Natalie Wood, como la marea
Recuerdan el final de Esplendor en la hierba? Pocos resultan tan conmovedores, a pesar del paso del tiempo. Todo ese amor que apenas fue y que pudo haber sido, que ya no ser¨¢, condensado en miradas y silencios. Emanando, con una desesperaci¨®n calmada y envolvente, del rostro sensible, de los ojos de Natalie Wood.
Las informaciones nos han devuelto su nombre, treinta a?os despu¨¦s de su muerte por ahogamiento cerca de la isla Catalina, en la costa californiana, durante un fin de semana de Acci¨®n de Gracias lleno de alcohol y broncas. La reapertura del caso de su misterioso fallecimiento, gracias a la tard¨ªa confesi¨®n del capit¨¢n del yate de los Wagner, nos proporciona una oportunidad de recordar a una actriz que muri¨® joven despu¨¦s de haber ocupado un trono en Hollywood durante mucho tiempo, desde la infancia.
"Nadie me quitar¨¢ el dolor que sent¨ª al pensar en la muerte solitaria de la actriz"
Al regresar su nombre como depositado por la marea en la playa, he vuelto a abrir un libro que recomiendo a quienes fuimos sus admiradores, aunque creo que no ha sido editado en Espa?a: Natasha, fino trabajo de investigaci¨®n a cargo de Suzanne Finstad, publicado por Harmony Books. Vale la pena, es exhaustivo y equilibrado.
Como Elizabeth Taylor, Natalie fue presa de los estudios desde ni?a, pero carec¨ªa de la solidez de car¨¢cter de Liz y, lo que es peor, ten¨ªa una madre atroz, Mar¨ªa, de origen ruso -toda la familia lo era y con falsas ¨ªnfulas de pertenecer a los Romanov; tambi¨¦n quiso ser famosa, sin lograrlo. Marc¨® a su hija para siempre, con un f¨¦rreo control contra el que Wood ejerc¨ªa una rebeld¨ªa con altibajos, refugi¨¢ndose en amores y en errores.
La vida de Natasha -Natalia para el cine fue una batalla permanente contra la inestabilidad. Dividida entre quien pod¨ªa ser y quien era en su papel de estrella, nunca consigui¨® encontrar el lugar intermedio adecuado. Sin embargo, fue precisamente esta precariedad emocional lo que visti¨® de lujo sus interpretaciones dram¨¢ticas, otorg¨¢ndoles un realismo casi doloroso. En sus pizpiretas comedias, la Wood, aunque adorable, resultaba insustancial: como si ni ella ni nosotros pudi¨¦ramos creerla. Pero con Elia Kazan o con Nicholas Ray, de quien fue amante a los 16 a?os -¨¦l ten¨ªa 43, en Rebelde sin causa, ofreci¨® vibrantes y delicadas interpretaciones.
Con Robert Wagner, que se convertir¨ªa en su viudo -?y en su asesino?-, estuvo casada dos veces.
Splendour se llamaba el yate desde el que Natalie supuestamente se lanz¨® al mar, cuando intentaba huir de una trifulca entre su marido y su compa?ero del que ser¨ªa el ¨²ltimo rodaje de su vida, el estupendo actor Christopher Walken, en la vida real un personaje eg¨®latra y disolvente, a la par que fascinante. La motora que Wood habr¨ªa querido alcanzar para alejarse del yate se llamaba Valiant.
Ambos nombres -Splendour y Valiant- definen la envergadura art¨ªstica de la pareja: el primero, por Esplendor en la hierba, de Elia Kazan, en la que Natalie Wood ofreci¨® una interpretaci¨®n tan fina y quebradiza, tan asomada al abismo como su propia existencia. El segundo, por El pr¨ªncipe Valiente, que consagr¨® a Robert Wagner como ¨ªdolo de jovencitas y del cine en tecnicolor, simboliza todo lo que dio de s¨ª este actor mediocre, guapo y autoritario, que termin¨® haciendo la serie Hart y Hart para televisi¨®n, as¨ª como de malo secundario en algunas producciones.
Quiz¨¢ se me note mucho que le tengo man¨ªa, pero ¨¦ste es un art¨ªculo de opini¨®n, as¨ª que no me corto. Yo siempre pens¨¦ que detr¨¢s de la muerte de su mujer estaba R. J., como se hac¨ªa llamar por amigos y familiares.
Durante aquel siniestro fin de semana ocurrieron cosas que no se han divulgado, pero que pueden adivinarse. Walken y Wood viv¨ªan una especie de idilio m¨¢s intelectual que f¨ªsico, en el que Christopher dominaba: muchas de las escenas que rodaron juntos en Brainstorm -un desastre de pel¨ªcula- las hicieron bebidos, a iniciativa de ¨¦l. Las juergas siguieron en la costa y en el yate, ya con Wagner integrado.
Puede que al final sepamos lo que realmente ocurri¨®. Pero nadie me quitar¨¢ el dolor que sent¨ª al pensar en la muerte solitaria de una exquisita actriz en las aguas oscuras de su peor pesadilla. Alguien deber¨ªa pagar por ello.
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