Douglas, Wallach y Borgnine. ?Hay quien d¨¦ m¨¢s?
Aquel se?or con un hoyuelo en la barbilla que desped¨ªa electricidad, mirada fiera y sonrisa reveladora de haber practicado todos los c¨®digos de la supervivencia, que al igual que James Cagney parec¨ªa actuar desde la punta de los pies, que pod¨ªa ser tormentoso, canalla y ¨¦pico, alias Kirk Douglas, ha tenido una muerte memorable demasiadas veces en el cine. Y esas defunciones siempre me han conmovido, guardan un lugar privilegiado en mi memoria.
Y no me refiero solo a ese crucificado Espartaco que antes de expirar puede ver a su hijo en brazos de su mujer. Da igual que su personaje fuera una pira?a, como el periodista de El gran carnaval. Ver palmarla a Douglas, a ese hombre que tantos hombres ha sido sin dejar jam¨¢s de ser el mismo, me provocaba una sensaci¨®n emocionante. Verle feliz tambi¨¦n, pero estaba menos dotado para vivir, o que le dejaran vivir, demasiado tiempo en ese estado. El hijo del trapero jud¨ªo, el tipo al que detestaba el gran Robert Mitchum, el que saldr¨ªa requemado pero vivo de cualquier fuego, siempre ha sido, es y ser¨¢ uno de mis h¨¦roes. ?Que por qu¨¦ aparece alguien tan poco actual en esta p¨¢gina? Porque el que mor¨ªa mejor que nadie el viernes cumple 95 a?os. O por algo tan prosaico e innegociable como que me da la gana. Su cuerpo est¨¢ devastado, no puede hablar, pero sus ojos siguen brillando. Le vimos en la ¨²ltima edici¨®n de los Oscar. Y sab¨ªamos que est¨¢bamos ante una de las escasas leyendas vivas que le quedan al gran cine. Ojal¨¢ que siga respirando mientras lo desee.
Hablemos de esos actores mod¨¦licos a los que es imposible no creer
Pero hablemos de malvados de verdad, simp¨¢ticos, astutos, diablos cojuelos, que jam¨¢s alcanzaron el estrellato, aunque su trabajo delante de la c¨¢mara siempre fuera mod¨¦lico; de esos actores a los que es imposible no creerte, due?os de una filmograf¨ªa que apabulla por los maestros que le dirigieron.
Tambi¨¦n es jud¨ªo y se llama Eli Wallach. Hoy cumple 96 a?os. Es lamentable que el gran p¨²blico solo se fijara en su perversa presencia cuando Sergio Leone, ese se?or que tanto da?o intent¨® hacer al western, le eligi¨® para que les robara el plano a Eastwood y a Lee van Cleef en El bueno, el feo y el malo. Wallach es taimado, peligroso, c¨ªnico, sabio, danzar¨ªn. No es un milagro sino fruto de una vitalidad asombrosa que todav¨ªa sigamos viendo su rostro en el cine. Compru¨¦benlo en El escritor y en Wall Street 2. Pero la mejor despedida se la ofreci¨® Coppola en el tercer Padrino. Jam¨¢s Michael Corleone tuvo un hueso tan maquiav¨¦lico y suave que roer. Pero la muy p¨¦rfida Connie Corleone libraba a su hermano del problema poniendo ciego de envenenados bu?uelitos a Wallach.
Y en enero cumple 94 a?os el enorme Ernest Borgnine. Este pod¨ªa ser s¨¢dico o buenazo, el hijo puta que intenta machacar la existencia a Sinatra en De aqu¨ª a la eternidad y a Marvin en El emperador del norte, o ese pobre carnicero con sed de amor y de una felicidad razonable en Marty. Y fue grandioso y l¨ªrico como colega enamorado de Pike Bishop en Grupo salvaje, record¨¢ndole a gritos algo tan discutible como: "No importa que hayas dado tu palabra, sino a qui¨¦n se la das". Benditos sean estos ancianos. No os mur¨¢is nunca.
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