Gastos de peluquer¨ªa
En sus rotundas, y tambi¨¦n revisadas, declaraciones del lunes pasado, el jefe de la Casa del Rey, Rafael Spottorno, anunci¨® que las cuentas de dicha instituci¨®n se har¨¢n publicas a trav¨¦s de la pagina web en alg¨²n momento antes de fin de a?o. Spottorno matiz¨® que explicar¨¢n las partidas m¨¢s importantes del presupuesto de 8,43 millones de euros. "No entraremos", dijo, "en detalles, como otras casas reales en las que cuentan hasta los gastos de peluquer¨ªa". Pero ?por qu¨¦ no? Probablemente desconoce Spottorno la importancia de la peluquer¨ªa en cualquier casa, real o no. La peluquer¨ªa es un anciano oficio que debe aunar capricho y disciplina. Casi tanto como una casa real que suma representaci¨®n, pero tambi¨¦n gastos para que esa imagen pueda justificarse y mantenerse frente al viento de la historia. ?Ser¨ªa impensable ver reyes y reinas despeinados! Por eso la peluquer¨ªa y la monarqu¨ªa han mantenido una estrecha relaci¨®n desde tiempos inmemoriales.
El jefe de la casa del Rey ha dicho: "No entraremos en detalles, como otras casas reales que cuentan hasta los gastos de peluquer¨ªa". ?Por qu¨¦ no?
La historia de Occidente est¨¢ plagada de testas reales que han necesitado fuertes inversiones en peluquer¨ªa para sobrevivir, sustentar el peso de coronas y tiaras o aparecer ante sus s¨²bditos con esa dif¨ªcil mezcla de responsabilidad y vanidad que representan. Cleopatra es m¨¢s reconocida hoy en d¨ªa como esteticista que como reina. Las esposas de los emperadores romanos realizaban verdaderas creaciones con sus arreglos capilares. Mar¨ªa Antonieta convirti¨® su cabeza en s¨ªmbolo absoluto de su tiempo, tanto con los peinados como para el definitivo corte final bajo la guillotina. Y en cualquiera de los casos, su peluquer¨ªa jug¨® un extrafuerte valor ic¨®nico.
Es cierto que la corona espa?ola estaba m¨¢s cerca del look religioso que de la laca y no fue hasta la aparici¨®n de do?a Sof¨ªa que aquello cambi¨®. Fue una renovadora estable. Y as¨ª su peinado, ante lo que est¨¢ sucediendo, es una de las pocas cosas completamente perdurables, inamovibles de nuestra monarqu¨ªa. Cambie quien cambie en la representaci¨®n de la familia real en el Museo de Cera, el peinado de la Reina ser¨¢ siempre el mismo. Y esa estabilidad es un valor en s¨ª mismo.
Seg¨²n declaraciones de Francisco, peluquero oficial de Su Majestad en Mallorca desde 1980, ha sido el brushing, una t¨¦cnica de secado y moldeado muy popular en aquella d¨¦cada, lo que ha conseguido que la real cabeza tenga ese silencioso volumen a prueba de todo. Haciendo cuentas, el peinado de la Reina ha resistido el susto del golpe de Estado de 1981, los cambios de Gobierno, las novias del pr¨ªncipe, los ceses de convivencia y los viajes, incluso un ascenso al Machu Picchu. Con todo este trabajo acumulado, Spottorno no deber¨ªa referirse a la peluquer¨ªa, y en este caso la peluquer¨ªa real, como algo menor. M¨¢s a¨²n en una casa real que cuenta tambi¨¦n con una princesa, Letizia, tambi¨¦n renovadora, que igualmente ha hecho de sus peinados un s¨ªmbolo mon¨¢rquico.
Letizia, que tiene menos de diez a?os como princesa, al contrario de la Reina, no ha parado de ofrecernos estilos. Una clara diferencia generacional. La Reina pertenece a un tiempo donde el estilismo no era tan vers¨¢til. Se asum¨ªa que las damas reales no eran ejemplos de buen vestir, sino seguidoras de un protocolo. La princesa Letizia es hija de un tiempo convulso, que ha visto desfilar desde el bello monte de Venus de la Cantudo y el pelo frito de las actrices de la movida hasta los looks de influencia perif¨¦rica de las Spice Girls. La Reina asume su brushing como profesional, que pase lo que pase siempre estar¨¢ all¨ª, inc¨®modo o no, pero mudo. Mientras que Letizia, ensayando, parece enviar se?ales y camuflar sus ideas con sus peinados.
Pese a tenerlas delante, Spottorno no ha sabido ver la trascendencia del peinado para la casa real que defiende. Seguramente porque es hombre, que nuestra vida capilar es siempre corta y tememos a los peluqueros porque siempre conocen m¨¢s a nuestras mujeres. Pero de haber transparencia en la Casa del Rey, no podemos permitir no aprender de nuestros errores. ?Cu¨¢ntas veces se aprovechan indebidamente esos gastos que creemos menores? ?Por qu¨¦ usar la tijera ah¨ª?
El propio caso G¨¹rtel se confeccion¨® por un uso indebido de una veintena de trajes. Su juicio es ahora un espect¨¢culo audiovisual en el que vemos a imputados y testigos escuchar solemnemente sus propias palabras, poco solemnes, en las grabaciones empleadas como pruebas en el juzgado. Mientras las escuchan, El Bigotes y el expresidente Camps, ambos con el mismo gesto de hast¨ªo, parecen querer decir que, pese a la contundencia de pruebas, su inocencia est¨¢ garantizada. Porque todo lo que ha dado pie a la acusaci¨®n proviene de unos gastos de vestuario, de regalos, cosas superfluas que siempre terminan por camuflar a la perfecci¨®n lo grave.
En el mismo informativo reemiten im¨¢genes de El Bigotes y Correa entrando a la boda de la hija de Aznar hace casi diez a?os, cuando ¨¦ramos ricos y todo eran gastos de peluquer¨ªa. Vuelven esas im¨¢genes porque hoy la exfamilia presidencial casa a otro hijo. S¨ª, han cambiado los tiempos, y s¨ª, se ha recortado la lista de invitados, Berlusconi ya no asistir¨¢ como primer ministro, quiz¨¢ como cantante. Pero el pelo seguir¨¢ exigiendo su protagonismo, y la malversaci¨®n, dej¨¢ndose llevar por esas partidas similares a los "gastos de peluquer¨ªa".
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