El primer pataf¨ªsico
?C¨®mo es posible componer una biograf¨ªa de alguien que invirti¨® buena parte de su breve existencia en construirse una m¨¢scara tras la que ocultarse? O, a¨²n m¨¢s dif¨ªcil, ?de alguien que dio vida a un personaje tan poderoso que terminar¨ªa por absorberlo y fagocitarlo, hasta el punto de que ni siquiera sus ¨ªntimos pod¨ªan precisar d¨®nde terminaba el creador y empezaba su criatura? Bueno, pues eso es lo que ha intentado Alastair Brotchie en su Alfred Jarry: a pataphysical life (MIT Press, 42 p¨¢ginas) un apasionante, aunque desigual, relato biogr¨¢fico de quien, junto con Isidore Ducasse, conde de Lautr¨¦amont (1846-1870), est¨¢ considerado uno de los precursores del modernismo literario europeo. No es que la de Brotchie sea la primera biograf¨ªa del escritor, pero s¨ª la ¨²nica escrita desde la perspectiva de un pataf¨ªsico anglosaj¨®n, lo que no deja de tener inter¨¦s. Y, posiblemente, tambi¨¦n la mejor investigada hasta la fecha.
Redescubierta por los surrealistas, la obra de Alfred Jarry ha inspirado rupturas y experimentos
A Jarry (1873-1907) lo hizo famoso Ub¨², el personaje en que se expresa toda una revolucionaria po¨¦tica que ten¨ªa como objetivo la radical puesta en cuesti¨®n de la literatura como entonces era entendida. Desde aquel Merdre! -transgresor hasta en la ortograf¨ªa-, que lanz¨® al p¨²blico en su primera aparici¨®n en escena (1896), Ub¨² ten¨ªa madera de arquetipo. En ese monarca avaricioso, arbitrario, traidor, cobarde y glot¨®n, cuya imagen todav¨ªa se invoca para conjurar el absurdo agresivo y da?ino del poder, puede rastrearse la huella de Rabelais, una de las lecturas favoritas de Jarry, pero tambi¨¦n ese "desenfreno de la inteligencia" que fascin¨® a Apollinaire, y que hac¨ªa bandera de una idea-fuerza que iba a nutrir una parte importante de la ideolog¨ªa de las vanguardias que se estaban fraguando en Europa a principios del siglo XX: el mundo es una ficci¨®n, un gigantesco e ininteligible juego que la literatura reinventa y cuyos l¨ªmites ampl¨ªa hasta el infinito.
Redescubierta tempranamente por los surrealistas (Breton afirmaba que despu¨¦s de ¨¦l la literatura entraba en terreno minado), la prolija obra literaria de Jarry, hoy embalsamada en tres vol¨²menes de La Pl¨¦iade, ha inspirado una larga progenie de rupturas y experimentos: desde Dada y el surrealismo, hasta los llevados a cabo por escritores y creadores agrupados en torno a la revista Le Grand Jeu (1927-1930), el Colegio de Pataf¨ªsica (fundado en 1948) o, m¨¢s recientemente, OuLiPo (de 1960 en adelante). En todos ellos se percibe la herencia fruct¨ªfera de ese esp¨ªritu de juego tan caro a Jarry, y cuya formulaci¨®n m¨¢s amplia se halla en la p¨®stuma (aunque escrita en 1898) Gestos y opiniones del doctor Faustroll, pataf¨ªsico (1911), una delirante novela en la que el juego, la l¨®gica llevada al extremo, y el humor negro, muy parecido al de los surrealistas, se confabulan para ilustrar el potencial de esa nueva ciencia "de las soluciones imaginarias", de los epifen¨®menos, y de las reglas que subyacen a las excepciones, que es la pataf¨ªsica.
Brotchie intenta dilucidar en su biograf¨ªa de Jarry la mete¨®rica trayectoria vital de aquel provinciano, adscrito inicialmente al decadentismo simbolista, que lleg¨® a elaborar un corpus literario (novelas, cuentos, comedias, poemas) enigm¨¢tico y, a veces, ilegible de puro herm¨¦tico, que, sin embargo, influy¨® notablemente en la modernidad y en lo que ha venido despu¨¦s, de Italo Calvino o Raymond Queneau a Cort¨¢zar o Auster. Y si, al final, el lector no se queda del todo satisfecho, la responsabilidad por ello no es solo atribuible a Brotchie, sino a su muy elusivo sujeto. Y es que Alfred Jarry es, sobre todo, la obra maestra de Alfred Jarry: un enfermo de literatura (una "m¨¢quina de escribir") con un descomunal sentido del espect¨¢culo que se las arregl¨® para ocultar minuciosamente su vida (no siempre grata: alcoholismo, miseria) tras las fascinantes an¨¦cdotas y los mitos que ¨¦l mismo gener¨®.
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