Pau no es un adorno navide?o
Como soy un estadounidense que escribe para un peri¨®dico espa?ol, se le podr¨ªa perdonar al lector que sospechara que soy un pelota cuando afirmo que hoy voy a escribir sobre Pau Gasol. Sin embargo, la NBA acaba de salir de un descanso prolongado por un paro forzoso que ha culminado con la revelaci¨®n de que, al igual que sucede despu¨¦s de toda una semana de culebrones, nada ha cambiado realmente. Y, despu¨¦s de centrarnos tanto en lo que no sabemos (qui¨¦n pagar¨¢ por qui¨¦n; si las rodillas de Kevin Garnett durar¨¢n o no hasta el D¨ªa de los Enamorados; si alguien dispar¨® a LeBron James con un dardo tranquilizante en septiembre), me parece que merece la pena concentrarnos en lo que s¨ª sabemos (adem¨¢s, da la casualidad de que es algo que no ha cambiado): alguien muy importante parece haber olvidado lo bueno que es Pau Gasol.
Gasol es m¨¢s importante de hecho para las perspectivas futuras de los Lakers que el inimitable Bryant
En el desafortunado intercambio original de Chris Paul, cuando tentaron a los Rockets de Houston con el mayor de los Gasol como si fuera un adorno navide?o m¨¢s, la actitud mostrada hacia Pau por el director general de los Lakers, Mitch Kupchak, resultaba escandalosa de puro contradictoria.
Pau Gasol ha demostrado que es indispensable para la suerte de cualquier equipo para el que juegue. Uno podr¨ªa razonar (si no hay nadie m¨¢s, yo ser¨¦ el que lo haga) que Gasol es m¨¢s importante de hecho para las perspectivas futuras de los Lakers de Los ?ngeles que el inimitable Kobe Bryant aunque solo sea porque, a diferencia de Bryant, Gasol...: a) no es un escolta de 33 a?os cuya capacidad dependa de la rapidez y la explosividad; b) no tiene las rodillas de un sepulturero septuagenario; c) no est¨¢ loco. El ¨²ltimo apartado es, por supuesto, pura especulaci¨®n, pero en el baloncesto, como en la vida y en la construcci¨®n de pir¨¢mides, suele ser aconsejable partir de una base fuerte. Y parece razonable tener en cuenta que un p¨ªvot de 31 a?os imperturbable, que ofrece actuaciones avasalladoras un partido tras otro, podr¨ªa ser una base mejor que un escolta de 33 cuyos mejores a?os ya han pasado aunque solo sea porque as¨ª es como funcionan las lesiones de cart¨ªlago. O, como m¨ªnimo, proporcionar¨ªa una base que merece un poco m¨¢s de respeto que el que los Lakers han mostrado hacia Gasol.
Pero esta hip¨®tesis m¨ªa no tiene en cuenta factores secundarios como las ventas de camisetas en el gran Los ?ngeles (las del se?or Bryant, supongo, son bastante numerosas). Tampoco tiene en cuenta algo que qued¨® claro durante la reciente huelga; algo que aprendemos una y otra vez, pero que nunca somos capaces de recordar: por lo general, los que mandan no saben casi nada m¨¢s que nosotros. Nuestros jefes no son necesariamente m¨¢s inteligentes que nosotros. Y, en algunos casos, ciertamente no lo son.
En ning¨²n sitio es esto m¨¢s evidente que en las altas esferas de los Lakers, donde Kupchak parece empe?ado en rechazar ese raro lujo que, bas¨¢ndonos en precedentes hist¨®ricos, podr¨ªa ser el ingrediente clave en el estofado de los campeonatos de la NBA: uno de los pocos ala-p¨ªvots con los que se puede contar (o, quiz¨¢s, el ¨²nico ala-p¨ªvot con el que se puede contar; ?han visto los tiros en suspensi¨®n de Dwight Howard?, ?o los tiros libres?).
Como director general de los Lakers, Kupchak est¨¢ en todo su derecho de actuar as¨ª. Al fin y al cabo, es el jefe del equipo de baloncesto m¨¢s famoso del mundo. Pero, si sigue actuando as¨ª, es posible que pronto deje de serlo.
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