Cien a?os con Fernando Ben¨ªtez
Se cumple en enero el primer centenario del nacimiento del periodista y escritor que estudi¨® y defendi¨® las culturas ind¨ªgenas. Ben¨ªtez fue el forjador del periodismo cultural moderno en M¨¦xico
A las mujeres las llamaba "princesas", a los hombres, "hermanitos". Hace 100 a?os naci¨® mi gran amigo Fernando Ben¨ªtez. Periodista, novelista, cronista, autor teatral, el mayor orgullo de Fernando era ser periodista. Su personalidad, sin embargo, rebasaba cualquier profesi¨®n. Peque?o y bravo, contaba que su madre le hab¨ªa dicho: "Eres feo, hijo, pero tienes cara de gente decente". Elegante y seductor, Fernando enamor¨® a bellas mujeres y fue amado por ellas. Celoso, era agresivo con sus rivales, quienes corr¨ªan el peligro de ser tomados de las solapas y aplastados contra la pared o, de plano, recibir un botellazo en la cabeza. En un bar portuario de Veracruz, sac¨® a bailar a una muchacha muy guapa. Al rato, se apareci¨® el gal¨¢n de la misma, un marinero argentino, que le espet¨® a Ben¨ªtez:
Leer su obra, vasta y multitem¨¢tica, es como repasar todo el siglo XX de su pa¨ªs
Sent¨ªa que no pod¨ªa ser un mexicano completo sin los indios, aunque ellos viviesen indiferentes a ¨¦l
-D¨¦jala. Pod¨ªas ser mi padre.
-Pude. Pero no quise -contest¨® Ben¨ªtez antes de que se armara, como antes se dec¨ªa, "la de San Quint¨ªn".
Cuando esta ciudad era m¨¢s peque?a, Ben¨ªtez encabezaba una caminata diaria del restaurante Sanborn's de Madero a las oficinas del Novedades en Balderas. Se iba deteniendo a platicar en las librer¨ªas y caf¨¦s del rumbo, sobre todo en la librer¨ªa Obreg¨®n de la avenida Ju¨¢rez, donde dictaminaba sobre los libros y autores nuevos. Yo acababa de publicar, a los 25 a?os, mi primer libro, Los d¨ªas enmascarados, y Ben¨ªtez, con displicencia, me dijo:
-Con un librito de cuentos no se salva nadie.
Y se fue, paseando su elegancia y recomendando a los pol¨ªticos:
-?Por qu¨¦ no se hace usted sus trajes en Macazaga, como yo?
Luego nos hicimos amigos muy cercanos y ser amigo de Ben¨ªtez era una aventura, a veces procurada por ¨¦l mismo. La revista Siempre! nos pagaba cada s¨¢bado 200 pesos por colaboraci¨®n, 200 pesos en billetes de un peso. Esto provocaba indignaci¨®n y risa en Ben¨ªtez. Los 200 pesos de a peso demandaban ser gastados cuanto antes. Ben¨ªtez, conduciendo su BMW, arrancaba a 200 kil¨®metros por hora. Lo persegu¨ªa la polic¨ªa motorizada. Lo deten¨ªan. Fernando tomaba un pu?ado de billetes y los arrojaba a la calle. Los mordelones, a su vez, se arrojaban sobre la billetiza olvidando a Ben¨ªtez. Este arrancaba, exclamando: -?miserables!- y repet¨ªa la provocaci¨®n hasta que se acababan los billetes.
Manejaba a altas velocidades ese BMW que invert¨ªa apenas una hora en llegar a Tonantzintla, donde Fernando se encerraba a escribir sus libros en un ambiente conventual cuya ¨²nica distracci¨®n era mirar de noche a las estrellas en el observatorio dirigido por Guillermo Haro. All¨ª escrib¨ª buena parte de La muerte de Artemio Cruz. De vez en cuando, ca¨ªan visitas -Agust¨ªn Y¨¢?ez, Pablo Gonz¨¢lez Casanova, V¨ªctor Flores Olea-, pero Tonantzintla era centro de trabajo, disciplina y silencio.
All¨ª regresaba despu¨¦s de sus excursiones a los sitios m¨¢s apartados del pa¨ªs. A caballo, en burro, a pie, cruzaba desiertos y escalaba monta?as para documentar al M¨¦xico olvidado. Huicholes y tepehuanes, coras y tzotziles, mixtecos y mazatecos. Los miraba con objetividad pero era part¨ªcipe de una subjetividad conflictiva. Los indios eran suyos -son nuestros- y ser¨¢n ajenos. Ben¨ªtez sent¨ªa que no pod¨ªa ser un mexicano completo sin ellos, aunque ellos viviesen totalmente indiferentes a ¨¦l.
Fernando escribi¨® sobre los indios a sabiendas de que muchos de ellos se estaban muriendo poco a poco, v¨ªctimas del abuso, la injusticia, la soledad, la miseria y el alcohol. La pregunta de Ben¨ªtez nos concierne a todos: ?C¨®mo salvar los valores de estas culturas, salv¨¢ndolas de la injusticia? ?Pueden mantenerse los valores del mundo ind¨ªgena, lado a lado con los avances del progreso moderno y la norma nacional del mestizaje? Hay un mixteco que le dice a Ben¨ªtez: "Me quieren matar porque hablo espa?ol". Porque "la costumbre, esa corteza dura de vida y supersticiones que los mantiene atados de pies y manos es al mismo tiempo la unidad del grupo, la preservaci¨®n de su car¨¢cter y de su vida".
La lectura de Los indios de M¨¦xico crea en nosotros la conciencia de que nuestros primeros habitantes son parte de nuestra comunidad policultural. La justicia que ellos reciban ser¨¢ inseparable de la que nos rija a nosotros mismos.
