"Com¨ª con Hitler, era estirado y fr¨ªo. Mussolini parec¨ªa m¨¢s humano"
Miguel I, ¨²ltimo rey de Ruman¨ªa, es el ¨²nico superviviente de los jefes de Estado europeos de la II Guerra Mundial. su popularidad actual ha dado nuevo brillo a la monarqu¨ªa en Bucarest, donde se ha disparado el rumor de que podr¨ªa restaurarse, aunque en la persona del pr¨ªncipe Carlos de Inglaterra. Nos atiende en su casa de Ginebra, donde recuerda, a los 90 a?os, su breve reinado y su largo exilio
No hay bandera ni escudo nacional que distinga este discreto chal¨¦ suizo de las residencias que lo rodean. Pero entre sus muros pintados de blanco vive una reliquia del pasado, el ¨²ltimo rey de Ruman¨ªa. ?nico superviviente de los jefes de Estado europeos activos en la II Guerra Mundial. ?nico caso de monarca asociado con las potencias del Eje primero y con los Aliados despu¨¦s que sigue vivo para contarlo. Testigo, poco conocido pero excepcional, de uno de los periodos m¨¢s tr¨¢gicos de la historia reciente europea.
El chal¨¦ de Miguel I limita con prados verdes donde pastan silenciosas vacas suizas esta ma?ana fr¨ªa de finales de noviembre.
El antiguo rey vive en Aubonne, un pueblecito sobre el lago Leman, a media hora de Ginebra. Pero apenas se franquea el umbral de la casa, se impone el aroma de Ruman¨ªa que desprenden los pasteles que ha preparado la cocinera de su majestad. Miguel Hohenzollern-Sigmaringen, regele Mihai I de los rumanos, se presenta en el vest¨ªbulo, alto y fr¨¢gil, vestido con pantal¨®n oscuro y chaqueta de cuadros, a juego con la corbata. La mirada azul, todav¨ªa alerta, pese a que cumpli¨® 90 a?os el 25 de octubre pasado.
Hitler obsequi¨® a la madre del rey con una orqu?dea y un frasco de sus pastillas contra la depresi¨®n
Las relaciones con la reina Sof¨ªa de Espa?a, su prima hermana, son excelentes. "Ambos sabemos lo que es el exilio"
El rey Miguel I abdic¨® el 30 de diciembre de 1947. Ruman¨ªa se convirti¨® esa misma noche en una rep¨²blica socialista, gobernada por un partido comunista a las ¨®rdenes de Mosc¨². Pocos d¨ªas despu¨¦s, el joven monarca abandonaba el pa¨ªs, acompa?ado de su madre, la reina Elena, un pu?ado de sirvientes, cuatro coches reales y poco m¨¢s.
Su breve reinado (a los 5 a?os, con una regencia, entre 1927 y 1930; despu¨¦s, a los 18 a?os, entre 1940 y 1947) es un caso singular en la historia. Fue rey t¨ªtere del dictador Ion Antonescu, socio de la Alemania nazi, y como tal trat¨® a Hitler y a Mussolini. Pero dio un golpe de Estado en agosto de 1944 y se coloc¨® del lado de los Aliados, lo que le vali¨® condecoraciones e incontables elogios, pero no evit¨® el drama de que Ruman¨ªa quedar¨¢ bajo la esfera de influencia de Stalin.
Ante la total indiferencia aliada, el rey que abandon¨® a Hitler para colocarse "del lado de la democracia y la libertad" se encontr¨® en enero de 1948 en el exilio. En terreno de nadie, abandonado, colocado a la intemperie de la historia. El exmonarca ha olvidado muchas cosas, pero otras est¨¢n marcadas a sangre y fuego en su memoria. No recuerda los detalles del primer encuentro con Hitler, en 1938, todav¨ªa como pr¨ªncipe heredero, ni la entrevista de 1940, reci¨¦n coronado, de la que hay algunos testimonios gr¨¢ficos.
"Recuerdo una comida con Hitler, s¨ª, en 1941, en Berl¨ªn. Yo no hablaba alem¨¢n, mi madre s¨ª, era ella la que llevaba el peso de la conversaci¨®n", cuenta Miguel de Ruman¨ªa, en un ingl¨¦s perfecto pero pr¨¢cticamente inaudible. Su madre, la princesa Elena de Grecia, t¨ªa de nuestra reina Sof¨ªa, era todo un personaje. Su padre, Carol II, un Hohenzollern, fue un ejemplo poco edificante de rey corrupto. Miguel de Ruman¨ªa ha prescindido ya del apellido alem¨¢n, empe?ado en romanizar la dinast¨ªa.
