Un siglo en el Polo Sur
El noruego Roald Amundsen se llev¨® la gloria hace hoy 100 a?os, pero la historia recuerda la nobleza de 'perdedores' como el brit¨¢nico Robert F. Scott
Si algo tuvieron en com¨²n las conquistas de los extremos m¨¢s fr¨ªos del planeta (por entonces, aparentemente inaccesibles) fue su marcado car¨¢cter competitivo. El noruego Roald Amundsen corri¨® para superar al brit¨¢nico Robert Falcon Scott en la conquista del Polo Sur. Brit¨¢nicos y estadounidenses pugnaron por la conquista del monte Everest (en 1953, por Edmund Hillary, apicultor neozeland¨¦s, y Tenzing Norgay, su sherpa,ambos miembros de una expedici¨®n brit¨¢nica). Y nadie olvida que el italiano Reinhold Messner fue quien holl¨® por vez primera las 14 cimas m¨¢s elevadas superando a un polaco arrinconado por la historia, Jerzy Kukuzcka. Recordar a Kukuzcka supone evocar a Scott, ambos h¨¦roes tr¨¢gicos, perdedores de una carrera que en ambos casos les resultaba menor, apenas el postre de una ambici¨®n mucho m¨¢s noble en la que no cab¨ªa la vanidad del vencedor.
Unas 30 expediciones, tres de ellas espa?olas, buscan estos d¨ªas emular a los pioneros
Amundsen deseaba ser el primero en alcanzar el Polo Sur porque no pudo serlo en el Polo Norte. Messner quer¨ªa adjudicarse la pugna por los 14 ochomiles porque sab¨ªa que vivir¨ªa de ello toda la vida y porque su ego no le daba m¨¢s opciones. En cambio, a Scott le mov¨ªan ambiciones cient¨ªficas y le preocupaban los medios para alcanzar su fin, distracci¨®n que posiblemente estuvo en el origen de su tremenda epopeya. En cuanto a Kukuzcka, no se conformaba con los 14 ochomiles por sus rutas normales: el estilo, la nobleza de la ascensi¨®n, las vertientes complejas y la aventura de las aperturas marcaron su camino. Fue un hombre empe?ado en darse el placer de colocarse vallas en su camino mientras, a su lado, Messner corr¨ªa por una pista despejada. Pese a todo, este siempre sinti¨® su aliento en el cogote. Kukuzcka desapareci¨® en 1989 cuando su cuerda barata se rompi¨® al sufrir una ca¨ªda en la imponente cara sur del Lhotse. Fue el himalayista m¨¢s grande de su ¨¦poca. Hoy es un tipo olvidado. Scott, por contra, permanece en el recuerdo como un h¨¦roe tr¨¢gico, de nobleza avalada por sus escritos recuperados tras su muerte y la de su equipo a causa del fr¨ªo y el agotamiento. Amundsen hab¨ªa plantado su bandera en el Polo Sur el 14 de diciembre de 1911, apenas un mes antes que su rival. Hoy se cumple un siglo.
Ciertamente cansados y soportando temperaturas de hasta 45 grados bajo cero, Alberto I?urrategi, Juan Vallejo y Mikel Zabalza no se enga?an en su particular traves¨ªa de la Ant¨¢rtida, 3.700 kil¨®metros a recorrer en completa autonom¨ªa y contando apenas con sus fuerzas y el viento para progresar. "No podemos ni siquiera imaginar el compararnos con los pioneros, con gente como Amundsen o Scott, que lograron hace un siglo retos inimaginables. Pretender ponernos a su altura ser¨ªa un absurdo por nuestra parte. Pero recordarles es bueno. Son ellos los que inspiran retos como el que ahora perseguimos", explicaba I?urrategi un mes antes de su partida. En sus prop¨®sitos hab¨ªa una admiraci¨®n sincera y una voluntad manifiesta de relativizar su empresa actual: "Lo menos que podemos hacer en nuestros d¨ªas es buscar alternativas propias a la forma en la que se desplazaron los pioneros. Por supuesto, nada de tracci¨®n mec¨¢nica, pero tampoco perros o cualquier otro animal de tiro. Hoy en d¨ªa, el viento es el mejor aliado para aquellos que buscan recrear una aventura en la Ant¨¢rtida". El tr¨ªo ha cubierto ya casi 900 kil¨®metros, m¨¢s a fuerza de piernas y ri?ones que impulsados por las cometas, casi siempre plegadas en espera de viento.
Amundsen, seg¨²n explican los historiadores, reuni¨® un equipo de grandes esquiadores y us¨® perros de tiro para alcanzar el Polo Sur. Los animales m¨¢s d¨¦biles fueron sacrificados y devorados por los m¨¢s fuertes para asegurarse as¨ª el regreso. Scott no soportaba la idea de sacrificar a los perros y escogi¨® ponies siberianos: fue su gran error log¨ªstico. Sin embargo, algunos estudiosos afirman que Scott consideraba un m¨¦rito mayor alcanzar el Polo Sur a pie, sin el tiro de los animales. Una cuesti¨®n de ¨¦tica, de moral, de estilo, que habr¨ªa suscrito muchos a?os despu¨¦s Kukuzcka. All¨ª donde Amundsen privilegi¨® la eficacia en el avance, la ligereza y la efectividad, Scott no fue tan puntilloso, quiz¨¢ porque una de sus ambiciones era recoger muestras geol¨®gicas, meteorol¨®gicas y biol¨®gicas para posteriores estudios de car¨¢cter cient¨ªfico.
El equipo de Scott alcanz¨® su objetivo apenas 35 d¨ªas m¨¢s tarde que el de Amundsen, pero, si este disfrut¨® de un regreso eficaz, el brit¨¢nico sufri¨® una de las peores tormentas polares del siglo, con fr¨ªos desorbitados y ventiscas interminables que minaron su resistencia. Hallados muertos los expedicionarios en sus tiendas seis meses despu¨¦s, se recuperaron los diarios de Scott, as¨ª como varios kilos de muestras geol¨®gicas: al parecer, hasta el final, privilegiaron su misi¨®n cient¨ªfica.
Efecto del centenario, estos d¨ªas, cerca de 30 expediciones buscan alcanzar el Polo Sur desde distintas posiciones y la mayor¨ªa en perfecta autonom¨ªa. Albert Bosch avanza en solitario desde la Bah¨ªa H¨¦rcules, que es el destino de I?urrategi y compa?¨ªa, mientras que un equipo dirigido por Ram¨®n de Larramendi se desplaza sobre un catamar¨¢n impulsado por el viento con el prop¨®sito de recorrer 3.500 kil¨®metros sobre el hielo ant¨¢rtico. Ni todos los avances diet¨¦ticos, en la vestimenta, la comunicaci¨®n o la log¨ªstica garantizan el ¨¦xito de una traves¨ªa en la Ant¨¢rtida. Pero esto engrandece a¨²n m¨¢s, si cabe, las figuras de Amundsen y Scott.
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