La devoci¨®n de Ben¨ªtez al mundo ind¨ªgena de M¨¦xico, sus aventuradas excursiones a los sitios m¨¢s apartados del pa¨ªs, minaron una salud que parec¨ªa inquebrantable y que lo ayud¨® en su otra gran tarea, que fue la de crear el periodismo cultural moderno en M¨¦xico. Secretario de H¨¦ctor P¨¦rez Mart¨ªnez, primer ministro de Gobernaci¨®n del presidente Miguel Alem¨¢n, Ben¨ªtez parec¨ªa destinado a una carrera pol¨ªtica. P¨¦rez Mart¨ªnez, el autor de las biograf¨ªas de Cuauht¨¦moc y Ju¨¢rez, era considerado el heredero natural de Alem¨¢n y Gobernaci¨®n, era el trampol¨ªn a la presidencia. La temprana muerte de P¨¦rez Mart¨ªnez, en 1948, a los 42 a?os de edad, alej¨® a Ben¨ªtez de la pol¨ªtica. Dirigi¨® el peri¨®dico El Nacional, ¨®rgano oficial del Gobierno, pero desde all¨ª atac¨® la conducta del canciller Torres Bodet en la Conferencia Interamericana de Quitandinha. Ben¨ªtez dej¨® El Nacional pero a cambio fund¨®, en Novedades, el modelo mismo de un gran suplemento de cultura, asistido por Miguel Prieto, Vicente Rojo, Henrique Gonz¨¢lez Casanova, Elvira Gasc¨®n y otros colaboradores. Ben¨ªtez dio formato y contenido a una vida cultural que emerg¨ªa del conocimiento de s¨ª misma (la haza?a cultural de la Revoluci¨®n) y se dirig¨ªa al conocimiento del mundo abrazando de manera muy especial a la migraci¨®n republicana espa?ola. El equilibrio de Ben¨ªtez lo demuestra la presentaci¨®n de mi primera novela, La regi¨®n m¨¢s transparente. De un lado, la criticaba acerbamente Elena Garro. Del otro lado, la elogiaba cr¨ªticamente Luis Cardoza y Arag¨®n.
La larga vida del suplemento de Novedades termin¨® cuando Ben¨ªtez insisti¨® en publicar un largo reportaje sobre la reci¨¦n nacida Revoluci¨®n Cubana. El peri¨®dico se lo reproch¨® y Ben¨ªtez, junto con sus huestes (acrecentadas por los j¨®venes escritores Carlos Monsiv¨¢is y Jos¨¦ Emilio Pacheco) renunci¨® y busc¨® nuevo techo. Nos lo dio el gran jefe Jos¨¦ Pag¨¦s Llergo, en la fortaleza sitiada de la revista Siempre! Desde all¨ª escribi¨® sus libros La ruta de Hern¨¢n Cort¨¦s y Ki el drama de un pueblo y una planta. Cercanos todos al general L¨¢zaro C¨¢rdenas, Ben¨ªtez escribi¨® tambi¨¦n una biograf¨ªa en tres tomos, L¨¢zaro C¨¢rdenas y la Revoluci¨®n Mexicana y se propuso viajar a Cuba con el expresidente en el momento de la invasi¨®n de Bah¨ªa de Cochinos, viaje impedido por el Gobierno de Adolfo L¨®pez Mateos.
Visitamos a L¨®pez Mateos en Los Pinos para respaldar la pol¨ªtica mexicana de no-intervenci¨®n en Cuba. Una semana despu¨¦s, marchamos del Hemiciclo al Z¨®calo en defensa de Cuba. En Madero, las fuerzas policiales nos cerraron el paso entre San Juan de Letr¨¢n y el Z¨®calo, atac¨¢ndonos a bastonazos y con gases lacrim¨®genos. El secretario de Gobernaci¨®n era Gustavo D¨ªaz Ordaz. Ben¨ªtez termin¨® con las costillas rotas, pero no cej¨® en su determinaci¨®n de periodista. Poco m¨¢s tarde, junto con V¨ªctor Flores Olea, documentamos el asesinato del l¨ªder agrario Rub¨¦n Jaramillo y su familia al pie de la pir¨¢mide de Xochicalco. Nuevamente, la presi¨®n oficial contra Ben¨ªtez y el equipo de La cultura en M¨¦xico fue resistido por Pag¨¦s Llergo, como lo fue durante las jornadas de octubre de 1968, cuando Ben¨ªtez y su equipo, nuevamente, denunciaron el crimen de Tlatelolco, atacaron al Gobierno de D¨ªaz Ordaz y defendieron a Octavio Paz cuando renunci¨® a la Embajada de M¨¦xico en India.
Durante sus ¨²ltimos a?os, Ben¨ªtez, junto con su mujer Georgina, reuni¨® una colecci¨®n asombrosa de arte precortesiano e indag¨® en la vida colonial de M¨¦xico con una serie de vol¨²menes sobre la sociedad novohispana: Los primeros mexicanos; Los demonios en el convento: sexo y religi¨®n en la Nueva Espa?a, as¨ª como un par de novelas que abordaban -El agua envenenada- el perdurable tema de la tiran¨ªa caciquil y -El rey viejo- la fuga y muerte de Venustiano Carranza en Tlaxcalantongo.
-Hermanito -me dijo un d¨ªa-, ya no escribir¨¦ m¨¢s novelas. No puedo competir con Garc¨ªa M¨¢rquez, Vargas Llosa y Cort¨¢zar.
Se equivocaba. La obra de Ben¨ªtez es tan vasta y multitem¨¢tica como aqu¨ª he querido consignar y, a los 100 a?os de su nacimiento, el mejor homenaje es volverlo a leer. Es como repasar el siglo XX mexicano.
Carlos Fuentes es escritor mexicano.
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