¨ªs est¨¢ pendiente otra vez de un personaje que hace seis meses era el segundo franc¨¦s m¨¢s poderoso de la tierra y que ahora no es nadie. Aunque no ha sido condenado en ning¨²n juicio, la prensa no le perdona tanta vida oculta y le aplica guillotina diaria. P¨²blica y pol¨ªticamente es un cad¨¢ver, cuenta menos que cero, sus examigos socialistas han empezado una nueva era sin ¨¦l, y Francia tiene un mont¨®n de problemas. El Titanic se est¨¢ hundiendo y los telediarios abren con DSK. ?A qu¨¦ viene ese sadismo obsesivo? Los psicoanalistas son consultados. Unos hablan de entretenimiento hard para tiempos hard. Otros resucitan el mito del chivo expiatorio jud¨ªo... Alguno aventura que Francia est¨¢ limpiando su conciencia por haber confiado en DSK hasta convertirle en su imaginaci¨®n en el pr¨®ximo presidente (monarca laico) in pectore...
La trituradora va tan deprisa que no da tiempo ni a recurrir a la iron¨ªa comparada. Silvio Berlusconi pierde su mayor¨ªa en Italia, sale del poder, y de repente parece un aprendiz de playboy al lado de DSK. Un aficionado ante esta fogosa fuerza de la naturaleza francesa de 62 a?os ("un chimpanc¨¦", dijo Banon). Quiz¨¢ Francia no hab¨ªa hecho todav¨ªa su expiaci¨®n, mientras Italia la hab¨ªa vivido durante dos a?os largos, desde que se descubri¨® que su anciano primer ministro era capaz de atravesar Italia entera para aterrizar en el 18? cumplea?os de una joven que le recibi¨® al grito de "papi" en un local de la Camorra.
Quiz¨¢ Francia necesitaba tambi¨¦n descubrir a su macho alfa, ajustar sus cuentas con el candidato a padre y jefe de la tribu, hundir al socialista caviar que propugnaba que hab¨ªa que decir la verdad a los franceses, y depurar tanta misoginia subterr¨¢nea, esa religiosa formalidad decimon¨®nica con la que las mujeres renuncian a su apellido de solteras cuando se casan...
O quiz¨¢ lo que no les perdonan a DSK y a Sinclair (que mantiene su apellido de soltera) es que sigan juntos. Que, pese a todo, sigan juntos. Y que, se dice, est¨¦n pensando en irse a vivir a Israel. Ah¨ª est¨¢ tambi¨¦n, incontenible como si no hubieran pasado los siglos, ni Vichy, el viejo antisemitismo franc¨¦s, el mismo que llev¨® a Sinclair a ponerse como meta de su vida un reto improbable: convertir a su marido en el primer presidente jud¨ªo de Francia desde Leon Blum.
Algunos se preguntan si esta ca¨ªda en la vulgaridad y el racismo apenas escondido, en el cotilleo de alcoba del poderoso ca¨ªdo en desgracia no ser¨¢ un s¨ªntoma de una sociedad enferma, emocionalmente inmadura, donde el dinero lo corrompe todo y todo lo pone a su servicio.
Un poco de distancia ayuda a ver que la zambullida en la descarnada carnalidad del viejo pr¨ªncipe de las finanzas llamado a sacar a Francia de la pesadilla de la crisis puede ser una gran cortina de humo desplegada desde arriba para tapar los agudos problemas del pa¨ªs. Igual que Berlusconi utilizaba sus conquistas de billetera y avi¨®n oficial para distraer la atenci¨®n de sus delitos societarios y su p¨¦sima gesti¨®n econ¨®mica, cabe preguntarse si su alter ego franc¨¦s en el neopopulismo medi¨¢tico, Nicolas Sarkozy, habr¨¢ movido los hilos que cuentan para convertir a DSK en atracci¨®n de feria, en el cad¨¢ver andante que evade a los electores, al p¨²blico, de su realidad gris, de esta Francia cada vez m¨¢s plegada, como en tiempos de Dreyfuss y de Blum, a Alemania, acosada por la crisis de la deuda soberana, por el paro (2,8 millones y subiendo) y por la necesidad de doblegarse al Reich financiero.
Esta sensaci¨®n, y otras peores, se acrecienta justo cuando la poderosa pareja Strauss-Kahn-Sinclair parece acabada. De repente, reacciona. Lo hace desde Nueva York, un icono para muchos franceses, adem¨¢s de la ciudad donde naci¨® Anne Sinclair cuando su familia se tuvo que marchar de Francia escapando de los nazis.
El domingo pasado, la prestigiosa revista The New York Review of Books, que el profesor Jos¨¦ Luis Aranguren calificara hace 20 a?os como "la mejor revista del mundo", publica un largo reportaje de Edward J. Epstein, veterano periodista de investigaci¨®n freelance, de 76 a?os, que hab¨ªa trabajado cuatro meses en la historia.