Pese a que apenas ten¨ªa 20 a?os cuando comparti¨® mantel con Hitler, el anciano exrey recuerda lo esencial. Dice que el F¨¹hrer no le caus¨® especial impacto. "Si impresionaba era para mal", dice. "Tampoco me pareci¨® que tuviera grandes dotes de orador. Ten¨ªa ese trato dif¨ªcil, porque miraba a las personas fijamente. Ya entonces la fama de los nazis dejaba mucho que desear, las cosas fueron luego empeorando, cada vez m¨¢s. No recuerdo lo que comimos. Pero Hitler no llevaba uniforme. Vest¨ªa sus habituales pantalones oscuros y una chaqueta caqui. Hab¨ªa cuatro personas con ¨¦l. Era fr¨ªo y estirado".
Gritaba continuamente y era dif¨ªcil meter baza en una conversaci¨®n en alem¨¢n que el F¨¹hrer monopolizaba. En aquel viaje, al rey y a su madre les acompa?aba un ayudante de campo llamado Jacques Vergotti, que dej¨® constancia en unas memorias mecanografiadas, recogidas por Ivor Porter, bi¨®grafo del rey, de un par de detalles jugosos. Vergotti recordaba haber visto a la madre del monarca, la reina Elena, adornada con una orqu¨ªdea, obsequio de Hitler, que le dio tambi¨¦n un frasco de Pervitin, unas pastillas antidepresivas sin las cuales, seg¨²n les confes¨®, no pod¨ªa vivir.
-?Cu¨¢l fue el motivo oficial de la visita?
-El encuentro se produjo de una forma bastante rara. Mi madre ten¨ªa que ir a Florencia a resolver algunos asuntos privados. Pero Antonescu le dijo que ya que ten¨ªa que ir a Italia, por qu¨¦ no iba a ver a Hitler y a Mussolini. La verdad, no alcanzo a ver el sentido de esa visita. Pero el hecho es que terminamos en Berl¨ªn.
De all¨ª viajaron a Italia. Los recuerdos de Mussolini son algo m¨¢s amables. "Las diferencias entre ¨¦l y Hitler eran muy grandes. Claro, en primer lugar, yo hablo italiano, y eso siempre acerca. Mussolini era m¨¢s abierto, una persona m¨¢s c¨¢lida, como son los italianos. Recuerdo que mi madre le pregunt¨® c¨®mo se las ingeniaban para vivir los italianos y el pa¨ªs en general con todas las restricciones que sufr¨ªan. Su respuesta fue: 'Pues apret¨¢ndose un poco el cintur¨®n".
Ni Hitler ni Mussolini hubieran imaginado nunca que aquel monarca joven e inexperto fuera capaz de cambiar el curso de la II Guerra Mundial con un golpe de Estado. O al menos, de acortar en seis meses aquella carnicer¨ªa. "Oficialmente, lo que hice fue sacar a Ruman¨ªa de la guerra, con la esperanza de evitar una sangr¨ªa. Aunque sab¨ªa que los alemanes no iban a aceptarlo, y no lo hicieron: nos bombardearon ese mismo d¨ªa", recuerda el exrey. Pero durante los largos a?os de exilio no ha dejado de pesarle lo que en el fondo considera una traici¨®n de Occidente, y muy en especial del l¨ªder brit¨¢nico Winston Churchill. "Ruman¨ªa y todos los dem¨¢s pa¨ªses al este de Alemania fueron abandonados en Yalta", dice, recordando la conferencia de febrero de 1945 en la que Stalin, Roosevelt y Churchill acordaron un reparto europeo. "Claro que entiendo por qu¨¦ Churchill pens¨® que era la ¨²nica estrategia posible, por lo menos desde una perspectiva brit¨¢nica. Pero no puedo excusarlo, ni aceptarlo". El regele no olvida que fue la gente com¨²n la que pag¨® las consecuencias. "Las mismas naciones por las que los Aliados hab¨ªan entrado en guerra", a?ade. "Y aunque no hubo oposici¨®n de los otros l¨ªderes en Yalta a la divisi¨®n del continente, fue Churchill el que lo consider¨® una soluci¨®n natural y perfectamente aceptable".
Miguel de Ruman¨ªa interrumpe el relato para acariciar a Bianco, uno de sus perros, que se ha colado en el sal¨®n. Constanta Iorga, secretaria general de la Casa de su Majestad, presente en la entrevista, lo echa cari?osamente. Iorga trata con devoci¨®n de hija a "su majestad". "Sigue siendo nuestro rey. Si abdic¨® fue porque le forzaron", subraya.
