Apoucal¨ªpticos e integrables
Este es un pa¨ªs con una consciencia de s¨ª mismo agonizante, como coincidimos la mayor¨ªa de los acogidos en estas columnas, pero con la parte m¨¢s consciente en estado de ebullici¨®n. No s¨¦ si habr¨¢ relaci¨®n causa-efecto entre los dos t¨¦rminos de esta paradoja. La autoconsciencia de una sociedad no es una man¨ªa identitaria, y no tiene que ver -o no solo- con su reivindicaci¨®n, sino con la proyecci¨®n de futuro, con el desarrollo del conjunto de la sociedad. Desde sus potencialidades econ¨®micas a las culturales, de los medios de comunicaci¨®n a las empresas de agronom¨ªa. Y la parte consciente -sobre todo los intelectuales, sean lo que eso sea- son los encargados de descubrir los caminos, se sigan o no despu¨¦s.
El cargo de Valedor do Pobo parece que sirve a su inquilino para el libre desahogo de sus prejuicios
Convendr¨¢n que, en lo que respecta a las ¨¦lites realmente existentes, a los que mandan, el encefalograma es m¨¢s plano que la contorna de Cospeito. En la Meseta al menos tienen la distracci¨®n de c¨®mo Mariano Rajoy intenta decir que lo que va a hacer no es lo contrario, pero tampoco lo mismo que lo que dijo que har¨ªa. Y que en todo caso, como todos sab¨ªamos o deber¨ªamos saber, esto es lo que hay. Aqu¨ª, el debate pol¨ªtico es que hacen o qu¨¦ deber¨ªan hacer el V¨¢zquez socialista y el V¨¢zquez nacionalista. Una evidente muestra de lo que dec¨ªa antes: lo que parece que importa en Galicia, y se supone que a los gallegos, no es lo que van a hacer los que tienen el mando y la responsabilidad, sino los que no lo tienen. Aunque, a tenor de lo que hacen algunos, quiz¨¢ fuese mejor que persistiesen en pecar por omisi¨®n que optar por la acci¨®n.
Un ejemplo es la reacci¨®n ante la denuncia del l¨ªder vigu¨¦s de la que el tuitero @masaenfurecida llama Falange Rosa sobre las presuntas carencias de un libro de texto. La cosa determin¨® un asombroso dictamen del Valedor do Pobo y una no menos sorprendente medida del conselleiro del ramo. El Valedor concluy¨® que citar el art¨ªculo 5.1 del Estatuto de Autonom¨ªa sin acompa?arlo del 5.2 (nada dijo de los 56 art¨ªculos restantes) era ofrecer una informaci¨®n parcial, "y por lo tanto falsa". Lo mejor que se puede pensar es que el cargo de Valedor sirve a su inquilino para el libre desahogo de sus prejuicios (como a su exhom¨®logo Enrique M¨²gica), pero extra?a en alguien que en su etapa anterior ten¨ªa que elaborar sus sentencias de acuerdo con las leyes. O que el dictamen lo firm¨® sin fijarse demasiado.
Para no ser menos ni acusado de relapso, sin la preceptiva orden judicial y en base a su libre y alegre albedr¨ªo, el conselleiro se apresur¨® a condenar el libro al infierno donde van los textos malos, donde ya purgan sus penas los que cometieron el pecado de explicar las matem¨¢ticas en gallego. Erskine Caldwell comparaba al buen gobierno con una buena digesti¨®n: mientras funciona, casi no la percibimos. En este caso, deber¨ªamos exigir que se a?adiesen dosis considerables de sal de frutas al agua de la tra¨ªda. No siempre ha sido as¨ª, o quiz¨¢ sea la nostalgia, pero recuerdo la postura de otro conselleiro del PP, Jos¨¦ Manuel Romay Beccar¨ªa que, ante los quejas contra la promoci¨®n que hac¨ªa su departamento del uso del preservativo, no dud¨® en anteponer las responsabilidades de su cargo a sus presumibles convicciones.
En la parte autoconsciente se est¨¢n produciendo p¨²blicamente unos borborigmos que antes estaban reservados a la intimidad. No porque lo demande la urbanidad, sino porque antes se entend¨ªa que todos estaban en la misma trinchera. No todas las cr¨ªticas son justas ni positivas, pero el hecho de que se produzcan, s¨ª. No hay nada m¨¢s ¨¢rido, espeso e improductivo que la unanimidad de criterio. Y lo cierto es que aqu¨ª tampoco se practica demasiado la meritocracia en las instituciones de mayor o menor rango, empezando por la universidad y acabando por buena parte de las plataformas culturales. Quiz¨¢s se debe a que la resistencia haya ido degenerando en resistencialismo, con el consiguiente patrimonialismo conservador, y los objetivos hayan girado de los originales a la mera supervivencia grupal. O como dec¨ªa el que fue primer ministro brit¨¢nico Harold Macmillan, usar el pasado no como trampol¨ªn, sino como sof¨¢.
Por poner un ejemplo antiguo, quien se tome el trabajo de leer todos los epistolarios publicados de Ram¨®n Pi?eiro observar¨¢, o as¨ª me pareci¨® a m¨ª, que, con el paso de los a?os, el predominio de las grandes cuestiones iba derivando al m¨¢s prosaico d¨ªxome-d¨ªxome de lo cotidiano, de las filias y las fobias, sustituyendo gradualmente la esperanza por el sarcasmo y la difusi¨®n de las ideas por su reducci¨®n (en t¨¦rminos culinarios). En un reciente libro (El intelectual melanc¨®lico), el catedr¨¢tico de Literatura espa?ola de la Universidad de Barcelona Jordi Gracia denuncia a los practicantes de la queja absoluta de c¨®mo est¨¢ todo, inspirado por otro de un colega y tocayo (Adi¨®s a la universidad, de Jordi Llovet) que abonaba esa tesis. Un episodio m¨¢s de la eterna lucha entre apocal¨ªpticos e integrados, que en nuestro menos normalizado contexto se convierte en mera pugna entre apoucal¨ªpticos e integrables.
@sihomesi
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