Desde De Gaulle a 'Merkozy'
El desaf¨ªo ya no es seguir siendo uno mismo en un entorno cambiante, sino en cambiar sin cesar, en adaptarse a los cambios coyunturales. La actual fusi¨®n del presidente franc¨¦s con Merkel prueba que es un gran camale¨®n
Ya que estos misterios me superan, finjamos que soy su organizador". Nunca la f¨®rmula de Jean Cocteau fue tan oportuna como en la ¨²ltima cumbre del G-20 de Cannes. Deb¨ªa ser la hora de gloria de Nicolas Sarkozy, en todo caso una ocasi¨®n so?ada de desempe?ar un papel anhelado por ¨¦l: el de capit¨¢n intr¨¦pido en medio de la tempestad. Nunca se hab¨ªa visto una cumbre de jefes de Estado y de Gobierno tan sometidos a la tutela de "los mercados" y, a decir verdad, tan poco soberanos. Al final se contabilizaron dos v¨ªctimas entre los participantes: el griego Papandreu y el italiano Berlusconi. En cuanto a Zapatero, daba la impresi¨®n del veterano al que se invita a una celebraci¨®n, estaba ya en otra parte. Lejos de constituir el esbozo de un gobierno mundial, ese G-20 ten¨ªa la apariencia de un sal¨®n de excluidos. Despu¨¦s de Irlanda, Portugal y Grecia, los mercados se dispon¨ªan a despachar a Italia y Espa?a.
Lo que define al pol¨ªtico de la era neoliberal no es el respeto de las reglas, sino su aptitud para cambiarlas
Como el Zelig de Woody Allen, Nicol¨¢s Sarkozy se transforma al contacto con sus vecinos
"Si perdemos la triple A estoy muerto", habr¨ªa declarado Nicol¨¢s Sarkozy. ?Hay que culpar de semejante derrotismo al estr¨¦s resultante de las noches de negociaci¨®n o a la falta de sue?o tan frecuente en los que acaban de ser padres? No importa: para nuestros gobernantes cuenta m¨¢s la voz de las agencias de calificaci¨®n que la vox populi. Algo sabe de esto Berlusconi, que, como Papandreu, fue destituido no como resultado de una elecci¨®n sino por la presi¨®n de los mercados. Las agencias de calificaci¨®n son los or¨¢culos de la religi¨®n neoliberal. Para ellas no se trata de "alumbrar el camino", como les gusta decir a los pol¨ªticos, sino de reforzar la fe en el neoliberalismo m¨¢gico. Su credo es el cr¨¦dito. La p¨¦rdida de la triple A equivale a la excomuni¨®n. Las agencias de calificaci¨®n son el producto necesario de la hechicer¨ªa de los mercados. Cierran el c¨ªrculo encantado de la credibilidad. Es el secreto de su poder sobre los pol¨ªticos, esos aprendices de brujo de la Deuda Soberana. Hacen bailar a los pueblos endeudados alrededor del t¨®tem de la triple A. Se acab¨® el Estado de bienestar redistribuidor. Hagan sitio a un r¨¦gimen a la griega, cuando no cretense.
La "dieta competitiva" se ha exacerbado en sociedades que preconizan la competencia despiadada entre los individuos. El lean management (la gesti¨®n esbelta, "sin grasas", llevada a cabo por Toyota en Jap¨®n en los ochenta) se impone al cuerpo social lo mismo que a las corporaciones. Corren tiempos de abstinencia. Pero lo de preconizar la delgadez en tiempos de crisis no basta. Hace falta, adem¨¢s, hacerse elegir con arreglo a ese programa. ?Acaso no ense?aba Lacan que la carencia est¨¢ en el centro del deseo? Un l¨ªder no puede prometer, como el viejo Churchill, tan solo "sangre, esfuerzo, l¨¢grimas y sudor", tiene que pintar el rigor de su programa con los colores del deseo. Un rigor ferviente como una promesa, un rigor vuelto hacia el futuro, un rigor joven, "te?ido de infancia", como el Philidor del escritor polaco Witold Gombrowicz. El cuerpo neoliberal debe encarnar el car¨¢cter precario, ef¨ªmero, n¨®mada, pasajero de toda actividad o construcci¨®n. Debe ser moldeable a gusto, capaz de estilizarse, de cambiar de imagen sin cesar. El desaf¨ªo ya no consiste en "seguir siendo uno mismo" en un entorno cambiante, sino en cambiar sin cesar y en adaptarse a los cambios coyunturales. Y en saber seguir siendo delgado para conseguirlo. Una delgadez que es sin¨®nimo de adaptabilidad, de flexibilidad. Una delgadez de avatar.
Desde cambios de estilo a viraje pol¨ªtico, en los ¨²ltimos tres a?os Nicolas Sarkozy no ha cesado de reproducir, modific¨¢ndola, una imagen huidiza de la funci¨®n presidencial y de reducir el ejercicio del poder a la cr¨®nica agitada de sus hechos y sus gestos. Todos los cap¨ªtulos de la vida pol¨ªtica se han visto afectados por esa versatilidad que con demasiada frecuencia se ha analizado como un rasgo de car¨¢cter del presidente, cuando quiz¨¢ constituye un signo distintivo del hacer pol¨ªtico bajo el neoliberalismo.