La sala principal de la casa, con techo de madera pintado de blanco, est¨¢ decorada con retratos de antepasados, algunos firmados por el pintor h¨²ngaro Philip de Laszlo, como el que representa al entonces pr¨ªncipe Miguel en 1936, un guapo adolescente que empu?a una escopeta en la mano derecha. "Y eso que yo soy zurdo. Me ten¨ªan que hacer las escopetas especiales. Pero en el retrato se corrigi¨® ese detalle", cuenta. Ser zurdo estaba mal visto. En el muro opuesto, una amplia cristalera se abre a una terraza sobre el jard¨ªn. Un hombre con chaleco reflectante trabaja en un parterre de flores. "All¨ª est¨¢ el Mont Blanc, pero con esta niebla no se ve", dice Miguel de Ruman¨ªa se?alando un punto a la derecha.
El exilio, convertirse en un ciudadano de a pie despu¨¦s de haber vivido en palacios rodeado de atenciones y honores, debi¨® de ser una experiencia dif¨ªcil. "Salimos solo con las pertenencias personales", precisa el exrey, acusado despu¨¦s por el Gobierno comunista de haberse llevado al exilio oro y joyas. Seg¨²n la biograf¨ªa autorizada de Ivor Porter, la reina Elena hab¨ªa sacado del pa¨ªs, previamente, dos peque?os grecos con destino a una caja fuerte de Z¨²rich. Y un ayudante del monarca retir¨® en efectivo algo m¨¢s de 300.000 francos suizos y franceses y 50 libras en v¨ªsperas del viaje a Londres, en noviembre de 1947, para asistir a la boda de la entonces princesa Isabel de Inglaterra con Felipe de Edimburgo, los dos primos segundos de Miguel de Ruman¨ªa. Este parentesco y la pasi¨®n del heredero brit¨¢nico, Carlos de Gales, por Ruman¨ªa han dado pie a los m¨¢s incre¨ªbles rumores sobre una posible coronaci¨®n de Carlos como Carol III de los rumanos.
Pero en noviembre de 1947 el panorama era otro. Toda la Europa del Este estaba bajo la esfera de Stalin, y Miguel I de Ruman¨ªa ten¨ªa los d¨ªas contados. Un mes despu¨¦s de la boda inglesa, donde conoci¨® a Ana de Borb¨®n Parma, con la que se casar¨ªa al a?o siguiente, el rey rumano era un exiliado, obligado a ganarse la vida con el sudor de su frente.
Miguel hab¨ªa aprendido a pilotar aviones, y esa experiencia le sirvi¨® para sobrevivir en su vida civil. Primero pas¨® un tiempo en la campi?a brit¨¢nica, empe?ado con su mujer en sacar adelante una granja av¨ªcola. Despu¨¦s, gracias a una oferta de la firma aeron¨¢utica Lear, se instal¨® en Suiza definitivamente. Entre tanto, llegaban al mundo, una tras otra, las cinco hijas de la pareja. Cuando Lear cerr¨® sus oficinas, el exrey acept¨® por un tiempo un empleo como br¨®ker para una firma estadounidense. "Pero no me gust¨®. Odio estar sentado entre papeles", dice.
"Su majestad tiene un don especial, una habilidad enorme con la tecnolog¨ªa y la mec¨¢nica", apunta su devota secretaria. El exrey dedicaba parte de su tiempo de ocio a trabajar con alg¨²n antiguo Jeep que el Ej¨¦rcito de Estados Unidos hab¨ªa enviado a Rusia, y que lleg¨® a sus manos de forma bastante rocambolesca. Como el que perteneci¨® al general Patton, que el exmonarca restaur¨® y a¨²n conserva.
Su vida desde entonces ha sido modesta, desde la perspectiva de la realeza. Aunque la n¨®mina de colaboradores mengu¨® enseguida, a las ni?as no pod¨ªa faltarles la nanny, ni, m¨¢s tarde, el internado. Aun as¨ª, en algunas etapas, la real madre ten¨ªa que llevarlas y recogerlas del colegio.
La casa sobre el lago Leman, donde se celebra la entrevista, tampoco es suya. "Es un pr¨¦stamo", dice, sin especificar m¨¢s.Miguel no recuper¨® hasta 1997 la nacionalidad que le arrebataron los comunistas. Pero en 2000, una ley que otorga un nuevo estatus a los antiguos jefes de Estado le permiti¨® recuperar todo su patrimonio en Ruman¨ªa y disponer del palacio Elisabeth. Aun as¨ª, mantiene su residencia en Suiza, "para evitar problemas", dice Iorga, aunque pasa parte del a?o en su pa¨ªs. De Ruman¨ªa llegan continuas delegaciones y emisarios. El patriarca rumano en persona le cantar¨¢ los oficios navide?os, antes de que el exrey viaje a Ruman¨ªa a pasar las fiestas.
