?Reiniciando el PSOE?
En todo partido pol¨ªtico, ante una derrota electoral, surgen voces que reclaman una reflexi¨®n. Le sucedi¨® al Partido Popular en 2008 y lo estamos viendo estos d¨ªas en el Partido Socialista. Casi siempre, las voces m¨¢s cr¨ªticas piden algo similar a una catarsis. Es f¨¢cil escuchar reclamaciones del tipo: "debemos empezar de nuevo", "tenemos que cambiar todo" o "hay que dar un giro completo". De repente, nada de lo que se ha hecho hasta ese momento sirve.
En el caso del PSOE, a la derrota hay que a?adir la situaci¨®n actual de la izquierda. Llevamos un par de a?os debatiendo sobre la supuesta crisis de la socialdemocracia. Todo analista que se precie utiliza frases como "debemos devolver el protagonismo a la pol¨ªtica" o "la socialdemocracia debe redefinir su proyecto". Este tipo de afirmaciones, a base de repetirlas, se han convertido en lugares comunes carentes de propuestas concretas.
La magnitud de la derrota revela un problema ideol¨®gico y falta de conexi¨®n con las capas m¨¢s formadas
La redistribuci¨®n de la riqueza es un concepto que la izquierda debe recuperar
Pero lo cierto es que si miramos a nuestro alrededor, nos daremos cuenta de que no es necesario practicar un haraquiri colectivo. Desde finales de 2008, fecha en la que estall¨® la Gran Recesi¨®n, se han celebrado 19 elecciones en las principales democracias parlamentarias y solo tres Gobiernos han sobrevivido. En casos extremos como Irlanda o Hungr¨ªa, el partido en el poder perdi¨® casi 25 puntos porcentuales.
Del an¨¢lisis de las elecciones en otros pa¨ªses extraemos que el color del Gobierno no ha influido en el descenso de votos. Izquierda y derecha han perdido apoyos solo por el mero hecho de estar en el poder. Adem¨¢s, el impacto de la econom¨ªa sobre los resultados electorales se ha multiplicado. En la actualidad, la suerte de un Gobierno depende mucho m¨¢s del crecimiento econ¨®mico y del paro que antes de que la crisis llegase a nuestras vidas. (Larry Bartels, Ideology and retrospection in electoral responses to the Great Recession).
Ahora bien, lo que sucede en el resto de democracias no justifica cualquier derrota electoral. No es lo mismo perder 2,6 puntos respecto a las anteriores elecciones, como le sucedi¨® al Partido Laborista Australiano en 2010, que perder unos 15 puntos, como le ocurri¨® al PSOE el 20-N. La magnitud de la derrota exige saber d¨®nde han estado los problemas.
Si se analiza la evoluci¨®n de los apoyos electorales del partido socialista en la ¨²ltima legislatura, se observa que gran parte de las p¨¦rdidas se concentran en sus votantes m¨¢s pr¨®ximos, los que se definen de izquierdas. En la encuesta preelectoral del CIS, menos del 50% de estos ciudadanos manifestaban su intenci¨®n de votar al PSOE, 17 puntos menos que en 2008.
Adem¨¢s de la ideolog¨ªa, laeducaci¨®n tambi¨¦n es importante para entender el comportamiento electoral. Si comparamos las encuestas preelectorales de 2008 y de 2011, vemos que el mayor descenso del PSOE se produce en los grupos con mayor nivel educativo.
Por lo tanto, se puede decir que el Partido Socialista se enfrenta a un problema ideol¨®gico, por un lado y por otro, a una falta de conexi¨®n con las capas m¨¢s formadas de la sociedad espa?ola. Dos dificultades que implican soluciones distintas.
Desde el punto de vista ideol¨®gico, el relato del PSOE en los ¨²ltimos a?os se ha centrado en exceso en cuestiones de derechos civiles y libertades. En cambio, el objetivo redistributivo ha desaparecido del discurso. De hecho, el ¨²ltimo informe de la OCDE sobre desigualdad avala que esta ausencia es algo m¨¢s que ret¨®rica. Varios pueden ser los motivos.
En primer lugar, el haber construido un Estado de bienestar equiparable a las democracias de nuestro entorno, puede haber conducido a algunos a la autosatisfacci¨®n.