La revoluci¨®n neoliberal ha impuesto una profunda remodelaci¨®n de los tipos ideales que legitiman comportamientos e inspiran los modos de gobernar. Las f¨¢bulas del neoliberalismo se esfuerzan por convertir en h¨¦roe a un nuevo individuo tipo que el soci¨®logo americano Richard Sennett ha definido as¨ª: "Un nuevo yo, cuyo eje es el corto plazo, que se centra en lo potencial, abandonando la experiencia pasada".
El hiperpresidente Sarkozy representa un modelo, rayano en la caricatura, de ese individuo neoliberal que apela sin cesar al voluntarismo pol¨ªtico y al potencial de los individuos ("Cuando se quiere, se puede") y que recurre sin cesar a la ret¨®rica de la ruptura para rechazar la experiencia pasada: "Se acab¨® el dejar hacer". Lo que define al pol¨ªtico de la era neoliberal ya no es el respeto de las reglas, sino la aptitud para cambiarlas (el imperioso deber de reformar); ya no es la continuidad de una acci¨®n, sino la capacidad de dar la espalda a sus compromisos.
En el transcurso de esta crisis, Sarkozy ha desvelado una faceta desconocida de un talento proteiforme: ha elevado el transformismo neoliberal a la categor¨ªa de arte del morphing pol¨ªtico. Hasta entonces destacaba en el one man show, aun a riesgo de encadenar preguntas y respuestas en las barbas de sus interlocutores. Ahora el sarkozysmo se declina entre dos. Al d¨¢rsele como perdedor en 2012, se esfuerza por recuperar su cr¨¦dito al contacto con otros dirigentes del planeta. Es lo que los mercadot¨¦cnicos llaman rebranding, la creaci¨®n de una nueva identidad de marca.
Para recargar la marca Sarkozy y volver a otorgar cr¨¦dito a la firma de Francia, no hay nada como una canciller alemana bien calificada en los mercados. Para recuperar el cr¨¦dito ante sus electores qu¨¦ hay mejor que una alianza con Obama, el gran predicador carism¨¢tico. Eso es lo que consigui¨® Sarkozy durante el ¨²ltimo G20.
Todo pasa desde entonces como si Sarkozy no pudiera recobrar cr¨¦dito sino desdobl¨¢ndose, acopl¨¢ndose, "componi¨¦ndose" con otros. Al capit¨¢n intr¨¦pido no le gusta afrontar las tempestades en solitario. En caso de temporal, pregona: "?Permanezcamos juntos!". Lo hemos visto anti-globalizarse al lado de Lula, brownizarse al lado de Gordon Brown. Como el Zelig de Woody Allen, el camale¨®n Sarkozy se transforma al contacto con sus vecinos. Cuando todo va mal se acopla, se desdobla, se duplica. Se ha deslizado sin demasiada dificultad en la piel de Merkozy para poner orden en la eurozona. En el G20 consigui¨® una nueva forma de hibridaci¨®n, el Sarkobama. Ambos l¨ªderes se emplearon en hacer cre¨ªble la improbable amalgama. "Dado que hemos trabajado mucho juntos, Nicolas y yo, tenemos una relaci¨®n excelente", se felicit¨® Obama. "Hablamos con mucha libertad", recalc¨® Nicolas, "cuando no est¨¢ de acuerdo me llama, y cuando tengo una dificultad se lo digo". "Tenemos un credo com¨²n: la vida, la libertad y la b¨²squeda de la felicidad", proclam¨® inflamado el d¨²o sublime. Con anterioridad los dos presidentes se hab¨ªan inclinado ante un monumento a los muertos para honrar la actuaci¨®n de los militares franceses y norteamericanos durante la operaci¨®n de la OTAN en Libia.
Sarkozy lleva el arte del morphing a extremos nunca igualados en pol¨ªtica, llegando a fusionar la ortodoxia neoliberal con la tradici¨®n soberanista francesa. Prueba de ello fue su ataque al "fraude social" (ese indicador reaganiano de los neoconservadores) en nombre del Consejo Nacional de la Resistencia, que, tras la Segunda Guerra Mundial, dio origen al modelo social franc¨¦s, producto de un compromiso hist¨®rico entre gaullistas y comunistas. Reconciliar a Reagan con de Gaulle, no lo hace cualquiera. Pero con Sarkozy todo es posible. De ese modelo social para el que no encontraba las suficientes palabras duras en su campa?a de 2007, Nicolas Sarkozy se erige ahora en protector. Es su deber de presidente, asegur¨® ante 3.000 at¨®nitos militantes de su partido.
La ideolog¨ªa del sarkozysmo, su ADN, se compone, como todo ADN, de una doble cadena, una cadena de Reagan y otra de De Gaulle. La una tranquiliza a los mercados, la otra a la buena gente. Cuanto m¨¢s se hace de Reagan (rigor, reformas...) m¨¢s habla del modelo social. Mientras el Sarkozy l¨ªrico despliega en la pantalla gigante su gran relato nacional (Francia, De Gaulle, Consejo Nacional de la Resistencia), el realista se dirige en el recuadrito inferior, con lenguaje de signos, a los sordomudos "mercados". En Sarkozy la ret¨®rica soberanista se codea con la ortodoxia neoliberal. La crisis las ha reconciliado: ahora son los "mercados" los que eligen a los "soberanos".
Christian Salmon es escritor. Traducci¨®n de Juan Ram¨®n Azaola.
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