Los nuevos vampiros
Los vampiros han cosechado un gran ¨¦xito esta temporada. Son seres que se alimentan de la sustancia vital de los seres humanos para mantenerse activos. Antiguamente chupaban la sangre de sus v¨ªctimas, hoy en d¨ªa se alimentan de su tiempo.
Se les puede ver en cada ciudad, en cada empresa, en cada instituci¨®n. Si les preguntas por su af¨¢n depredador te largan un discurso sobre las dificultades para mantener su actividad o te argumentan que, a fin de cuentas, el tiempo que roban tiene escaso valor en la sociedad actual. El gran Nosferatu de nuestro tiempo perpetra sus cr¨ªmenes con una facilidad pasmosa: se anuncia en Internet y en las p¨¢ginas de ofertas de trabajo; tiene una marcada preferencia por los j¨®venes y, lo que es m¨¢s curioso, posee el don de la invisibilidad para las inspecciones laborales y de hacienda.
Hace unos d¨ªas una periodista difundi¨® en la red una oferta de trabajo que remuneraba con 75 c¨¦ntimos de euro la redacci¨®n de cada informaci¨®n. La denuncia ha circulado por todas las redes sociales y algunos han puesto el grito en el cielo por esa pr¨¢ctica empresarial que aprovecha las penurias de la profesi¨®n period¨ªstica. Pero el gratis o el semigratis se extiende como una hidra por todo el mercado laboral. Los j¨®venes que tienen la suerte de ser seleccionados para alg¨²n empleo comprueban con estupor c¨®mo la empresa les exige un periodo laboral de formaci¨®n de tres meses sin remuneraci¨®n alguna. El presunto periodo de pr¨¢cticas no es m¨¢s que el desempe?o normal de funciones solo que gratis total.
Los horarios laborales son, en muchos casos, puramente te¨®ricos y no valen siquiera el papel en el que est¨¢n escritos. Es bastante com¨²n regalar al empresario algunas horas de trabajo semanales para cuadrar turnos, hacer cuentas o recoger el material. En cuanto a las cotizaciones en la Seguridad Social, si tienen menos de 30 a?os, olv¨ªdense. Hace unos d¨ªas pregunt¨¦ a un corrillo de j¨®venes trabajadores que cursan por la noche estudios en mi instituto y casi ninguno de ellos disfrutaba de un alta en la Seguridad Social. Un doble robo que se perpetra con una enorme complacencia social: robo a los j¨®venes que lo lamentar¨¢n cuando lleguen a la madurez y robo a la Seguridad Social que se va hundiendo en el d¨¦ficit por este ocultamiento masivo de contrataciones.
Los medios empleados para ejercer este nuevo vampirismo son muy variados. Incluso el Estado y las universidades han creado su secci¨®n vamp¨ªrica para estar a la moda de los nuevos tiempos: contratos para becarios hasta hace unos meses exentos de cualquier derecho y hoy reconocidos m¨ªseramente; acuerdos de colaboraci¨®n en los que una parte pone todo su tiempo y la parte contratante unos euros administrados con avaricia o, el contrasentido m¨¢s enrevesado, como es la obligaci¨®n de hacerse forzadamente aut¨®nomo para ahorrarles las cotizaciones sociales. Las j¨®venes v¨ªctimas no saben c¨®mo reaccionar. Nunca imaginaron que la entrada al mercado laboral fuese un descenso a los infiernos en los que tendr¨ªan que abandonar toda esperanza.
Sin embargo, estos vampiros del tiempo y del trabajo han obtenido un gran ¨¦xito y ninguna penalizaci¨®n. El Estado es sordo y mudo ante el fraude masivo en las cuentas de la Seguridad Social, el incumplimiento de los contratos o los abusos laborales que no tienen patria ni clase ya que afecta desde las peque?as empresas hasta las grandes corporaciones del IBEX. El trabajo pagado en negro, el fraude encubierto a la Seguridad Social es una forma de delito que queda impune y que nos empobrece a todos. La pregunta es cu¨¢l es la raz¨®n por la que estas pr¨¢cticas no se detecten ni se castiguen. Si cualquier ciudadano conoce 20 ¨® 30 casos de esta naturaleza ?c¨®mo es posible que los poderes p¨²blicos apenas las persigan?
Mientras tanto, el vampirismo se extiende a todo el mercado laboral: trabaje m¨¢s horas, cobre menos. La nueva reforma laboral se har¨¢ a la medida de sus apetitos. De esta forma no correremos el riesgo de perder el primer puesto en el ranking del paro, la inestabilidad laboral y la desesperanza juvenil.
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