Es cierto que se han incrementado las ayudas sociales, por citar dos ejemplos, las pol¨ªticas de dependencia o las becas de estudio. Pero se ha hablado muy poco de la capacidad del Estado de bienestar para generar igualdad, Si comparamos nuestro gasto social con el del resto de democracias, descubrimos que es uno de los menos redistributivos.
En segundo lugar, parece haber triunfado la idea -ampliamente extendida entre los economistas- de que los impuestos no redistribuyen, sino que solo deben generar los ingresos necesarios. As¨ª, se ha tolerado la existencia de numerosas figuras impositivas que permiten a los m¨¢s ricos pagar un porcentaje menor de impuestos que el resto de ciudadanos.
La redistribuci¨®n siempre ha formado parte de los objetivos prioritarios de la izquierda y, en cambio, se habla muy poco de ella en los ¨²ltimos tiempos. Es cierto que el discurso socialdem¨®crata invoca en muchas ocasiones a la igualdad de oportunidades. Pero redistribuir es algo m¨¢s que garantizar las mismas oportunidades para todos, tambi¨¦n significa mejorar las condiciones de vida de los que menos tienen.
Un segundo componente necesario para mejorar el discurso de la izquierda es la calidad de la democracia. Ha sido necesario el 15-M para recordarnos que nuestros sistemas pol¨ªticos no son tan perfectos como cre¨ªamos. Pero no es solo una cuesti¨®n del sistema electoral. De hecho, todo el debate que se ha generado en torno a este es secundario. Hay m¨¢s aspectos que deber¨ªan preocuparnos.
Un ejemplo de d¨¦ficit democr¨¢tico lo observamos en la cesi¨®n de soberan¨ªa que vienen haciendo Gobiernos y Parlamentos hacia instituciones de dudoso origen democr¨¢tico. Esta renuncia a su poder est¨¢ provocando que muchas de las decisiones pol¨ªticas se escapen al control de los ciudadanos. Adem¨¢s, est¨¢ siendo aprovechada por numerosos grupos de poder econ¨®mico y financiero para ganar influencia.
En cuanto a la p¨¦rdida de conexi¨®n con los grupos m¨¢s formados de la sociedad, esta est¨¢ muy relacionada con el modelo de funcionamiento interno de los partidos. En principio, no parecen muy atractivos para atraer a los mejores. Por ello, deber¨ªan explorarse nuevas formas de participaci¨®n en las formaciones pol¨ªticas.
Este divorcio entre personas cualificadas y partidos pol¨ªticos nos ha llevado a una falsa diferenciaci¨®n entre tecn¨®cratas y pol¨ªticos. As¨ª, da la impresi¨®n que un profesional no puede dedicarse a la pol¨ªtica. O que un pol¨ªtico no puede tener una profesi¨®n. Es un falso dilema que deber¨ªa corregirse atrayendo a m¨¢s personas cualificadas a las formaciones pol¨ªticas.
En definitiva, es cierto que al Partido Socialista le ha sucedido lo mismo que a la inmensa mayor¨ªa de Gobiernos democr¨¢ticos. No obstante, la magnitud de la derrota implica cambiar algunas cosas. Detr¨¢s de los resultados electorales del PSOE hay una p¨¦rdida de confianza entre el electorado de izquierdas y una falta de conexi¨®n con los grupos de mayor nivel educativo.
Esto obliga a repensar el proyecto socialista en varias de sus dimensiones. No estamos ante una catarsis, pero los cambios van m¨¢s all¨¢ del liderazgo y trascienden la ¨²ltima etapa del PSOE.
El socialismo espa?ol siempre ha tenido la necesidad de tener un proyecto reconocible. Ya a principios de los noventa se hablaba del Programa 2000. Quiz¨¢s, comience a ser m¨¢s necesario analizar c¨®mo funciona, por ejemplo, nuestro Estado de bienestar o nuestros partidos pol¨ªticos, antes de comenzar a hacer propuestas.
Sin unos buenos diagn¨®sticos de nuestra sociedad y de nuestro sistema pol¨ªtico, cualquier idea o proyecto puede acabar siendo una generalidad.
Ignacio Urquizu es profesor de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid y colaborador de la Fundaci¨®n Alternativas.
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