En el ocaso de su vida, el que fuera Majestatea Sa Regele Mi-
hai I al Rom?niei parece disfrutar de nueva notoriedad. El 25 de octubre pasado, su 90? aniversario fue celebrado por todo lo alto en su pa¨ªs. Con su casi inaudible voz, pronunci¨® su primer discurso tras 64 a?os de exilio en el Parlamento de Bucarest, gracias a una invitaci¨®n del Partido Dem¨®crata Liberal (PD-L). "Fue un acto entra?able", recuerda Theodor Paleologu, joven historiador, exembajador, exministro de Cultura rumano y diputado de ese mismo partido, que estuvo presente en el acto. Tambi¨¦n acudi¨® la reina Sof¨ªa, prima hermana de Miguel. "Las relaciones con la familia real espa?ola son muy buenas. Aunque nos vemos muy poco", dice el exmonarca. "Nos acerca no solo la proximidad familiar, sino el destino hist¨®rico. Tambi¨¦n la reina Sof¨ªa sabe lo que es el exilio. Ella y el Rey de Espa?a han dedicado sus vidas a la tarea de apoyar las instituciones democr¨¢ticas de su pa¨ªs, igual que hemos hecho nosotros en el nuestro".
Miguel estuvo en la boda del pr¨ªncipe Felipe con Letizia Ortiz, en abril de 2004. ?Qu¨¦ opina de estas bodas reales con chicas de clase media?
"La verdad es que son chicas muy bien educadas, con estudios, pero no todas est¨¢n preparadas para la tarea que se les encomienda. Algunas la desarrollan perfectamente; otras, as¨ª as¨ª".
Miguel es consciente de que la monarqu¨ªa puede muy bien no regresar jam¨¢s a Ruman¨ªa. Pese a la ayuda indirecta del presidente rumano, Traian Basescu, que ha contribuido a incrementar el apoyo al exrey al acusarle de haber entregado el pa¨ªs a los comunistas. "La acusaci¨®n no tiene fundamento", explica el hispanista rumano Horia Barna. "Al rey le obligaron a abdicar. No le qued¨® m¨¢s remedio que irse". Con todo, las posibilidades de que el antiguo r¨¦gimen regrese son peque?as. Con frecuencia, la historia no tiene marcha atr¨¢s.
Carlos de Gales, familia de Dr¨¢cula
Por inexplicable que resulte, uno de los rumores m¨¢s extendidos en los ¨²ltimos meses en Ruman¨ªa es el que prev¨¦ una restauraci¨®n mon¨¢rquica en el pa¨ªs con Carlos de Inglaterra como rey. Tal cosa no requerir¨ªa especiales saltos din¨¢sticos, a juzgar por las palabras del propio pr¨ªncipe Carlos, que se declar¨® descendiente (aunque al final de una intrincada l¨ªnea geneal¨®gica) de Vlad el Empalador, es decir, el mism¨ªsimo conde Dr¨¢cula. El heredero del trono brit¨¢nico lo dice con sus propias palabras al final del programa que la cadena de televisi¨®n Travel Channel dedic¨® a una de las zonas de Ruman¨ªa, la de los montes C¨¢rpatos, el 30 de octubre pasado. Pero los rumores en la prensa rumana eran anteriores. El diario rumano 'Ziua de Cluj' especulaba dos d¨ªas antes con la posibilidad de que el pr¨ªncipe de Gales abdicara en su hijo Guillermo para poder ce?irse la corona rumana. Al final, hasta un diario brit¨¢nico, 'The Scotland Herald', se hizo eco el 6 de noviembre de esta estramb¨®tica posibilidad. Lo ¨²nico cierto es que el heredero del trono brit¨¢nico tiene numerosas propiedades agr¨ªcolas en Transilvania (en la imagen, el pr¨ªncipe Carlos en un pueblo de esa regi¨®n), adonde viaja con asiduidad. "La especulaci¨®n es absurda, desde luego", admite el hispanista Horia Barna, "pero refleja el deseo de muchos rumanos de tener un sistema pol¨ªtico democr¨¢tico como el de otros pa¨ªses europeos. Vemos que en Reino Unido, en Dinamarca, en Suecia, en Espa?a... hay monarqu¨ªas constitucionales y son pa¨ªses pr¨®speros y estables".
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