Volver al centro de Europa
Asistimos, por fortuna, a un ordenado y algo m¨¢s que cort¨¦s traspaso de poderes, y de papeles, sin que por ninguna parte haya asomado la oreja la famosa crispaci¨®n, compa?era inseparable de la pol¨ªtica espa?ola desde que mediaban los a?os noventa del siglo pasado. Ser¨¢ quiz¨¢ porque del sistema casi bipartidista hemos vuelto a la modalidad de sistema de partido predominante, en el que crispaci¨®n y polarizaci¨®n no son estrategias productivas; ser¨¢ quiz¨¢ porque ante la crisis econ¨®mica todo lo dem¨¢s palidece (excepto el pacto fiscal reclamado por los nacionalistas catalanes, la independencia reivindicada por los vascos, y la rep¨²blica, pero no el comunismo, so?ada por los nuevos diputados del PCE), lo cierto es que los dos grandes partidos han ofrecido una ins¨®lita imagen de colaboraci¨®n y entendimiento.
Esa misma imagen se ha trasladado a la reciente presencia de Espa?a en la ¨²ltima cumbre europea, cuando el presidente en funciones ha defendido, sin ¨¦xito, como era previsible, una posici¨®n algo extempor¨¢nea del presidente entrante. Si esa hubiera sido la pr¨¢ctica pol¨ªtica de las cuatro legislaturas pasadas, otro gallo quiz¨¢ nos cantar¨ªa ahora. Pero desde que Aznar dio la espalda a la vieja Europa encandilado por las luces emitidas desde los cuarteles de los neocon americanos, y desde que Zapatero mostr¨® a las claras su absoluto desinter¨¦s por la construcci¨®n y la pol¨ªtica europeas a la par que prodigaba agravios gratuitos a Estados Unidos, nuestra pol¨ªtica internacional nos ha reducido al papel de comparsas que se limitan a verlas venir, lejos de los centros en que se toman las decisiones.
No siempre fue as¨ª. En los a?os ochenta, una inteligente pol¨ªtica de entendimiento con Alemania liquid¨® los restos de la tutela de Francia y permiti¨® establecer con ambas relaciones de buena vecindad, sin provocar in¨²tiles conflictos con Estados Unidos. Fueron a?os, los de la presidencia de Felipe Gonz¨¢lez, en los que por vez primera en los dos ¨²ltimos siglos, Espa?a sali¨® de lo que durante la restauraci¨®n se llam¨® retraimiento, m¨¢s tarde, con la monarqu¨ªa alfonsina y la Rep¨²blica, neutralidad, y finalmente, con la dictadura, aislamiento luego disfrazado de diferencia: ni retra¨ªda, ni neutral, ni aislada, ni diferente, desde 1986 Espa?a comenz¨® una nueva era en su pol¨ªtica exterior con su plena y muy activa incorporaci¨®n a Europa.
?Fue un espejismo? No; fue el resultado de una pol¨ªtica acertada, de la misma manera que lo ha sido de otras pol¨ªticas, err¨®neas o disparatadas, esta sensaci¨®n de impotencia y frustraci¨®n, de estar a lo que otros decidan, que domina toda la pol¨ªtica espa?ola desde hace dos a?os y que ha extendido por la sociedad una frustraci¨®n que alimenta el resurgir de viejas fobias contra nuestros vecinos, de nuevo se?alados como causas de nuestros males. En lugar de tanto y tan vano lamento, ser¨ªa menester recuperar el terreno perdido, y volver sin dilaci¨®n al centro de Europa porque es y seguir¨¢ siendo all¨ª donde se tomen las decisiones que nos afectan. Y es claro, despu¨¦s de la ¨²ltima cumbre, que lo que sigue importando en Europa, m¨¢s que el Parlamento, m¨¢s que la Comisi¨®n, es el Consejo; y dentro del Consejo, hoy, el t¨¢ndem franco-alem¨¢n: lo intergubernamental condensado en dos gobiernos, sobre lo estatal com¨²n, una deriva que no habr¨ªa sido posible si otros Estados, como Italia y Espa?a, no hubieran abdicado de ser y tener una voz propia en la Uni¨®n Europea.
Los limitados avances de la ¨²ltima cumbre, que el Consejo llama cualitativos, hacia una "uni¨®n de estabilidad presupuestaria" de los Estados de la zona euro, prueba bien, si falta hac¨ªa, que el espacio com¨²n pol¨ªtico, la construcci¨®n de una Europa pol¨ªtica, basada en cerca de una treintena de Estados-naci¨®n con tradiciones, culturas, identidades, intereses y sujetos de soberan¨ªa diferentes, va para largo, midiendo lo largo, no por d¨¦cadas, sino por siglos. En ese proceso, los espa?oles cre¨ªmos, hace 25 a?os, que Espa?a hab¨ªa encontrado su lugar. Su peso pol¨ªtico en la construcci¨®n europea fue en aquel momento y durante varios a?os muy superior a su peso econ¨®mico, 20 puntos entonces por debajo de la media. Hoy, cuando estamos en torno a esa media, el peso pol¨ªtico ha adelgazado tanto que resulta una cantidad m¨¢s o menos despreciable. Recuperar aquel nivel tendr¨ªa que constituir un objetivo principal de la pol¨ªtica espa?ola porque si algo ha quedado claro en los ¨²ltimos meses es que, de esta, o salimos reforzando nuestra vinculaci¨®n a Europa, o nos hundimos con todo el equipo. -
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