Retorno a la riviera
La luz del atardecer cae sobre el jard¨ªn del H?tel du Cap-Eden Roc, acaso el m¨¢s selecto del mundo, en Cap d'Antibes (Cannes). Ba?a a un grupo de l¨¢nguidos modelos vestidos con ropas de ocio salpicadas por gruesos brillantes, colocados con presunto descuido. Seg¨²n el dise?ador alem¨¢n Karl Lagerfeld, este ¨¢ngulo preciso del sol es el que permite distinguir los diamantes verdaderos de los falsos. Y este es uno de los pocos rincones del mundo en el que la gente saca a pasear esa clase de piedras. Por eso, por primera vez, ha utilizado alta joyer¨ªa de Chanel para acompa?ar la presentaci¨®n de una colecci¨®n de ropa de la casa. Pero las costosas alhajas no han sido aparejadas con trajes de alta costura, sino con los dise?os de crucero 2011. ?No era esta, presuntamente, una l¨ªnea menor? Al contrario, su importancia comercial y su valor simb¨®lico explican por qu¨¦ Chanel la ha elegido para ofrecer su cara m¨¢s suntuosa.
La decadente estampa parece evocar una ¨¦poca muy distinta,en la que el futuro era esperanza y no miedo
"Me gusta contar una historia nueva cada vez. Soy afortunado por poder plantear relatos tan bellos", dice Lagerfeld
La decadente estampa parece evocar el veraneo disoluto en la Riviera, en una ¨¦poca -tan distinta a la de ahora- en la que el futuro era esperanza y no miedo. Todos caemos en la tentaci¨®n de mentar a Scott Fitzgerald, ya que su libro Suave es la noche est¨¢ ambientado en este mismo hotel. Sentado en una terraza sobre el mar de la Costa Azul, Lagerfeld lo niega a un periodista tras otro. "Es un clich¨¦. Dudo que en la d¨¦cada de los veinte esto fuera as¨ª. Yo pensaba m¨¢s bien en los a?os treinta, en Rita Hayworth y Ali Khan...".
El 9 de mayo de este a?o, unos 200 invitados asisten a la extravagante presentaci¨®n de la colecci¨®n resort de Chanel. Tras el desfile, se proyecta un cortometraje de 30 minutos, realizado por Lagerfeld, que aspira a a?adir el t¨ªtulo de cineasta a su ya abultado curr¨ªculo de dise?ador, editor y fot¨®grafo. Amanda Harlech, Kirsten McMenamy y Anna Mouglalis interpretan a tres millonarias infelices en su riqueza a las que una ambigua hada les cambia la suerte. La pel¨ªcula no es material para el festival de cine que dos d¨ªas despu¨¦s se inaugura en Cannes, sino m¨¢s bien una excusa para mostrar la colecci¨®n de ropa y para que el alem¨¢n reciba los parabienes de su fiel s¨¦quito. Cuando cae la noche, Carolina de M¨®naco y las actrices Blake Lively o Vanessa Paradis asisten a una proyecci¨®n al aire libre del filme. Lo reciben con aplausos y exageradas felicitaciones, y un concierto de Bryan Ferry cierra una velada.
No es noticia que Chanel entiende la puesta en escena que acompa?a a sus colecciones como una demostraci¨®n de fortaleza. Una m¨¢xima que vale igual para las presentaciones de alta costura que para las de crucero. El a?o pasado, parecido n¨²mero de invitados fueron desplazados (con gastos pagados) a Saint Tropez para asistir a una oda al estilo de Brigitte Bardot en los sesenta y setenta. Miami, Venecia o Los ?ngeles han sido otros de los destinos de esta cita. "Todas nuestras colecciones est¨¢n al mismo nivel", afirma el septuagenario dise?ador, director creativo de la casa desde 1983. "Ofrecemos seis entregas al a?o, adem¨¢s de las de alta costura, para que las tiendas cambien por completo cada dos meses. Me gusta contar una historia nueva cada vez. Soy afortunado por poder plantear relatos tan bellos en lo que a localizaci¨®n, protagonistas y espect¨¢culo se refiere".
Un abismo separa esta narraci¨®n de joyas y albornoces del andr¨®gino apocalipsis de su colecci¨®n previa, la de oto?o-invierno 2011. Pero cualquier cosa que ocurra en Chanel siempre tiene que guardar alguna relaci¨®n -aunque sea anecd¨®tica- con la vida de mademoiselle Coco Chanel (1883-1971). Hay que admitir que, en este caso, la vinculaci¨®n es notable. Chanel entendi¨® pronto el potencial de la Riviera, ya que en 1923 abri¨® su primera tienda en Cannes, 13 a?os despu¨¦s de crear su firma en Par¨ªs. En las Navidades de ese a?o, en Montecarlo, tuvo lugar un encuentro fundamental en la biograf¨ªa de Coco. Su amiga V¨¦ra Bate le invit¨® a cenar en el yate Flying Cloud, propiedad del duque de Westminster. Se convirti¨® en su segundo gran amor brit¨¢nico, tras Boy Capel, y fueron amantes hasta 1930.
Desde 1922, la Costa Azul estaba unida a Par¨ªs por una l¨ªnea f¨¦rrea con un nombre francamente poco original. Aun as¨ª, el Tren Azul sirvi¨® para bautizar un ballet creado por Serguei de Diaghilev en 1924. Jean Cocteau se encarg¨® del libreto; Picasso, de la escenograf¨ªa, y Chanel, del vestuario. El estilo deportivo que el grupo favorec¨ªa en sus estancias se traslad¨® as¨ª a escena. Tanto le gustaba la zona, que Chanel se compr¨® en 1929 un terreno cerca de Montecarlo y se construy¨® una casa de veraneo, La Pausa. Una villa en la que recib¨ªa a Salvador y Gala Dal¨ª, a Misia Sert o a Cocteau. Tambi¨¦n fue en Montecarlo donde Chanel conoci¨® a Samuel Goldwin. El productor cinematogr¨¢fico le ofreci¨® un mill¨®n de d¨®lares al a?o por vestir a estrellas en Hollywood. Pero la frescura y sencillez de los dise?os de Mademoiselle no brill¨® en el cine y lo mejor que qued¨® de aquel acuerdo fue el vestuario de Gloria Swanson en Esta noche o nunca (1931).
Con esta abundante munici¨®n hist¨®rica y en un lugar de una belleza tan abrumadora como este pedazo de la Costa Azul, no es dif¨ªcil hilvanar un relato que trascienda la cruda realidad comercial de las prendas. Pero Lagerfeld, siempre atento a negar cualquier atisbo de nostalgia que le envejezca, rechaza la recreaci¨®n. "Venir aqu¨ª es una decisi¨®n intuitiva. Por suerte, trabajamos de una forma m¨¢s ligera. No resucitando referencias hist¨®ricas literales". M¨¢s all¨¢ del poderoso influjo del mito del veraneo en la Riviera, se trata de entonar un canto de amor a Rita Hayworth. "Soy un fan absoluto", admite Lagerfeld abandonando por un instante su habitual tono mordaz. "Comparto la afirmaci¨®n de Fred Astaire de que ninguna mujer bailaba como ella. Ni siquiera Ginger Rogers. Veo sus pel¨ªculas todo el tiempo. Paso la cinta adelante y atr¨¢s porque las historias son espantosas, pero cuando bailan... ?No se puede pedir m¨¢s!". Ni siquiera ¨¦l podr¨ªa negar que esa es una visi¨®n que -como casi todo en esta velada de mayo- un Scott Fitzgerald contempor¨¢neo aprobar¨ªa.
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