El relato se arma a partir de una declaraci¨®n an¨®nima de una amiga de DSK que trabajaba en el partido de Sarkozy en mayo pasado. La mujer afirma que al menos un mensaje de correo privado de este lleg¨® aquel fat¨ªdico 14 de mayo hasta la sede parisiense de la UMP [el partido de Sarkozy]. El texto, y su forma de salir al aire, invita a pensar a muchos en un publirreportaje, un encargo de la supuesta v¨ªctima. Los exclusivos servicios de la agencia de comunicaci¨®n que dirige desde 2007 las relaciones p¨²blicas del exdirector del FMI consiguen publicarlo, y de forma anticipada, el s¨¢bado, en el Financial Times y Le Monde. El sello de la prensa de calidad expande por el mundo una idea que muchos franceses tuvieron el mismo 14 de mayo, y que Strauss-Kahn lanz¨® con la boca peque?a en su entrevista de septiembre: "?Una trampa? Seguro. ?Un complot? Veremos".
Eso dijo entonces, sabiendo que Epstein, avezado descubridor de cr¨ªmenes sin resolver desde el asesinato de John F. Kennedy en adelante, estaba trabajando en ello. La mejor defensa es un buen ataque. El reportaje, aunque tiene zonas blandas y m¨¢s indicios que pruebas, est¨¢ tramado con inteligencia y oficio, y logra su objetivo: sembrar la duda de la conspiraci¨®n. El Gobierno franc¨¦s, golpeado desde donde m¨¢s duele, el trinomio Reino Unido-Estados Unidos-Le Monde, se ve obligado a desmentir la parte que relaciona el presunto robo de la Blackberry de DSK en Nueva York con un posible pinchazo telef¨®nico de los servicios de inteligencia. Accor, el grupo hotelero due?o del Sofitel, cuyo due?o es viejo amigo de Sarkozy, se ve obligado a desmentir el trozo donde Epstein afirma haber visto en las grabaciones de las c¨¢maras de seguridad del hotel a dos empleados festejando durante tres minutos con saltos de alegr¨ªa tras confirmar que DSK ha mantenido relaciones sexuales con la camarera guineana.
Las incertidumbres llegan a la calle. ?Hubo un complot de la derecha pol¨ªtica y econ¨®mica para destruir la carrera del brillante economista y pol¨ªtico socialista? ?Colabor¨® Accor en esa trampa? ?Espiaban los servicios secretos uno de los varios m¨®viles de DSK, precisamente el del FMI? ?La inopinada entrada de Diallo a la suite presidencial sirvi¨® solo para montar la acusaci¨®n de violaci¨®n o tambi¨¦n para arrebatarle la prueba del delito inform¨¢tico?
El reportaje de Epstein ha cumplido su objetivo. Pero no todos los de la pareja Sinclair-DSK. El jueves pasado, m¨¢s madera: el libro Affaires DSK, la contre-enqu¨ºte se publica en Francia. En ¨¦l, el acusado se torna v¨ªctima. Strauss-Kahn se confiesa a tumba abierta. Dice que la prostituci¨®n y el proxenetismo le producen "horror". Admite que tiene "una vida sexual libre", pero que eso no tiene "nada de raro en pol¨ªtica" y que no ha hecho "nada ilegal". ?La red de Dod¨® La Salmuera? Un grupo de socialdem¨®cratas de Pas de Calais que le visitaba en Washington de vez en cuando porque no soportaba la hipocres¨ªa y el falso puritanismo estadounidense. Meros intercambios de pareja. Como Berlusconi: "Jam¨¢s he pagado por sexo, ese no soy yo".
Michel Taubmann, el hagi¨®grafo y ardiente defensor de Dominique Strauss-Kahn, recoge esas y otras confidencias del ex director general del Fondo Monetario Internacional, y reafirma, diciendo lo contrario, la tesis del complot, en el cual la camarera guineana habr¨ªa sido "una tapadera". Al contar su versi¨®n de lo ocurrido en el Sofitel, DSK dice, no sin dramatismo: "Nada habr¨ªa pasado si no hubiera tenido esa relaci¨®n est¨²pida pero consentida con Nafissatou Diallo. Aquel d¨ªa abr¨ª las puertas a todos los dem¨¢s esc¨¢ndalos". Seg¨²n su versi¨®n, Diallo no manifest¨® sorpresa ni estupor cuando le vio salir desnudo del ba?o de la suite. "Se dirigi¨® a la puerta sin apresurarse, antes de fijar su mirada en DSK", escribe el bi¨®grafo. De una forma que ¨¦l sinti¨® como "una invitaci¨®n" a hacerlo.
Luego, al salir de la habitaci¨®n, y esto es una novedad en el follet¨®n, se la encontr¨® en el pasillo y le dijo hola con la mano. Ella respondi¨® con la mirada, afirma Taubmann, que recuerda que los v¨ªdeos del hotel muestran que, despu¨¦s de eso, la camarera mantuvo una actitud "relajada".
El alegato final es quiz¨¢ lo mejor. Cuando Michel Taubmann le pregunta c¨®mo ha cambiado su vida en seis meses, Strauss-Kahn dice: "Estaba en posici¨®n de ser presidente de la Rep¨²blica, ahora ya no lo estoy. C'est tout".
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