En efecto: calabazas
Como tantas otras docenas de bandas en la historia del rock, los Smashing Pumpkins se han dejado atrapar por el eterno bucle de las disoluciones traum¨¢ticas y resurrecciones sospechosas. En efecto, es dif¨ªcil sustraerse a la tentaci¨®n de pasar revista a uno de los repertorios que m¨¢s dio que hablar durante la primera mitad de los noventa, as¨ª que La Riviera registr¨® anoche, entre festivo y festivo, otro de sus llenazos prietos y claustrof¨®bicos. Lo m¨¢s curioso del caso es que a Billy Corgan, l¨ªder y ¨²nico superviviente de la formaci¨®n original, no le dio la real gana de tocar casi nada de lo que cualquier seguidor hubiese pronosticado. Y, al margen de todo ello, m¨¢s de uno regresar¨ªa a casa pregunt¨¢ndose por qu¨¦ demonios estas Calabazas Reventonas merecieron tantos kil¨®metros de tinta en sus tiempos de gloria.
La Riviera registr¨® anoche otro de sus llenazos prietos y claustrof¨®bicos
El problema de Corgan no es, desde luego, que haya ganado per¨ªmetro y perdido forma f¨ªsica (esta vida nos matar¨¢, que dec¨ªa Warren Zevon). Tampoco debemos echarle la culpa a que algo le sentase mal la velada anterior, en Barcelona, y ayer solicitara a media tarde los servicios de un m¨¦dico para asegurarse de que podr¨ªa cumplir con su trabajo. El conflicto radica en que, despu¨¦s de grabar Siamese dreams en 1993 y Mellon Collie and the Infinite Sadness un par de a?os m¨¢s tarde, el de Chicago no ha sido capaz de sacudirse su propia leyenda. Y de aquello han transcurrido ya, caramba, casi dos d¨¦cadas.
Corgan tal vez pudiera anunciar una de esas giras tan en auge ahora y recrear en su integridad Mellon Collie..., que era un disco doble y, en efecto, casi infinito. Pero, por rebeld¨ªa o testarudez, adopta justo la postura contraria. Anoche prefiri¨® adelantar buena parte de Oceania, su ¨¢lbum para 2012, y rescatar piezas poco trilladas de la discograf¨ªa anterior, como plante¨¢ndole un desaf¨ªo a los no pocos pumpkin¨®logos presentes en la sala.
Sobre el nuevo trabajo se ciernen, la verdad, no pocas dudas. Panopticon son¨® embarullada e indecisa, con Corgan a merced de la tormenta el¨¦ctrica. El tema central arranca con unos teclados ambientales y va ganando empaque sin llegar a ning¨²n sitio, y la tambi¨¦n reciente Lightning strikes parece rampl¨®n rock de estadio. Sin embargo, Pale horse es una estupenda balada guitarrera y lacrim¨®gena, toda una sorpresa cuando ya hab¨ªamos recalado en el escepticismo.
Los altibajos no son menores en las dem¨¢s facetas. Tiene mucho encanto que los Pumpkins rescaten Starla, vieja y excelente cara B psicod¨¦lica que ayer son¨® entre fogonazos circulares de colores rojos, azules y amarillos. Geek USA ofrece un arranque casi ir¨®nico, con organillo de verbena y luces blancas colgantes. Pero a la altura de Frail and bedazzled (?un descarte de Siamese dreams!), la frialdad del gallinero ya solo puede combatirse con las t¨ªpicas conversaciones cruzadas de tem¨¢tica navide?a.
Destemplado o no, Corgan no se digna a decir palabra a su grey. Los primeros indicios de aut¨¦ntica motivaci¨®n popular han de esperar hasta el minuto 100, con Cherub rock. Luego la euforia se desata con la propina de Tonight, tonight, himno popular de cuando ¨¦ramos j¨®venes. Pero no hay m¨¢s. Ni 1979, ni Zero, ni nada. Por mucho que Madrid emule la niebla londinense, a los fieles no se les difumina la sensaci¨®n de que se la han dado con queso. Y de que ayer, en efecto, era noche de calabazas.
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